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Aguirre y su verdadero 'yo'
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Antonio Casado

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Aguirre y su verdadero 'yo'

“Ella iba de estupenda y en este ridículo episodio ha salido a relucir su soberbia, su verdadero yo”. Es una pena que mi querida Lucía Méndez

La condesa consorte de no se qué tuvo más fácil alcanzar la grandeza de España que el título de ciudadana ejemplar. En la prueba de ciudadanía ha obtenido un cero patatero y ese es un pésimo precedente en sus aspiraciones de retorno a la primera fila de la política, como candidata a la alcaldía de Madrid, si Mariano Rajoy se lo pide de rodillas. Pero el precedente se puede perder en la polvareda si las alarmas siguen sonando en la creciente caída del PP en las encuestas y ella se empeña en remontar. Atentos a su bien ensayada reaparición pública de pasado mañana en Getafe.

La memoria selectiva e interesada de los votantes, el populismo del personaje y sus bien trabadas complicidades mediáticas pueden ser suficientes, una vez que se hayan desahogado los compañeros de partido que tantas ganas le tenían. De hecho, en los pasillos de la cumbre municipal del PP, celebrada este fin de semana en Valencia, no se habló de otra cosa. Hasta el punto de dejar en segundo plano el culebrón por el dedo perezoso de Rajoy en el asunto del candidato europeo.

No obstante, el pleito callejero de la presidenta del PP madrileño con los agentes de movilidad y guardias municipales apenas ha suscitado polémica. Quiero decir que, salvo contadas excepciones inspiradas en detalles marginales con el propósito de minimizar el suceso, cuyo atestado policial ya está a las puertas de un Juzgado, el afeamiento de la conducta de Aguirre ha sido unánime. Tanto por su comportamiento ante los agentes como por su posterior relato en los medios de comunicación. Se ponga como se ponga, de su desapacible incidentes del jueves pasado se derivan clarísimos supuestos de infracción de tráfico, desobediencia, fuga, daños a terceros (bienes de propiedad pública), abuso de poder y evidente desconsideración en el trato a unos representantes de la autoridad en la vía pública.

Sin embargo en su posterior alegato verbal a través de los medios de comunicación, ella se defendió atacando. No hubo contrición o arrepentimiento sino crispación, agresividad –incluso contra el mensajero- y ese aire de superioridad de quien cree merecer un trato deferente respecto al resto de los ciudadanos. En vez de pedir disculpas y ceñirse al debido acatamiento al principio de autoridad, se las arregló para convertir sus propias transgresiones en cargos contra los agentes que interceptaron su coche particular en el carril bus. A saber: prepotencia, machismo, antipatía personal y política hacia ella, afán de notoriedad (“querían una foto”), obstrucción del tráfico y retención ilegal.

Efectivamente, unos cuantos agentes de movilidad y policías municipales se toparon el jueves pasado con el verdadero ”yo” de Esperanza Aguirre.

La condesa consorte de no se qué tuvo más fácil alcanzar la grandeza de España que el título de ciudadana ejemplar. En la prueba de ciudadanía ha obtenido un cero patatero y ese es un pésimo precedente en sus aspiraciones de retorno a la primera fila de la política, como candidata a la alcaldía de Madrid, si Mariano Rajoy se lo pide de rodillas. Pero el precedente se puede perder en la polvareda si las alarmas siguen sonando en la creciente caída del PP en las encuestas y ella se empeña en remontar. Atentos a su bien ensayada reaparición pública de pasado mañana en Getafe.

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