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El puño de hierro fue esta vez a un soldado español
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Antonio Casado

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El puño de hierro fue esta vez a un soldado español

Esta vez la víctima ha sido un soldado español. Hacía funciones de centinela en un puesto libanés de la ONU, perfectamente localizado por el Ejército de

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Esta vez la víctima ha sido un soldado español. Hacía funciones de centinela en un puesto libanés de la ONU, perfectamente localizado por el Ejército de Israel junto a la aldea libanesa de Ghajar. De modo que se nos hace muy cuesta arriba conformarnos con la tesis inicial de Moncloa, que habla de “accidente”. Usó esa palabra el ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel García-Margallo. Luego la retiró, aunque dice que aún es pronto para presentar una queja ante el Gobierno de Tel Aviv.

En improvisada rueda de prensa afirmó que a España no le va a temblar la mano en la "exigencia de responsabilidades” y que el ataque iba dirigido contra Hizbolá. Ya se supone que no iba destinado a los cascos azules. Solo faltaba. Lo denunciable es, una vez más, la desproporción. No me invento nada. Ayer mismo el ministro israelí de Asuntos Exteriores, Avigdor Lieberman, al conocer el ataque que acababa de sufrir un convoy israelí en una zona del sur de Líbano parcialmente ocupada por su Ejército, declaró que “Israel debe responder de una manera contundente y desproporcionada”. Unas horas después telefoneaba a su colega. Le daba el pésame y lamentaba que las fuerzas de la ONU, a las que pertenecía el soldado español, no hagan lo suficiente para impedir los ataques de Hizbolá.

La muerte de nuestro compatriota ya era una consecuencia de la respuesta contundente, rápida e indiscriminada anunciada por Lieberman. Se ha verificado el uso de una treintena de proyectiles que explotan en el aire y multiplican el devastador efecto de la metralla. Muy en líneacon los usos y costumbres del Ejército israelí, que incluyen esa clase de respuestas rápidas. En este caso, por la emboscada que acababa de sufrir un convoy israelí, en la que dos de sus soldados murieron por un misil antitanque lanzado por las milicias de Hizbolá. Sobre las consecuencias que puede tener la agresión de la guerrilla chiita basta recordar la masacre del último verano en Gaza.

De nuevo he de advertir que no me invento nada. Es el propio primer ministro, Benjamín Netanyahu, el que ayer proponía a “todos aquellos que nos quieran retar en el norte” que “miren hacia lo sucedido en Gaza”. De momento, la única víctima del puño de hierro israelí ha sido un soldado español

Quienes hemos denunciado tan reiterada como inútilmente la desproporción de las respuestas israelíes a los ocasionales ataques exteriores (digo ocasionales porque desde la guerra de 1973 no hay en su perímetro de seguridad ninguna fuerza capaz de medirse a la poderosa máquina militar de Israel) tal vez tengamos un mayor eco en esta ocasión.

O no. Porque quizás el dolor de la familia del cabo, Francisco Javier Soria Toledo, malagueño, 36 años, que estaba esperando un hijo, y la rabia contenida en la general condolencia de los ciudadanos españoles a la familia del soldado y a las Fuerzas Armadas también se acaben perdiendo en la consabida remisión del lamentable suceso a la investigación abierta para conocer los detalles del ataque, quién dio la orden, por qué esta vez no se siguió la costumbre de comunicar previamente la operación al mando de la FINUL (Fuerza Interina de la ONU para Líbano) y, sobre todo, por qué luego Israel no respetó el alto el fuego solicitado por el mando de los cascos azules para evacuar el cadáver del soldado español.

Esta vez la víctima ha sido un soldado español. Hacía funciones de centinela en un puesto libanés de la ONU, perfectamente localizado por el Ejército de Israel junto a la aldea libanesa de Ghajar. De modo que se nos hace muy cuesta arriba conformarnos con la tesis inicial de Moncloa, que habla de “accidente”. Usó esa palabra el ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel García-Margallo. Luego la retiró, aunque dice que aún es pronto para presentar una queja ante el Gobierno de Tel Aviv.

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