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Antonio Casado

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Pasado mañana, todos griegos

Miramos a Grecia por si tenemos que aplicarnos el cuento. Quién iba a decirnos a los españoles que un estaríamos tan pendientes de unas elecciones griegas.

Foto: El líder de Syriza, Alexis Tsipras, acompañado del líder de Podemos, Pablo Iglesias. (EFE)
El líder de Syriza, Alexis Tsipras, acompañado del líder de Podemos, Pablo Iglesias. (EFE)

Miramos a Grecia por si tenemos que aplicarnos el cuento. Quién iba a decirnos a los españoles que un día estaríamos tan pendientes de unas elecciones griegas. ¿Tanto nos parecemos en el derroche, la corrupción, las vacaciones fiscales y el desprestigio de la clase política?

No, pero ya se han encargado el señor presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, y el líder de Podemos, Pablo Iglesias, con sus respectivas excursiones, de hacernos creer que el recuento de pasado mañana allí anticipará el de dentro de once meses aquí.

Craso error, a mi juicio. Basándonos en un mismo sistema de pesos y medidas, es odiosa la comparación de la batalla contra la crisis en uno y otro país.

Eso vale en magnitudes mesurables (crecimiento, paro, deuda, déficit, etc.), si bien la dinámica del grupo canalizador del malestar social es más o menos la misma: partido emergente que quiere pisar moqueta y proceder a la demolición del sistema en nombre de “los de abajo”.

Por eso nos interesa tanto a los españoles saber cómo les irá a los griegos con Syriza antes de acudir a nuestras urnas municipales y autonómicas de mayo, primero, y generales, después.

España no es Grecia. Otra cosa es el interesado seguimiento de los resultados de Syriza sin dejar de mirar a Podemos. Son primos hermanos y también suscitan sentimientos encontrados entre el miedo y la esperanza de los votantes. Y lo mismo que Alexis Tsipras en Grecia, también Pablo Iglesias en España se queja de estar sufriendo una campaña del miedo. Uno y otro cuentan, en cambio, con la esperanza de quienes piensan votarlos antes de que la austeridad acabe matando la democracia, según doctrina compartida por ambos líderes.

Cinco minutos después de conocer el fallo de las urnas estaremos en condiciones de apostar por el contagio (de eso acaba de hablar el FMI, en plan de aviso a navegantes) o por la vacuna (el miedo de Iglesias, la esperanza de Sánchez) respecto a los indignados españoles. Disponemos de unos diez meses, si Rajoy no anticipa las elecciones generales, que no parece, para mirar a Grecia como banco de pruebas. He ahí la clave del inusitado interés nacional por las elecciones griegas del domingo.

En todo caso, dudo mucho de que acertase Pablo Iglesias cuando cantó hace unos días la victoria de su amigo Tsipras en Grecia como anticipo de la suya en España. Si Syriza llegase a gobernar cumpliendo lo prometido contra el merkeliano yugo de la UE y el FMI, bajaría la cotización electoral de Podemos.

Pocas posibilidades tendría de llegar a la Moncloa si, pongamos por caso, Alexis Tsipras acaba creando un Estado gamberro que no paga sus deudas y opta por la autarquía. Sería una vacuna de los electores españoles para frenar el asalto de Podemos a las encuestas electorales y volver a poner sus votos en lo malo conocido.

Miramos a Grecia por si tenemos que aplicarnos el cuento. Quién iba a decirnos a los españoles que un día estaríamos tan pendientes de unas elecciones griegas. ¿Tanto nos parecemos en el derroche, la corrupción, las vacaciones fiscales y el desprestigio de la clase política?

Grecia Mariano Rajoy