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Antonio Casado

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En nombre de la España bipartidista

El pacto antiterrorista entró ayer en el telar parlamentario. Buena noticia. El expresidente del Gobierno, Felipe González, alabó el sentido de la responsabilidad mostrado por Mariano

Foto: El presidente Mariano Rajoy y Pedro Sánchez en la Moncloa. (EFE)
El presidente Mariano Rajoy y Pedro Sánchez en la Moncloa. (EFE)

El pacto antiterrorista entró ayer en el telar parlamentario. Buena noticia. El expresidente del Gobierno Felipe González alabó el sentido de la responsabilidad mostrado por Mariano Rajoy y el líder del PSOE, Pedro Sánchez, a pesar de la discrepancia sobre la cadena perpetua. González duda de su constitucionalidad, como Sánchez, pero ambos coinciden en que de ninguna manera podían permitir que ese escollo impidiera la unidad política frente al desafío del yihadismo. La unidad que todos echamos de menos un jueves de sangre de hace ya más de diez años.

No todo el mundo ha visto así algo tan fácil de entender a la luz de los intereses generales. Bajo otras luces, las que iluminan los intereses de parte, se ponen en circulación argumentos menos desprendidos. Unos ven el acercamiento antiterrorista de los dos partidos centrales como si fuera un primer paso hacia la gran coalición PP-PSOE. Y otros creen estar escuchando el canto del cisne del bipartidismo.

En realidad las dos líneas de análisis nos invitan a ir descontando la bancarrota del sistema. La idea es la de irse acostumbrando ya al fin de época anunciado por el apremiante tic-tac de Pablo Manuel Iglesias. El colega Fernando Onega hablaba ayer en Herrera en la Ondade la “contaminación ideológica” que, a esos efectos, venimos respirando de un tiempo a esta parte. Es verdad, aunque yo hablaría de “contaminación verbal”.

Se trata de repetir a todas horas que el sistema está en las últimas y que a los partidos de la centralidad sólo les queda tirar la toalla ante el avance irresistible de Podemos, que es un partido extraparlamentario. Hombre, deberíamos ser todos más prudentes y al menos esperar a que el novísimo mapa político salga de las encuestas y entre en las instituciones.

Y mientras tanto, sensatez y sentido de la responsabilidad de los que gobiernan y los que aspiran a gobernar. En este caso, frente a la barbarie criminal sistematizada por el yihadismo sobre quienes vivimos en esta parte del mundo civilizado. A sabiendas de que quienes critican el pacto firmado anteayer en Moncloa son los mismos que, ante un nuevo atentado, estarían reclamando unidad frente al terrorismo “si no se hubiera hecho lo que se acaba de hacer”, según decía ayer Felipe González. Asume la aceptación provisional de la cadena perpetua (compromiso de derogarla si el PSOE vuelve al Gobierno) como un acto de responsabilidad que blinda la unidad antiterrorista al precio de una aparente incongruencia ideológica.

Y eso nada tiene que ver con una suerte de frentismo contra los seguidores de Pablo Manuel, vistos por Rajoy como heraldos de la España negra y a los que Sánchez califica de “No sabemos”. Tampoco nos pone en la pista de un prematuro encamamiento político PP-PSOE para colonizar el sistema en nombre de lo malo conocido.

Ayer, en Barcelona, Sánchez dijo que le encantaría llegar a más acuerdos de fondo con el Gobierno del PP.Por ejemplo, uno que garantizase tanto el Estado del Bienestarcomo el equilibrio presupuestario. Pero también arremetió contra la reforma universitaria de Wert y el desmesurado optimismo de Rajoy por la recuperación económica.

El pacto antiterrorista entró ayer en el telar parlamentario. Buena noticia. El expresidente del Gobierno Felipe González alabó el sentido de la responsabilidad mostrado por Mariano Rajoy y el líder del PSOE, Pedro Sánchez, a pesar de la discrepancia sobre la cadena perpetua. González duda de su constitucionalidad, como Sánchez, pero ambos coinciden en que de ninguna manera podían permitir que ese escollo impidiera la unidad política frente al desafío del yihadismo. La unidad que todos echamos de menos un jueves de sangre de hace ya más de diez años.

Pedro Sánchez Mariano Rajoy