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El virus del miedo contagia a Europa
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Antonio Casado

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El virus del miedo contagia a Europa

El miedo cruza fronteras a la velocidad de la luz y es cien mil veces más contagioso que el ébola. Seamos precisos: quinientos millones de veces

Foto: Unos sanitarios británicos durante la "Operación Gritrock", un simulacro de despliegue para tratar el ébola en Sierra Leona. (EFE)
Unos sanitarios británicos durante la "Operación Gritrock", un simulacro de despliegue para tratar el ébola en Sierra Leona. (EFE)

El miedo cruza fronteras a la velocidad de la luz y es cien mil veces más contagioso que el ébola. Seamos precisos: quinientos millones de veces más. Esa es exactamente la relación entre el número de personas contagiadas por transmisión del ébola en el área de la Unión Europea y su censo poblacional. Una entre quinientos millones: Teresa, primera y única, la enfermera del hospital Carlos III que estuvo en contacto con los dos misioneros repatriados de África y finalmente fallecidos.

No se ha detectado a ninguna otra persona infectada entre las veintitantas que trataron de cerca a los religiosos Miguel Pajares y García Viejo, que en paz descansen. Sin embargo, es como si el miedo se hubiera contagiado a los quinientos millones de europeos a través de los alarmantes clarinazos de sus medios de comunicación y los del resto del mundo. Eso sí, con la Marca España bajo sospecha. ¿Se imaginan ustedes las portadas de los tabloides británicos si esto hubiera ocurrido al comienzo de la temporada turística?

La prensa mundial acusa a España de no haber sabido evitar el desembarco del ébola en el Viejo Continente. La Europa feliz y acostumbrada a mirar a África por encima del hombro. Después de lo ocurrido, no estaría mal un vuelco en esa mentalidad. Como diría Borges, que nos una el espanto ya que no nos une el amor. Por ahora, la muerte de miles de niños africanos por desnutrición sigue saliendo en los minutos basura de los telediarios. Es un episodio de fácil digestión, como las ablaciones, las muertes en patera o las guerras tribales. Pero la posibilidad de que el virus africano de moda se quede a vivir entre nosotros, por remota que sea, nos resulta insoportable y nos pone en algo parecido al estado de excepción.

No exageremos. Calma, mucha calma. Ya hemos pasado otras veces por esto. La colza, las ‘diarreas estivales’, el sida, la gripe aviar, las vacas locas, la gripe A. Y todas se fueron por donde habían venido porque nuestro sistema sanitario (“uno de los mejores del mundo”, dijo ayer el líder del PSOE, Pedro Sánchez, después de haber concertado con el presidente Rajoy una apelación a la tranquilidad) acabó desactivando las amenazas o acotándolas en índices de morbilidad poco significativos. Ya no vivimos los tiempos de la peste negra, inesperada, desconocida, devastadora e interclasista, que asoló la Europa del siglo XIV. Hoy por hoy, cualquier ciudadano tiene muchas más posibilidades de morir en un paso de peatones que de resultar contagiado por el virus del Ébola.

El miedo cruza fronteras a la velocidad de la luz y es cien mil veces más contagioso que el ébola. Seamos precisos: quinientos millones de veces más. Esa es exactamente la relación entre el número de personas contagiadas por transmisión del ébola en el área de la Unión Europea y su censo poblacional. Una entre quinientos millones: Teresa, primera y única, la enfermera del hospital Carlos III que estuvo en contacto con los dos misioneros repatriados de África y finalmente fallecidos.