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Barbarie en París, en nombre de Dios
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Antonio Casado

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Barbarie en París, en nombre de Dios

Sólo hay dos bandos. El de la barbarie y el de la libertad. La de expresión en este caso. Así lo ha planteado el presidente francés,

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Solo hay dos bandos. El de la barbarie y el de la libertad. La de expresión en este caso. Así lo ha planteado el presidente francés, François Hollande. Y no hay otra. No busquemos la caja negra del atentado en el dizque fracasado modelo de convivencia francés, sino en el atavismo salvaje que predica el asesinato en el nombre de Dios. Sólo nos faltaba eso, extraviarnos en la crítica a los modelos de integración del emigrante islámico, más o menos generosos, más o menos eficaces, como una forma de explicar los doce muertos de ayer en el asalto criminal a la revista Charlie Hebdo en pleno centro de París.

A ver si va a resultar que, mientras los europeos nos pasamos el día conjugando el binomio libertad-seguridad, una organización de colgados en la Edad Media que se erigen en “vengadores del profeta” van a convertirse en la prueba del nueve de la supuesta incapacidad de la República Francesa para gestionar, o asimilar en su caso, a los inmigrantes islámicos.

No, señores. La barbarie brota en mentes poco evolucionadas que asesinanporque, según ellos, así lo manda Mahoma. Es como si los cristianos siguiéramos al pie de la letra aquello de arrancarse el ojo derecho si el izquierdo veía que pecaba. Estaríamos todos tuertos. ¿Cómo encajar en el hábitat de una civilización que se reconoce en la Declaración de los Derechos Humanos al terrorista que mata a sangre fría al policía malherido en la calle o le corta el cuello a un periodista ante una cámara de televisión para que el mundo se entere de que “Alá es grande”?

Para los que vivimos en esta parte del mundo, es un problema de orden público. Se objetiva y se combate, sin más, en el marco de los protocolos antiterroristas, lo mismo que el terrorista se mueve en el marco de los suyos. Muchas invocaciones a Alá, pero los asaltantes tenían más fe en los chalecos antibala que en el manto protector de Alá. Por tanto, el terrorista es un peligro público y como tal se le trata. Como se tratan las enfermedades infecciosas, imprudencias del tráfico, el crimen organizado o la delincuencia común, al margen de las creencias políticas o religiosas del criminal, el enfermo o el conductor imprudente.

No se podía justificar el terrorismo de ETA–ni explicar, señor Iglesias, dicho sea de paso–, solo porque algunos vascos sintieran como algo insoportable el dolor de la patria aplastada por la bota del Estado español. Y no se puede justificar el terrorismo islámico solo porque unos cuantos chiflados crean que nos estamos burlando de su religión con las famosas caricaturas de Mahoma. También nos burlamos de la nuestra. Que le pregunten a Javier Krahe y a quienes se pudieron sentir legítimamente ofendidos por el cocinado de Cristo. Hasta legítimamente ofendidos, pero no tomaron las armas para eliminar físicamente a los ofensores. Hemos evolucionado lo suficiente como para distinguir el plano temporal del plano espiritual, el Estado de la Iglesias, el César de Dios, la historia de los dioses y la de los hombres. Y más vale que persistamos antes de que nos pase lo que a los conejos de Iriarte cuando discutían sobre galgos o podencos.

Puesno. No se puede justificar lo de ayer en París porque Francia esté o no esté en la coalición internacional contra el Ejército Islámico, porque trate mejor o peor a la emigración islámica, porque los asaltantes sean chiitas o sunitas, de Al Qaeda o del Ejército Islámico. Tampoco se puede explicar de ninguna manera, salvo que la explicación sirva para detener y encarcelar a estos asesinos lo antes posible, que es lo que está haciendo la policía francesa y en cuya tarea espero y deseo que haya resultados inminentes.

Solo hay dos bandos. El de la barbarie y el de la libertad. La de expresión en este caso. Así lo ha planteado el presidente francés, François Hollande. Y no hay otra. No busquemos la caja negra del atentado en el dizque fracasado modelo de convivencia francés, sino en el atavismo salvaje que predica el asesinato en el nombre de Dios. Sólo nos faltaba eso, extraviarnos en la crítica a los modelos de integración del emigrante islámico, más o menos generosos, más o menos eficaces, como una forma de explicar los doce muertos de ayer en el asalto criminal a la revista Charlie Hebdo en pleno centro de París.

Ataque Charlie Hebdo Islam