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El linchamiento de Rato en el PP
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Antonio Casado

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El linchamiento de Rato en el PP

A la vergonzante situación del exvicepresidente del Gobierno, Rodrigo Rato, que acaba de pedir la suspensión temporal de militancia, le cuadra la moraleja. Es la frase

Foto: El expresidente de Bankia Rodrigo Rato, a su salida de la Audiencia Nacional. (EFE)
El expresidente de Bankia Rodrigo Rato, a su salida de la Audiencia Nacional. (EFE)

A la vergonzosa situación del exvicepresidente del Gobierno Rodrigo Rato, que acaba de pedir la suspensión temporal de militancia, le cuadra la moraleja. Es la frase que sale del armario al topar con un político corrupto: “Hay que elegir al más honesto y controlarle luego como si fuera el más sinvergüenza”. Solía utilizarla Carmen García Bloise, una dirigente socialista que se fue a la tumba en 1994, cuando el PSOE ya había reventado el mito de la superioridad moral de la izquierda.

La secuencia de la corrupción en la vida pública, a izquierda y derecha, no se ha interrumpido desde entonces porque, entre otras cosas, el régimen del 78 nunca se tomó en serio ni el espíritu ni la letra de aquella frase, que nos remite al uso de los instrumentos de control propios de una democracia. No funcionaron en el caso de las llamadas tarjetas opacas de Caja Madrid y Bankia. A Rato, máximo responsable de la entidad, impulsado por el mismísimo presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, aquel contagioso desistimiento le debió parecer de perlas. Y eso que venía de ser director gerente del Fondo Monetario Internacional y antes pudo haberse convertido en presidente del Gobierno.

El Banco de España, la Agencia Tributaria, la Fiscalía, auditoras públicas y privadas, los partidos políticos, sindicatos, patronal, Ayuntamiento y Comunidad de Madrid que apadrinaban el nombramiento de los consejeros, no supieron nada o no quisieron saber nada –tanto peor– de las malas prácticas perpetradas por tantas personas y durante tanto tiempo ¿Y ahora pretende el PP desprenderse políticamente de su dirigente histórico mediante un llamado Comité de Derechos y Garantías?

Ayer se escenificó en las alturas del partido (ejecutiva y dirigentes autonómicos) la absurda polémica interna sobre el modo de ejecutar políticamente a Rodrigo Rato (y trece militantes más afectados por el escándalo) en nombre de la regeneración prometida. Frente a las prisas de algunos, como el gallego Núñez Feijóo, el valenciano Alberto Fabra y la vasca Arantxa Quiroga, se optó por escuchar a Rato antes de decidir las dosis de “contundencia” y “legalidad” –Rajoy dixit– que se le apliquen a la hora de expulsarle del partido o, vaya usted a saber, mantenerle con atenuantes por presunción de inocencia.

No es que uno le crea inocente de la obscena utilización de su tarjeta gratis total. O de haber consentido, auspiciado y propiciado el uso indebido de las demás. No es de recibo la versión de que, al menos la suya, formaba parte de su salario, como le dijo al juez Andreu. Lo que quiero poner de manifiesto es la diferencia de trato, a escala de partido, respecto a Luis Bárcenas, Francisco Camps, Jaume Matas, Carlos Fabra, etc., que, al menos en los primeros lances de sus respectivas colisiones con la ley y la ética, siempre contaron con la comprensión, y a veces el arropamiento del partido.

En fin, no hay mal que por bien no venga, aunque hayan tenido que venir los de Podemos, como catalizadores electorales de la mala conciencia de la “casta”, para que el PSOE y el PP se pongan las pilas contra los sinvergüenzas surgidos en sus propios caldos de cultivo. Al PSOE también le ha faltado tiempo para echar a los beneficiarios de las tarjetas que no entregaron voluntariamente el carnet de afiliados. Y el PP va camino de hacer lo mismo, también mirando de reojo a Podemos, pero “antes vamos a escucharles”, dijo ayer Dolores de Cospedal.

Que se expliquen antes nos hace abrigar la esperanza de que esto no ha hecho más que empezar, porque Rato es mucho Rato.

A la vergonzosa situación del exvicepresidente del Gobierno Rodrigo Rato, que acaba de pedir la suspensión temporal de militancia, le cuadra la moraleja. Es la frase que sale del armario al topar con un político corrupto: “Hay que elegir al más honesto y controlarle luego como si fuera el más sinvergüenza”. Solía utilizarla Carmen García Bloise, una dirigente socialista que se fue a la tumba en 1994, cuando el PSOE ya había reventado el mito de la superioridad moral de la izquierda.

Rodrigo Rato Mariano Rajoy