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La política sin Rubalcaba
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Antonio Casado

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La política sin Rubalcaba

Sin Rubalcaba la política será otra cosa. Pero lejos de mí la intención de unirme a los virtuosos del obituario, denunciados por él mismo al recordar lo

Sin Rubalcaba la política será otra cosa. Pero lejos de mí la intención de unirme a los virtuosos del obituario, denunciados por él mismo al recordar lo bien que se entierra en este país. Bien lo sabe el todavía líder de un partido en bancarrota. Y, dicho sea de paso, también lo sabe don Juan Carlos de Borbón, el rey que abdicó una semana después. Dos hombres de Estado aturdidos por el estruendo del descorche generacional. Como la selección española de fútbol, salvando las distancias.

Ayer nos anunció Rubalcaba que en septiembre dejará la política para dedicarse a sus clases de Química en la universidad. Incluso su escaño en el Congreso, una vez elegido el sustituto al frente del partido en el congreso federal convocado para el 26-27 de julio. Pero en realidad la abdicación ya se había producido el pasado 26 de mayo, cinco minutos después del desastre socialista en las elecciones europeas. Más allá de abrir el proceso sucesorio (inmediata convocatoria de un congreso, con participación previa de los militantes de base), el líder claudicante se ha venido moviendo durante este último mes entre el luto y la melancolía. Por tanto, absténganse quienes venían asociando su nombre a la causa de tal o cual candidato a la Secretaría General. Con el gesto de ayer queda devaluada cualquier insinuación sobre la supuesta influencia de Rubalcaba en su propio relevo.

El mutis del rey don Juan Carlos influyó en que ya se empezara a echar de menos a Rubalcaba. También entre sus adversarios políticos de siempre, cuando intramuros del PSOE se detectaron ciertos brotes de republicanismo con hambre atrasada. De hecho, el anuncio de que se va de la política lo hizo por sorpresa, antes de votarse en pleno la reforma legal que instituirá el aforamiento de don Juan Carlos con la abstención del PSOE. Es como si nos hubiera querido dejar claro que él no tiene nada que ver con el desmarque socialista.

A buenas horas descubren en el PP que la democracia española está a punto de perder a un patriota, un hombre de Estado, un socialista cabal, un hombre de acreditada inteligencia política y una capacidad de comunicación fuera de lo común. El propio presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, se refirió hace unos días al ya casi exlíder socialista como un hombre “serio, ejemplar y con sentido de Estado”.

Todo eso emergió en las palabras de reconocimiento improvisadas ayer sobre la marcha por el presidente del Congreso, Jesús Posada, que puso en pie a todo el hemiciclo cuando se refirió a Rubalcaba como “uno de los mejores parlamentarios españoles del siglo XXI”. Uno recordó en ese momento las palabras del Rey ante los periodistas que aguardaban frente al Palacio de la Zarzuela el anuncio televisado de la renuncia: “Nunca os habíais interesado tanto por mí como hoy”, dijo entonces don Juan Carlos.

Luego están los verdaderos testimonios de solidaridad que Rubalcaba está recibiendo a cientos. Me quedo con el deliberado acercamiento de Alfonso Guerra, ayer, a la vista de todos, queriendo el histórico dirigente andaluz dejar testimonio de su solidaridad emocionada con quien tanto discrepó en los debates internos del partido. Y con la sensibilidad de la portavoz, Soraya Rodríguez, para acompañarle cuando las lágrimas le asomaron a las esquinas de los ojos.

Sin Rubalcaba la política será otra cosa. Pero lejos de mí la intención de unirme a los virtuosos del obituario, denunciados por él mismo al recordar lo bien que se entierra en este país. Bien lo sabe el todavía líder de un partido en bancarrota. Y, dicho sea de paso, también lo sabe don Juan Carlos de Borbón, el rey que abdicó una semana después. Dos hombres de Estado aturdidos por el estruendo del descorche generacional. Como la selección española de fútbol, salvando las distancias.

Alfredo Pérez Rubalcaba Mariano Rajoy Rey Don Juan Carlos