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Tres eran tres, en lucha por la Moncloa
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Antonio Casado

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Tres eran tres, en lucha por la Moncloa

En la vuelta al cole, después del paréntesis navideño, todo está teñido de electoralismo. Los analistas manejan un trío de ases (PP, PSOE, Podemos). Las encuestas

Foto: El secretario general de Podemos, Pablo Iglesias (EFE)
El secretario general de Podemos, Pablo Iglesias (EFE)

En la vuelta al cole, después del paréntesis navideño, todo está teñido de electoralismo. Los analistas manejan un trío de ases (PP, PSOE, Podemos). Las encuestas mezclan las cartas (el orden varía, según quien paga el trabajo). Y a los dirigentes políticos les entra una repentina sed de cercanías. Así que salen del despacho volviéndose inesperadamente amables. Amables y, sobre todo, voluntaristas, como vamos a ver.

Mariano Rajoy les dijo ayer a los suyos que no hagan caso de las encuestas publicadas este fin de semana, en las que el PP aparece en tercer lugar y el PSOE de segundo. Ante los dirigentes de la Ejecutiva nacional explicó el presidente del Gobierno que los análisis de su asesor, Pedro Arriola, ponen al PP el primero y al PSOE el tercero. La consigna es predicar la recuperación económica, el valor de la estabilidad política y la necesidad de hacerse los encontradizos con el votante.

No estuvo menos voluntarioso el joven líder del PSOE, Pedro Sánchez, ante sus huestes parlamentarias la semana pasada: “Nuestro partido es un partido de ganadores. Estamos en las mejores condiciones de ganar las municipales, las autonómicas y las generales, poniendo fin al azul que tiñó España en 2011. Seremos la primera fuerza política, el partido más votado de España”. Con consigna incluida. A saber: empleo, lucha contra la desigualdad y rearme moral.

También Podemos ha entrado en campaña. A diferencia de sus dos competidores, con la mirada puesta exclusivamente en las elecciones generales. Sus mejores armas no saldrán a relucir en las territoriales de la primavera (en las municipales, ni siquiera su marca), pues el cholismo de Pablo Iglesias aconseja ir “partido a partido para ganar las elecciones generales”. Y el primero es ganar la calle con la exhibición de fuerza del último día de enero en el centro de Madrid. La idea es convertirla en “el inicio del cambio político en España”. Dijo ayer Iglesias que será una forma de decir que “en 2015 va a haber un Gobierno de la gente”. La consigna: ocupar “parte del espacio que dejó libre el PSOE” pero presentándose como un partido “transversal” que defiende los intereses de “los de abajo” frente a “los de arriba” y desborda el eje clásico de izquierda-derecha.

Tres eran tres, a cual más convencido de que las urnas están de su parte. Si el ciudadano responsable aprende a descontarlo, puede irse preparando a vivir uno de los momentos más apasionantes de nuestra reciente historia, marcado por la aparición del tercero en discordia en la lucha por el Palacio de la Moncloa.

Es el fin del bipartidismo, puro o con muleta nacionalista. A dos vueltas. La primera, en las territoriales de mayo. La segunda, en las generales de otoño. Después, ya nada será igual en el mapa político español, lo cual no supone excluir de antemano al candidato del PP (Rajoy) o al del PSOE (Sánchez) del eventual encargo de formar gobierno.

Sí es seguro, en cambio, el adiós a las mayorías absolutas o suficientes de uno de los dos. Y el hola a una política de alianzas donde los otrora costaleros nacionalistas del Gobierno (CiU, PNV y Coalición Canaria) perderán protagonismo frente a los partidos del descorche generacional. Básicamente, Podemos y Ciudadanos.

En la vuelta al cole, después del paréntesis navideño, todo está teñido de electoralismo. Los analistas manejan un trío de ases (PP, PSOE, Podemos). Las encuestas mezclan las cartas (el orden varía, según quien paga el trabajo). Y a los dirigentes políticos les entra una repentina sed de cercanías. Así que salen del despacho volviéndose inesperadamente amables. Amables y, sobre todo, voluntaristas, como vamos a ver.

Mariano Rajoy Pedro Sánchez