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Felipe VI y Cataluña: ¿algo nuevo?
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Antonio Casado

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Felipe VI y Cataluña: ¿algo nuevo?

Con la votación de ayer tarde en el Senado (233 votos a favor, 5 en contra) y la posterior firma del Rey, prevista para hoy en

Con la votación de ayer tarde en el Senado (233 votos a favor, 5 en contra) y la posterior firma del Rey, prevista para hoy en el Palacio Real, queda normalizada la renuncia de don Juan Carlos desde el punto de vista jurídico. Por tanto, vía libre al acto de la proclamación de Felipe VI ante las Cortes Generales, convocado para mañana.

En cuanto al paso de la ley por la Cámara Alta, y como ya ocurrió a su paso por el Congreso, cumple celebrar la buena salud de la democracia bajo un régimen de monarquía parlamentaria. No hay la menor noticia de que vaya a tambalearse después de haber quedado proclamada la Tercera República, la del pueblo, la vasca y la catalana. Bastó con escuchar a los ruidosos portavoces del bloque antimonárquico (curioso amontonamiento de la izquierda con los nacionalismos periféricos, equivalente a un 9% de la Cámara) para redoblar la apuesta por el sistema más respetuoso con el pluralismo y con las minorías, incluidas las que aspiran a reventarlo.

Y mientras se va cumpliendo con fecunda normalidad la liturgia sucesoria –bendito aburrimiento el de cumplir las previsiones legales–, en los corrillos políticos y mediáticos se especula sobre un eventual encuentro del nuevo Rey con el presidente de la Generalitat, tras la proclamación de don Felipe de Borbón y Grecia. Por supuesto, para tratar del futuro político de Cataluña. La expectativa la ha creado el propio Artur Mas con unas recientes declaraciones: “Espero tener ocasión de hablar con él y de convencerle”, dice.

No es al único que se le ha pasado por la cabeza vincular la llegada de Felipe VI con una posible salida del atolladero catalán. De momento, nos sale al paso el consabido dogma presente en todas las monarquías parlamentarias (el rey reina pero no gobierna), que en España se conjuga con el deber de arbitrar y moderar el funcionamiento de las instituciones. ¿Existe un punto medio entre ese deber moderador y su vetada capacidad de propuesta política?

Proponer no es gobernar. En eso estaremos todos de acuerdo. Y si la Corona acertase a formular una propuesta aceptable para el nacionalismo gobernante en Cataluña y el bloque constitucional, de modo que estos acabasen encontrando la forma de salir del atasco, Felipe VI habría creado para su reinado el valor añadido que don Juan Carlos creó para el suyo con su inequívoca apuesta por la democracia con ocasión del 23-F.

Después de confirmar que va a solicitar un encuentro con el nuevo Rey, Artur Mas ha dicho: “Un nuevo jefe de Estado siempre da lugar a un nuevo escenario”. Curioso. Del pasotismo inicial (abstención en las votaciones, como si el relevo en el trono fuese indiferente a Cataluña), a la presencia personal en los actos de mañana (negada en un principio). Y ahora, el president mira a Felipe VI como un posible aliado.

Al menos para la consulta del 9 de noviembre. Por ahí va. Lo tendrá muy difícil si sigue considerando innegociable la celebración de la misma. Por ser ilegal, claro. Eso por lo que se refiere a la cuestión de forma. La de fondo es insalvable porque el Rey de España ha de ser beligerante en el mantenimiento de la integridad territorial y la soberanía única e indivisible. Pero, en fin, por intentarlo que no quede.

Con la votación de ayer tarde en el Senado (233 votos a favor, 5 en contra) y la posterior firma del Rey, prevista para hoy en el Palacio Real, queda normalizada la renuncia de don Juan Carlos desde el punto de vista jurídico. Por tanto, vía libre al acto de la proclamación de Felipe VI ante las Cortes Generales, convocado para mañana.

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