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Aguirre, otro juguete roto
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Antonio Casado

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Aguirre, otro juguete roto

Con la inestimable colaboración del propio Jordi Pujol, supimos por la Agencia Tributaria y la UDEF que el santo padre del catalanismo contemporáneo era en realidad

Con la inestimable colaboración del propio Jordi Pujol, supimos por la Agencia Tributaria y la UDEF que el santo padre del catalanismo contemporáneo era en realidad un tipo mentiroso y corrupto. Y por la Policía Municipal y numerosos testigos presenciales, con la valiosa colaboración de Esperanza Aguirre, supimos en su día que la mamá política de los madrileños era en realidad una maleducada. Ahora los magistrados de la Audiencia Provincial de Madrid nos dicen que incluso puede ser una delincuente. Lo será técnicamente si los jueces acreditan que el pasado 3 de abril, cuando sacó a pasear su verdadero yo ante unos agentes de la autoridad, cometió un delito de desobediencia grave, tal y como viene tipificado en el artículo 556 del Código Penal, que contempla hasta un año de cárcel como castigo. Pintan bastos para la lideresa. Salía en las quinielas de la Alcaldía, pero me temo que ya va camino de convertirse en un juguete roto.

Debe ser un agravio insoportable para quien lleva inscrito en los genes uno de los grandes males denunciados por Lucas Mallada a finales del siglo XIX, cuando “la masa general de la nación seguía acostumbrada a doblar las rodillas delante de los caciques, ya fueran estos descendientes de la antigua nobleza o sucesores de acaudalados burgueses”. Sigue Mallada: “Cuántos personajes liberales, cuantos demócratas hemos visto y vemos todos los días convertidos irremediablemente en caciques”.

Ya me dirán ustedes si no les parece interesante la vigencia de estas líneas, escritas hace ciento cincuenta años. Y conste que no lo digo sólo por Esperanza Aguirre y su impresentable conducta en el episodio de marras. El clásico “nobleza obliga” no va con ella –ya se ve–, pero sí la obliga a ser ejemplar su condición de personaje público que ha ejercido de gobernante. Por tanto, impresentable e indefendible el comportamiento de esta mujer, sin perjuicio de que los tribunales acaben dictaminado si cometió un delito o solamente una falta.

En todo caso, que la Audiencia Provincial de Madrid acabe enmendando la plana al juez de instrucción, Carlos Valle, y a la Fiscalía, que desde el principio entendieron que no había apariencia delictiva en la conducta de Aguirre ante los agentes, debe haber sido una pedrada intolerable contra el ego de la condesa consorte que reinó durante ocho años en Madrid gracias a la inesperada y misteriosa deserción de dos socialistas (Tamayo y Sáez). Sin embargo, ella ha declarado que “encantada” de contarle la verdad al juez cuando sea llamada a capítulo “como una ciudadana cualquiera”.

Si no lo hemos entendido mal, de esa declaración se desprende que no hay más verdad que la suya. Ni media palabra de respeto a la versión de los agentes de aquella comedieta urbana en plena Gran Vía, cuando en la escapada su coche se llevó por delante la moto de uno de los policías. De pedir disculpas, por si se hubiera equivocado, lo siento, no volverá a ocurrir, nada de nada. Tal vez por estar convencida de que aquellos servidores de la ley querían hacerse famosos a su costa y hasta ahí podíamos llegar, que la señora no tiene el moño para ruidos a estas alturas de la película.

Con la inestimable colaboración del propio Jordi Pujol, supimos por la Agencia Tributaria y la UDEF que el santo padre del catalanismo contemporáneo era en realidad un tipo mentiroso y corrupto. Y por la Policía Municipal y numerosos testigos presenciales, con la valiosa colaboración de Esperanza Aguirre, supimos en su día que la mamá política de los madrileños era en realidad una maleducada. Ahora los magistrados de la Audiencia Provincial de Madrid nos dicen que incluso puede ser una delincuente. Lo será técnicamente si los jueces acreditan que el pasado 3 de abril, cuando sacó a pasear su verdadero yo ante unos agentes de la autoridad, cometió un delito de desobediencia grave, tal y como viene tipificado en el artículo 556 del Código Penal, que contempla hasta un año de cárcel como castigo. Pintan bastos para la lideresa. Salía en las quinielas de la Alcaldía, pero me temo que ya va camino de convertirse en un juguete roto.

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