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Bárcenas pierde a un hombre cabal
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Antonio Casado

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Bárcenas pierde a un hombre cabal

No necesitó Luis Bárcenas (Huelva, 1957) que el fiscal le pidiera cuarenta y dos años de cárcel para perder la chaveta. Ya la había perdido como

Foto: Javier Gómez de Liaño (2i), exabogado de Luis Bárcenas. (EFE)
Javier Gómez de Liaño (2i), exabogado de Luis Bárcenas. (EFE)

No necesitó Luis Bárcenas (Huelva, 1957) que el fiscal le pidiera cuarenta y dos años de cárcel para perder la chaveta. Ya la había perdido como cobrador del PP, antes de convertirse en pieza separada del caso Gürtel. Y mucho antes de tener ciencia propia sobre la vida entre rejas (más de año y medio ya en Soto del Real).

Entonces se cruzó en su camino, vía crucis por mejor decir, un hombre cabal, el abogado Javier Gómez de Liaño, que asumió su defensa cuando el extesorero del PP ya estaba en prisión preventiva, en el verano de 2013. El letrado se impuso la tarea de organizar la cabeza de su defendido a la búsqueda del mal menor en la fronda legal que lo señalaba y lo señala como el mago de la contabilidad B en el partido de José María Aznar y Mariano Rajoy. Con creciente propensión a la práctica de una inconfesada figura contable: el autodonativo.

Para llevar a cabo con relativo acierto la búsqueda del mal menor, empezando por el quinto intento de salir en libertad provisional, el defensor necesitaba la colaboración del ya famoso personaje. Prohibidos los desahogos extrajudiciales, oficiosidades, medias palabras que cursaban como amenazas a través de terminales mediáticas de confianza, comparaciones odiosas (la última, con Rodrigo Rato) y, en general, cualquier movimiento perturbador de la línea de defensa marcada por Liaño.

Así que lo primero que hizo su nuevo defensor fue decirle "aquí el que manda soy yo". Funcionó mal que bien durante algún tiempo. Hasta el viernes pasado, cuando al juez Ruz y al fiscal les tocaba ver el quinto recurso de apelación (por la libertad provisional tantas veces denegada) junto a unas declaraciones públicas de Bárcenas con alusiones muy poco amistosas hacia ellos. Frente al juez y el fiscal, estaba un perplejo Gómez de Liaño obligado a defender la apelación teniendo sobre la mesa unas declaraciones al ABC de las que no sabía absolutamente nada.

En lo personal suponía deslealtad. En lo profesional, ruptura del principio de confianza entre el letrado y su cliente, tal y como viene descrito en el Estatuto de la Abogacía. La entrevista, hecha por la periodista (buena exclusiva de Marisa Gallero) desde el teléfono de Rosalía Iglesias, la esposa del extesorero, no le había sido comunicada a Gómez de Liaño. En consecuencia, no le quedó otra que presentar por escrito su renuncia ante el juez, Pablo Ruz, quien, a su vez, le ha comunicado a Bárcenas su nueva situación y le ha dado tres días de plazo para que designe a un nuevo abogado. Sería el tercero.

Entre tanto, el zumbido judicial del caso Gürtel se cuela en la campaña electoral del PP. Y sus responsables, en un nuevo desafío al sentido común y las resoluciones judiciales, vuelven a lo que este servidor de ustedes viene llamando la doctrina Casillas: los goles en realidad no se los meten al Real Madrid, sino a su portero. Eso dicen en la calle Génova, que Gürtel es ajeno al PP y que los acusados, como Bárcenas, que fue senador, gerente y tesorero del partido, son “personas concretas” que nada tienen que ver con ese PP que, según el juez, se beneficiaba “a título lucrativo”, pero sin saberlo. Qué cosas.

No necesitó Luis Bárcenas (Huelva, 1957) que el fiscal le pidiera cuarenta y dos años de cárcel para perder la chaveta. Ya la había perdido como cobrador del PP, antes de convertirse en pieza separada del caso Gürtel. Y mucho antes de tener ciencia propia sobre la vida entre rejas (más de año y medio ya en Soto del Real).

Luis Bárcenas Javier Gómez de Liaño Caso Gürtel