Es noticia
Banderillas de fuego al sistema
  1. España
  2. Al Grano
Antonio Casado

Al Grano

Por

Banderillas de fuego al sistema

A mediados de los años noventa del siglo pasado, cuando el felipismo perdió el favor electoral de los españoles por los escándalos cosidos a las históricas

A mediados de los años noventa del siglo pasado, cuando el felipismo perdió el favor electoral de los españoles por los escándalos cosidos a las históricas siglas del PSOE, había una alternativa generada por la propia centralidad del sistema. Ahora, la alternativa apuntada en los sondeos (Demoscopia y CIS) es un objetor del sistema y quiere ponerlo patas arriba. Sin embargo, los españoles disparan la facturación electoral de Podemos. Al menos en las encuestas, este partido recién nacido gana o se codea con un PP que se desploma por la corrupción y un PSOE que ya se desplomó por la crisis económica en noviembre de 2011. La moraleja es demoledora: no solo se desploma un partido, sino un sistema, a juzgar por los indicios. Nos consuela que, de momento, solo son señales (demoscópicas y otras). Así que sería prematuro levantar acta de demolición.

Ese es el nudo del debate. Se trata de saber si es un aviso a los costaleros del sistema (PP y PSOE), a modo de banderillas de fuego, con la esperanza de que se vengan arriba en voluntad regeneradora, o estamos ante un irreversible seísmo en las urnas ¿Un aviso en modo encuesta o un anuncio de lo que se avecina en las próximas elecciones territoriales y generales del año que viene? Imposible saberlo hasta que no lo verifiquemos en las urnas de verdad. Tampoco ayuda a apostar con fundamento el hecho indiscutible de que la ascensión de Podemos –de momento virtual– se debe al fracaso de los partidos centrales y al acierto de Pablo Iglesias y sus discípulos denunciándolo. El éxito de este banderín de enganche del malestar social también se basa en un buen relato y un buen diagnóstico de los males de un sistema carcomido por la corrupción y la fatiga de materiales.

Pero la escalada de Podemos no se basa de ninguna manera en la terapia para salir del agujero, según sabemos por los sondeos y el sentir de los ciudadanos ante unas propuestas extravagantes o ya fracasadas en el pasado. Es el atenuante de quienes dan por hecho un terremoto electoral cuando la gente se retrate en las urnas de verdad para elegir a sus gobernantes municipales, autonómicos y nacionales. En todo caso, paciencia. Apenas faltan seis meses para empezar a saberlo, aunque las señales no animan. Y no me refiero solo a las demoscópicas, que han sembrado el pánico en el PP, el PSOE y CiU, las tres fuerzas políticas sobre las que ha venido girando el régimen del 78 y hoy sufren el castigo de los ciudadanos en expectativas de voto. Hablo del empeño de las tres en marcar diferencias con la esperanza de salvarse de la quema, sin tener en cuenta que la gente ya no distingue.

De ahí que, cuando hace unos días el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, pidió perdón en nombre del PP por los casos de corrupción asociados a las siglas de su partido, en realidad debía haberlo pedido en nombre de un sistema enfermo de inmoralidad. Tampoco se entiende la resistencia del presidente a comparecer en un pleno monográfico del Congreso para debatir sobre el asunto. Por su rango institucional le tocaría ofrecerse como avalista de la regeneración prometida por los partidos centrales. Pero no sé si Rajoy anda sobrado de autoridad moral para asumir esa tarea después de haber arropado a tantos sinvergüenzas de su partido, como Camps (favor con favor se paga), Matas (puso el modelo balear como ejemplo a seguir en España), Bárcenas ("Luis, sé fuerte"), Rato (su incondicional apoyo para convertirle en presidente de Caja Madrid), Carlos Fabra (un político ejemplar) etc, etc.

A mediados de los años noventa del siglo pasado, cuando el felipismo perdió el favor electoral de los españoles por los escándalos cosidos a las históricas siglas del PSOE, había una alternativa generada por la propia centralidad del sistema. Ahora, la alternativa apuntada en los sondeos (Demoscopia y CIS) es un objetor del sistema y quiere ponerlo patas arriba. Sin embargo, los españoles disparan la facturación electoral de Podemos. Al menos en las encuestas, este partido recién nacido gana o se codea con un PP que se desploma por la corrupción y un PSOE que ya se desplomó por la crisis económica en noviembre de 2011. La moraleja es demoledora: no solo se desploma un partido, sino un sistema, a juzgar por los indicios. Nos consuela que, de momento, solo son señales (demoscópicas y otras). Así que sería prematuro levantar acta de demolición.

Mariano Rajoy Pedro Sánchez