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Y así... hacia la derrota final
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Antonio Casado

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Y así... hacia la derrota final

Ganar preventivamente en la calle lo que no podrán ganar con la ley si el Tribunal Constitucional se les vuelve a cruzar en el camino, que

Ganar preventivamente en la calle lo que no podrán ganar con la ley si el Tribunal Constitucional se les vuelve a cruzar en el camino, que es lo previsible. Manifestación masiva, banderas esteladas y 947 urnas de atrezzo contra la legalidad. Esa es la ecuación de los nacionalistas catalanes ante la Diada de pasado mañana.

Cuando hablo de legalidad me refiero a la vigente en un Estado legítimamente constituido como el nuestro. La que los partidos alineados en el frente segregacionista quieren desbordar con una ‘mayoría social’ en nombre de la Cataluña una, grande y libre (qué bien lo ha visto Henry Kamen). Eso no les impide a ellos invocar, asimismo, la legalidad. Otra distinta, se entiende, presente en sus ensoñaciones soberanistas como nueva fuente del derecho desde aquella famosa declaración del Parlament que consideraba “sujeto jurídico y político soberano” al pueblo catalán.

Sin embargo, un inesperado ataque de realismo se detecta en las alturas del partido de Pujol y Mas: “¿De qué serviría la independencia si al nuevo Estado no lo reconociese nadie?”, se preguntaba ayer el president. Síntomas de retorno a la centralidad y el sentido común, mientras las encuestas hablan de una mayoría de catalanes partidarios de acatar la decisión del Tribunal Constitucional sobre la consulta del 9 de noviembre y un retroceso en el apoyo al independentismo.

Todo lo cual hace que los dirigentes de CDC sean más cuidadosos al invocar la legalidad de la consulta. El coordinador general de CDC, Josep Rull, dice estar convencido de su legalidad, también en términos “constitucionales y estatutarios”. “Y, sobre todo, de la legitimidad de lo que estamos haciendo”, añade. Viene a cuento en este punto recordar en vísperas del 11 de septiembre que el Tribunal Constitucional consideró legítimo el derecho a decidir (siempre que se exprese en el marco legal) pero “nula” e “inconstitucional” aquella declaración del Parlament (y por tanto, ilegal) aprobada en enero de 2013.

A lo que íbamos. Sed de centralidad o fatiga de materiales. Viene a ser lo mismo, a la vista del elocuente reproche de Artur Mas a sus socios de ERC, que esperan la muerte política del president para quedarse con las limosnas sin haber cargado con el santo.

Además, en este ambiente de vísperas se ha instalado la sensación de que, más allá de ocupar espacio en los 11 kilómetros de Diagonal-Gran Vía, esta vez el éxito de crítica y público no va a tener el mismo sabor que las Diadas precedentes de 2012 y 2013. La causa está en las tres sombras negras que se ciernen sobre la causa: el inmovilismo activo de Rajoy, la fortuna clandestina de los Pujol y las discrepancias entre los socios.

Una aventura nominalmente pilotada por Artur Mas, que sigue caminando con paso seguro hacia el martirologio político. Hizo lo que pudo pero alfombró el camino a sus competidores en el ámbito del nacionalismo catalán. Oriol Junqueras (ERC) le estará eternamente agradecido. No podía ser otro el desenlace de su galope hacia la nada sobre la absurda pretensión de que el Estado colaborase en su propia voladura.

Ganar preventivamente en la calle lo que no podrán ganar con la ley si el Tribunal Constitucional se les vuelve a cruzar en el camino, que es lo previsible. Manifestación masiva, banderas esteladas y 947 urnas de atrezzo contra la legalidad. Esa es la ecuación de los nacionalistas catalanes ante la Diada de pasado mañana.

Convergència Democràtica de Catalunya (CDC) Artur Mas Jordi Pujol Esquerra Republicana de Catalunya (ERC)