Es noticia
Jordi Pujol y el sucursalismo de la inmoralidad
  1. España
  2. Al Grano
Antonio Casado

Al Grano

Por

Jordi Pujol y el sucursalismo de la inmoralidad

Oleguer Pujol, un virtuoso de las finanzas y de la inmoralidad, representa en millones y millones de euros la mala conciencia del padre –el ex molt

Foto: El expresidente de la Generalitat, Jordi Pujol (Reuters)
El expresidente de la Generalitat, Jordi Pujol (Reuters)

Oleguer Pujol, un virtuoso de las finanzas y de la inmoralidad, representa en millones y millones de euros la mala conciencia del padre –el ex molt honorable lo cuenta en la intimidad–, que desatendió a sus hijos a causa de la política. Al menos, que no les falte de nada en la vida. Las gestiona el más pequeño sin que su alma nacionalista se resienta por distraer allende las fronteras catalanas tan suculentos recursos y asociarse con el sobrino de un ministro español. O por contratar un despacho de abogados fundado por el muy castellanísimo duque de Estrada para perpetrar la compra de más de mil sucursales (los locales, se entiende) del Banco de Santander en 2007. ¿Cómo demonios pudieron llegar más de 2.000 millones de euros hasta la chequera de un joven que entonces tenía 35 años?

Mientras esperamos la respuesta que nos deben los servidores de la ley, vamos a los orígenes del pujolismo, cuando ya aparecía contagiado con el virus de la mentira y la corrupción (caso Banca Catalana). En la noche del 20 de marzo de 1980, al conocerse la victoria de CiU en las primeras elecciones autonómicas del nuevo régimen democrático, el grito de guerra de Jordi Pujol fue: “Se acabó el sucursalismo”.

Así celebraba el nacimiento del poder catalán, con la esperanza de que ya nunca más giraría en torno a la política española. Acertó a medias. Entre el grito emancipador y los pucheros televisados de Oriol Junqueras (mejor lágrimas que palabras y razones para expresar el sentimiento nacionalista), la reciente historia generó dos claros episodios de sucursalismo político rubricados por el 115º presidente de la Generalitat y líder de CiU. En el primero apuntaló el Gobierno de Felipe González (1993-96) y en segundo el de Aznar (1996-2000).

Esos precedentes convierten a Pujol y a su partido, CiU, en uno de los tres grandes costaleros del régimen democrático alumbrado en la Constitución de 1978. Para bien, en tanto que contribuyó a estabilizarlo y por eso en Madrid le distinguieron como “hombre de Estado”. Y para mal, en tanto que el régimen ya presenta evidentes síntomas de agotamiento. Por desgaste de materiales (crisis económica, institucional y territorial) y también por los casos de corrupción televisada que van haciendo cada vez más negra la nube tóxica que nos sobrevuela.

Ahí estamos, en las causas judiciales donde están empapelados él y cinco de sus siete hijos. Y en los numerosos casos de corrupción que le ponen a la par con el PSOE y con el PP. O sea, que Pujol y su organización practicaron el sucursalismo político durante estos últimos treinta y tantos años, Y también el sucursalismo de la inmoralidad. A saber: Filesa, Gürtel, Casinos, Roldán, Millet, Bárcenas, Guerrero, Prenafeta, Blesa, etc. En esos ámbitos se produjo un dulce amontonamiento de las siglas representadas por los tres grandes protagonistas del régimen: González, Aznar y Pujol. Lo que representan cada uno de ellos está impregnado del olor a podrido. Y lo que representan los tres juntos es la energía de la indignación de Podemos, por un lado, y el apremiante independentismo catalán, por otro.

Ahora el nacionalismo catalán se puede permitir presentar al clan de los Pujol como una parte sustancial de los males españoles que aquejan a Cataluña. En sentido contrario, también los dos grandes partidos de la centralidad española encontrarán en la voluntad política de luchar contra la corrupción, real, sincera, creíble, la mejor vía para desactivar el brote de impaciente independentismo catalán.

Oleguer Pujol, un virtuoso de las finanzas y de la inmoralidad, representa en millones y millones de euros la mala conciencia del padre –el ex molt honorable lo cuenta en la intimidad–, que desatendió a sus hijos a causa de la política. Al menos, que no les falte de nada en la vida. Las gestiona el más pequeño sin que su alma nacionalista se resienta por distraer allende las fronteras catalanas tan suculentos recursos y asociarse con el sobrino de un ministro español. O por contratar un despacho de abogados fundado por el muy castellanísimo duque de Estrada para perpetrar la compra de más de mil sucursales (los locales, se entiende) del Banco de Santander en 2007. ¿Cómo demonios pudieron llegar más de 2.000 millones de euros hasta la chequera de un joven que entonces tenía 35 años?

Jordi Pujol Oleguer Pujol Familia Pujol-Ferrusola