Es noticia
La partitura de Pedro Sánchez
  1. España
  2. Al Grano
Antonio Casado

Al Grano

Por

La partitura de Pedro Sánchez

La visita de ayer a Ferraz, donde el futuro secretario general recibió con todos los honores a la presidenta andaluza, vuelve a poner a Susana Díaz

Foto: Pedro Sánchez se dirige a la sede del partido en Ferraz con la presidenta andaluza, Susana Díaz. (EFE)
Pedro Sánchez se dirige a la sede del partido en Ferraz con la presidenta andaluza, Susana Díaz. (EFE)

La visita de ayer a Ferraz, donde el futuro secretario general recibió con todos los honores a la presidenta andaluza, vuelve a poner a Susana Díaz en el centro del proceso renovador del PSOE. Los analistas tienden a caracterizar a Pedro Sánchez como un líder obligado a trabajar en régimen de obediencia debida, en justa retribución por los favores recibidos (avales y votos). Se equivocan, lo cual no supone negar que Sánchez está obligado a tener en cuenta el peso orgánico e institucional de la federación más poderosa del partido.

Además de la mencionada visita, el día después nos trajo las primeras señales sobre una nueva etapa en el histórico partido de Pablo Iglesias. Me refiero a la partitura, y eso me parece mucho más importante que especular sobre si Ferraz va a convertirse o no en un protectorado del socialismo andaluz. A saber: ¿qué identidad política e ideológica tendrá el PSOE liderado por Sánchez? Está claro: la decidida por los militantes, frente a otras dos ofertas situadas más a la izquierda, como eran las de Madina y Pérez Tapias. El líder in pectore trata de verbalizarlo. Habla de construir una “izquierda ganadora”.

Parece una frase vacía, una muletilla, un lugar común. No lo es, dadas la circunstancias. Es un recado a los agitadores de una “izquierda imposible”, la que amenaza con la guillotina a los reyes y con la nacionalización a los medios informativos privados. También es una respuesta a quienes desde dentro le reclaman un giro al rescate de los votos perdidos por ese flanco y a quienes, al contrario, lo reprobarían por entender que eso le dejaría el espacio libre al PP por el centro, donde se ganan las elecciones.

Lo que dejaría espacio al PP sería el populismo, la demagogia, la división interna, la corrupción, la falta de transparencia o el incumplimiento de los compromisos electorales. Esos son los demonios que vacían las urnas. Y de eso debe huir el PSOE, porque las malas prácticas quitan más votos que ir o no ir de rojos por la vida política. Al PSOE no le han robado espacio los mochileros de la izquierda imposible, sino la decepción de sus electores y el desaliento de sus militantes. Con la elección por la base del nuevo líder, que nace cargado de legitimidad y motivación, puede haber terminado el tiempo confuso abierto por Zapatero en mayo de 2010.

El PSOE no necesita girar, sino quedarse en la izquierda sin perder la centralidad que le ha proporcionado más de veinte años de poder en la historia de la democracia recuperada en 1978. Por ahí van todos los mensajes emitidos por Sánchez el día después de la histórica consulta a los militantes socialistas. Queda acreditada su vocación centrista sin renunciar al compromiso clásico del PSOE con los trabajadores y las capas más débiles de la sociedad. En otras palabras, un partido de clases medias inspirado en la racionalidad, el sentido común y el respeto a los derechos humanos, transparente, democrático e “implacable contra la corrupción” (Sánchez dixit).

La visita de ayer a Ferraz, donde el futuro secretario general recibió con todos los honores a la presidenta andaluza, vuelve a poner a Susana Díaz en el centro del proceso renovador del PSOE. Los analistas tienden a caracterizar a Pedro Sánchez como un líder obligado a trabajar en régimen de obediencia debida, en justa retribución por los favores recibidos (avales y votos). Se equivocan, lo cual no supone negar que Sánchez está obligado a tener en cuenta el peso orgánico e institucional de la federación más poderosa del partido.

Pedro Sánchez