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Los "ruidos" que Sánchez no quiere oír
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Antonio Casado

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Los "ruidos" que Sánchez no quiere oír

El secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, esquivó ayer el canutazo de un periodista por “no contribuir al ruido”. Y porque no quiere oírlos. Lógico. Se

Foto: El líder del PSOE, Pedro Sánchez (EFE)
El líder del PSOE, Pedro Sánchez (EFE)

El secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, esquivó ayer el canutazo de un periodista por “no contribuir al ruido”. Y porque no quiere oírlos. Lógico. Se refería la pregunta al reciente y no comunicado encuentro del expresidente Zapatero con Iglesias y Monedero, dirigentes de Podemos. Una cita apadrinada por el exministro Bono, como en su día apadrinó la de González con el juez Baltasar Garzón, que no trajo más que desgracias al PSOE. El episodio ya es una prueba más en manos de quienes agitan una campaña de deslegitimación contra el nuevo líder.

Hay una insensata guerra de guerrillas en los interiores del PSOE, pero no aflora con nombres y apellidos. Los enredadores la trasladan sin firma a través de terminales mediáticas de confianza. Son exdirigentes de frustraciones mal curadas que se sienten desplazados tras el descorche generacional del último verano. Todos ellos llevan en su personal devocionario la estampa de Susana Díaz. Y ella les da esperanzas. De aquella manera, claro. “Ni estoy en eso ni voy a estar”, suele decir.

Proclama su lealtad al secretario general, a veces sin nombrarlo, pero se deja querer y crea las condiciones para que quienes le atribuyen la intención de destronar a Sánchez no se sientan desmentidos. De manera que ya es un lugar común relacionar los supuestos planes de la presidenta andaluza con el adelanto electoral, cuyo anuncio hará en cuanto encuentre los motivos y el modo de explicarlos, a fin de hacerlos parecer más sólidos que los expuestos hasta ahora en nombre de la “estabilidad”. Los están peinando.

Vuelvo al “ruido”. No es lo más conveniente para la remontada de un partido histórico extraviado desde mayo de 2010 que acaba de renovarse y trata de volver a ser reconocible. Apenas seis meses han pasado desde la elección de Pedro Sánchez y su equipo, pero ya hay enredadores que se dedican a desestabilizarlo. Malsana tendencia a tirar piedras sobre el propio tejado. Se lo hicieron a Rubalcaba y se lo están haciendo a su sucesor. En algunos casos, los mismos. O las mismas.

Moverle la silla al secretario general elegido en unas primarias competidas y el posterior congreso de ratificación se hace a sabiendas de que en julio se van a convocar elecciones primarias. Cualquiera de esos dirigentespuede disputarle la candidatura a la Moncloa. “Serán abiertas y competidas”, me dice un significado miembro de la Ejecutiva Federal. Se desprende de ello que Pedro Sánchez no estará solo en la legítima aspiración de representar al PSOE en la lucha por el poder. Tendrá competidor o competidora. Perfecto. Pero aguarden los impacientes a esas primarias para dar salida pública y leal a las críticas deslizadas ahora bajo cuerda. Más o menos fundamentadas, referidas a la falta de proyecto, la debilidad del equipo, el personalismo mediático del líder, los errores estratégicos, etc.

Lo malo es que generan sensación de provisionalidad. Eso es devastador para la causa electoral del PSOE en vísperas de las urnas autonómicas y municipales de mayo, que van a ser la ITV de Sánchez como las europeas lo fueron para Rubalcaba. Eso es verdad. Lo irresponsable es pasarse el día anunciando lo que le pasará a Sánchez si no da la talla en esas elecciones. Como si estuvieran apostando por ello. ¿No sería mejor que Zapatero, Bono, Blanco, Madina… arrimasen el hombro en vez de buscarle alternativas al equipo que acaba de recibir un mandato democrático, legitimo, limpio, abrumador de la militancia?

El secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, esquivó ayer el canutazo de un periodista por “no contribuir al ruido”. Y porque no quiere oírlos. Lógico. Se refería la pregunta al reciente y no comunicado encuentro del expresidente Zapatero con Iglesias y Monedero, dirigentes de Podemos. Una cita apadrinada por el exministro Bono, como en su día apadrinó la de González con el juez Baltasar Garzón, que no trajo más que desgracias al PSOE. El episodio ya es una prueba más en manos de quienes agitan una campaña de deslegitimación contra el nuevo líder.

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