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Antonio Casado

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¡Qué bien se entierra en España!

Hubo un poso de amargura en el recadito del Rey a los periodistas que esperaban en el Palacio de la Zarzuela el anuncio oficial de la

Hubo un poso de amargura en el recadito del Rey a los periodistas que esperaban en el Palacio de la Zarzuela el anuncio oficial de la abdicación, hace ahora una semana: “Nunca os habíais interesado tanto por mí”. Salvando las distancias, por el rango, no por la condición humana de la amargura, que nos emparenta a todos, el líder del PSOE, Alfredo Pérez Rubalcaba, también había dejado su frase para la historia cuando hizo una referencia a lo bien que sabemos enterrar en este país.

Desde que, siguiendo los pasos de Rubalcaba y tal vez como una razón añadida en la espantada del monarca, también don Juan Carlos anunció el “descorche generacional”, en feliz expresión del filósofo Javier Gomá, el todavía Rey de España está viviendo, escuchando, leyendo, el más largo y el más generoso de los obituarios. No tanto en los medios de comunicación escritos, donde se han aprovechado todos los recursos literarios para decir lo que antes no se atrevían a poner en letras de molde, sino en la calle. Nunca sonó tanto el “¡Viva el Rey¡” como en estos últimos días: empresarios, público asistente a una corrida en Las Ventas, en el desfile militar de ayer en Madrid, etc.

Qué bien tratamos a los que se van. Somos unos maestros en el arte de despedir a los que hacen mutis. La despedida del Rey quedó diferida al acto de proclamación de Felipe VI, que se llevará a cabo el jueves 19 de junio. La de Rubalcaba, al 27 de julio, que es cuando el congreso federal del PSOE elegirá al nuevo secretario general. Pero los dos empezaron a sentir demasiado pronto cómo ya se les echaba de menos casi sin haber empezado a irse.

Así sonó la defensa de Juan Carlos firmada este fin de semana en Valencia por 34 exministros o en Toledo por los presidentes de los parlamentos autonómicos. Así sonó también ayer el brindis del ministro de Defensa, Pedro Morenés, ante los más altos mandos de las Fuerzas Armadas presentes en la recepción del Palacio Real, como broche a los actos del Día de las Fuerzas Armadas: “Por el primer soldado y el primer marino de España, por su Majestad el Rey”, inmediatamente replicado por los asistentes: ¡Viva el Rey!

Aunque más en el plano político que en el institucional, lo de Rubalcaba es parecido. Al día siguiente de ponerse fecha de caducidad, la banda sonora política y mediática se llenó de elogios a una figura otrora machacada por propios y extraños. El salto mortal lo dio el presidente del Gobierno, y líder del PP, Mariano Rajoy, al sorprendernos con su referencia al político “serio, ejemplar y con sentido de Estado”.

Tiene razón don Mariano. Lo que pasa es que Rubalcaba ya era “serio”, “ejemplar” y “con sentido del Estado” desde mucho tiempo atrás. Sin embargo, entonces Rajoy y su partido veían a un ministro del Interior que espiaba a sus adversarios, que colaboraba con el terrorismo (el famoso soplo policial del caso Faisán), que como líder socialista en la oposición era un político sectario que se negaba a colaborar con el Gobierno en asuntos de interés general, que urdía conspiraciones contra el PP, que traicionaba a las víctimas del terrorismo, y así sucesivamente.

Hubo un poso de amargura en el recadito del Rey a los periodistas que esperaban en el Palacio de la Zarzuela el anuncio oficial de la abdicación, hace ahora una semana: “Nunca os habíais interesado tanto por mí”. Salvando las distancias, por el rango, no por la condición humana de la amargura, que nos emparenta a todos, el líder del PSOE, Alfredo Pérez Rubalcaba, también había dejado su frase para la historia cuando hizo una referencia a lo bien que sabemos enterrar en este país.

Alfredo Pérez Rubalcaba Mariano Rajoy Pedro Morenés