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Sólo queda un año para el seísmo político
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Antonio Casado

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Sólo queda un año para el seísmo político

Insisten las encuestas en anticipar una orografía electoral de tres picos, como el sombrero de Alarcón. Las últimas apuntan una suave tendencia al alza del PSOE

Foto: Pedro Sánchez, en el aniversario de la Constitución (EFE)
Pedro Sánchez, en el aniversario de la Constitución (EFE)

Insisten las encuestas en anticipar una orografía electoral de tres picos, como el sombrero de Pedro Antonio de Alarcón. Las últimas apuntan una suave tendencia al alza del PSOE, un ligero retroceso de Podemos y alarmante desplome del PP. Tendencias y sólo tendencias en un panorama político muy fluido. Lo único claro es que la lucha por la Moncloa se circunscribe a los tres partidos citados. Si unimos ese ‘pesimismo de la inteligencia’ (corrupción, clientelismo, desconfianza en las instituciones) que ya se toma a título de inventario el ‘optimismo de la voluntad’ de Mariano Rajoy (Veracruz, 8 de diciembre de 2014), ni Gramsci se hubiera atrevido a pronosticar una salida a la peculiar situación de nuestro país.

Se avecina un fin de época vinculado a la necesidad ampliamente sentida de reformar el sistema del 78 antes de exponerlo a su demolición. Como vengo sosteniendo, ese será el eje del debate desde el minuto uno de la próxima Legislatura, sin que entonces Rajoy y su partido tengan el poder que poseen ahora para frenarlo. Y solo falta un año. Pero un año cargado de acontecimientos e incógnitas por despejar.

A saber: el desenlace o la evolución del problema catalán, el descreimiento ciudadano por la corrupción que no cesa, el desenlace de las elecciones territoriales de mayo, la falta de liderazgo institucional –es brutal la caída de Rajoy en la escala de valoración de líderes– y algo parecido al miedo en la parte más conservadora de la sociedad respecto a Podemos, el emergente partido liderado por Pablo Iglesias.

Precisemos ese miedo. Se expresa ante la posibilidad, que ya no es tan remota, de que Iglesias ocupe la Moncloa. Por los últimos sondeos sabemos que el frenazo de Podemos está directamente vinculado a la creciente verosimilitud de esa posibilidad. Y la exposición pública de su líder y sus propuestas, necesaria para consolidarse como aspirante a presidir el Gobierno, es lo que precisamente juega en contra de sus intereses.

De ahí se deriva el runrún de una eventual convergencia postelectoral de los dos partidos centrales, que podrían sindicarse en nombre de la estabilidad del sistema y el bipartidismo amenazado por un partido emergente que les tiene declarada la guerra. Sería la versión española de la grosse koalition alemana, sin precedentes en nuestro país.

Pero hablar de eso ahora es absurdo, pues Pedro Sánchez, líder del PSOE, no puede permitirse el lujo de hacer frentismo contra Podemos. Lo suyo es confrontar política e ideológicamente con el partido de Pablo Iglesias porque ambos compiten en el territorio de la izquierda, pero no descalificar, despreciar o ir a cara de perro contra la nueva formación. Por la sencilla razón de que estaría disparando contra un tercio de desalentados votantes socialistas que, según creen en Ferraz, “son recuperables”.

Por tanto, sería un error de libro que ahora Pedro Sánchez jugase a las apuestas sobre un posible pacto de gobierno con el PP. Su única apuesta no puede ser otra que la de recuperar el poder con mayoría suficiente para gobernar. La única que tiene sentido, asimismo, para el PP de Mariano Rajoy, en vez de especular con un futuro pacto de gobierno con el PSOE, como hizo hace unas días María Dolores de Cospedal.

Insisten las encuestas en anticipar una orografía electoral de tres picos, como el sombrero de Pedro Antonio de Alarcón. Las últimas apuntan una suave tendencia al alza del PSOE, un ligero retroceso de Podemos y alarmante desplome del PP. Tendencias y sólo tendencias en un panorama político muy fluido. Lo único claro es que la lucha por la Moncloa se circunscribe a los tres partidos citados. Si unimos ese ‘pesimismo de la inteligencia’ (corrupción, clientelismo, desconfianza en las instituciones) que ya se toma a título de inventario el ‘optimismo de la voluntad’ de Mariano Rajoy (Veracruz, 8 de diciembre de 2014), ni Gramsci se hubiera atrevido a pronosticar una salida a la peculiar situación de nuestro país.

Pedro Sánchez Mariano Rajoy