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Aborto: rectificación y acierto
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Antonio Casado

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Aborto: rectificación y acierto

No hay ningún pronunciamiento explícito de Moncloa sobre la reforma del aborto según Gallardón, pero es un secreto a voces que el presidente, Mariano Rajoy, ha decidido meterla en el congelador.

Foto: El ministro de Justicia, Alberto Ruiz-Gallardón (EFE)
El ministro de Justicia, Alberto Ruiz-Gallardón (EFE)

No hay ningún pronunciamiento explícito de Moncloa sobre la reforma del aborto según Gallardón, pero es un secreto a voces que el presidente, Mariano Rajoy, ha decidido meterla en el congelador. O “sacarla del calendario”, como contó la vicepresidenta Sáenz de Santamaría en un corrillo de periodistas antes de las vacaciones de verano. Estaba cantado. Y cuando se rectifica para acertar solo caben los parabienes.

El Gobierno acierta porque sirve al interés general y conecta con una inmensa mayoría social y política contraria a la reforma propuesta por el ministro de Justicia en forma de anteproyecto de ley que nunca tuvo formalmente la luz verde del Consejo de Ministros para su tramitación parlamentaria. No pasó del examen en los órganos consultivos. Lo demás es secundario: el futuro político de Gallardón (da igual que dimita o que no dimita), el mayor o menor ruido que hagan los grupos antiabortistas que ya se preparan para echarse de nuevo a la calle o el impacto electoral de la rectificación.

El asunto pasó ayer por el Congreso en sesión de control al Gobierno. El resultado fue una confirmación en toda regla de que el aborto según Gallardón pasa a mejor vida sine die. “¿Ha comprendido ya que no se debe legislar contra la voluntad de las mujeres?”, le preguntó la diputada socialista, Carmen Montón.

El ministro se envolvió en los grandes principios del derecho a la vida y la libertad de la mujer, como si los demás se dedicaran a atropellarlos. Y no hubo más, salvo su sentido agradecimiento al aplauso de sus compañeros de partido porque “hay días que uno los necesita”. No dijo si piensa irse o no –se explicará cuando termine el verano, dentro de unos días–, pero se notó que estaba bajo los efectos de un ataque de contrariedad por el frenazo a su obra predilecta como ministro de Justicia, por mucho que el portavoz del PP, Alfonso Alonso, anduviera diciendo por los pasillos del Congreso que “no hay novedades”.

Ya lo creo que las hay. Sobre todo una: ya ha comprendido el presidente del Gobierno que la propuesta de retocar la legislación vigente (promulgada en 2010) solo estaba sirviendo para dividir a los amigos y movilizar a los enemigos. Es lo peor que le puede ocurrir a un líder político, aunque el aparcamiento de la contrarreforma de Gallardón era básicamente una cuestión de sentido común. Y de eso va sobrado Mariano Rajoy. ¿Por qué seguir adelante con una iniciativa que la sociedad no reclama y crea un problema donde no lo hay?

Por otra parte, el amago de reforma iba camino de convertir a España en un ejemplo regresivo respecto a una legislación vigente que está perfectamente homologada con los países de nuestro entorno. Eso obliga a preguntarse por el sentido que puede tener la supresión del aborto libre hasta las 14 semanas en España (es el punto central de la normativa aprobada en 2010), cuando se puede practicar en un entorno sin fronteras de 20 países próximos.

No hay ningún pronunciamiento explícito de Moncloa sobre la reforma del aborto según Gallardón, pero es un secreto a voces que el presidente, Mariano Rajoy, ha decidido meterla en el congelador. O “sacarla del calendario”, como contó la vicepresidenta Sáenz de Santamaría en un corrillo de periodistas antes de las vacaciones de verano. Estaba cantado. Y cuando se rectifica para acertar solo caben los parabienes.

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