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La república de Madina
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Antonio Casado

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La república de Madina

Se entiende la profesión de fe republicana de Eduardo Madina. Es legítima, comprensible y honra la memoria del socialismo español. Se entiende menos la expropiación de

Se entiende la profesión de fe republicana de Eduardo Madina. Es legítima, comprensible y honra la memoria del socialismo español. Se entiende menos la expropiación de su pensamiento por algo que, como su nombre indica, es una cuestión formal (la forma del Estado) que hoy por hoy, a diferencia de lo que ocurría en los años treinta en España, no determina en absoluto los contenidos de un sistema político.

Tuve la ocasión de planteárselo el otro día. Vino a decir que se siente republicano y no tiene la menor intención de reprimir ese sentimiento. De acuerdo. Comparto eso al cien por cien y, si me disculpan los lectores, haré una confesión de parte. Todavía se me pone un nudo en la garganta leyendo historias sobre el drama de los exiliados, o redescubriendo el ignominioso aplastamiento de la Segunda República a través de los textos de Barea, Azaña, Chaves Nogales, Araquistain, Gustavo Durán, Zugazagoitia, y tantos otros.

Desde entonces han pasado muchas cosas. Los ideales de aquella gente se proyectaron en la obra acometida por los constituyentes del 78, a la luz de la firme apuesta democrática que acabó redimiendo al rey don Juan Carlos de su pasado franquista.

Sobre todo después de jugarse la corona frente a los golpistas del 23-F. Todo lo cual no deroga en absoluto mi adhesión al régimen republicano alumbrado pacíficamente en 1931 y abolido a sangre y fuego en 1939 tras una cruel guerra civil.

Setenta y tantos años después, la Monarquía no es lo que fue. Se ha quedado en un simple formato cuyo titular decora el vértice del sistema a título de rey. Su papel relevante es la representación permanente del Estado. La alternativa sería una representación temporal. O sea, revisable cada cuatro, cinco o seis años. A todas luces parece más eficiente en el funcionamiento del sistema la permanencia que la discontinuidad en la Jefatura del Estado, sabiendo que las relaciones de poder se ventilan en las urnas mediante la libre y democrática participación de los ciudadanos en la gestión de los intereses generales.

Esa es la cuestión de fondo. La que importa, la que se refiere al contenido y no al continente de un régimen político. Sin embargo, Madina define su programa por referencia una cuestión de forma: la república. Sus propuestas están basadas en “los valores republicanos”, dice, como si la forma determinase el fondo. Como si los valores republicanos estuvieran prohibidos en un formato no republicano. Los menciona: “libertad, igualdad, solidaridad y diversidad”. También los menciona la Constitución vigente bajo forma de monarquía parlamentaria: “España se constituye en un Estado social y democrático de Derecho que propugna como valores superiores de su ordenamiento jurídico la libertad, la justicia, la igualdad y el pluralismo político”. ¿Dónde están las diferencias?

La Constitución Española, a la que ha de atenerse el Rey en virtud de la muy republicana voluntad de los ciudadanos, hace profesión de valores tan republicanos como la igualdad ante la ley, la descentralización territorial del poder, la función social de la propiedad, el respeto a los derechos humanos, la aconfesionalidad del Estado, el derecho a expresarse libremente, la tutela judicial efectiva, etc., etc. ¿Puede explicar Eduardo Madina cuál de los valores republicanos no está vivo, reconocido y practicado de hecho y de derecho en la España de Felipe VI?

No hace falta ser monárquico para defender los contenidos de este formato del Estado, por muy necesitados que estén de reparación institucional obligada por pura fatiga de materiales. Basta ser contrario al aventurerismo y alérgico a males mayores derivados de debates menores. La forma siempre será cuestión secundaria frente al fondo. Y los valores de fondo, los contenidos de un sistema, no son exclusivos de tal o cual forma del Estado.

No sé si me explico.

Se entiende la profesión de fe republicana de Eduardo Madina. Es legítima, comprensible y honra la memoria del socialismo español. Se entiende menos la expropiación de su pensamiento por algo que, como su nombre indica, es una cuestión formal (la forma del Estado) que hoy por hoy, a diferencia de lo que ocurría en los años treinta en España, no determina en absoluto los contenidos de un sistema político.

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