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Rajoy no juega a la ruleta
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Antonio Casado

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Rajoy no juega a la ruleta

Marianismo puro y duro en su intervención ante la aristocracia del partido. Las obviedades no levantan pasiones. Por mucho que se solemnicen desde un atril

Foto: El presidente del PP, Mariano Rajoy, y la secretaria general, María Dolores de Cospedal. (Reuters)
El presidente del PP, Mariano Rajoy, y la secretaria general, María Dolores de Cospedal. (Reuters)

Lo previsto. Unos cuantos titulares, ninguna decisión y silencio total enel turno de palabra. Nadie cayó en la tentación asambleísta de los guardianes de las esencias. Pobre balance de la Junta Directiva del PP celebrada ayer. Suficiente para poner aún más de los nervios a la derecha ilustrada –el verdadero sensor de la crisis interna de la organización–, que se reparte entre los que culpan a Rajoy y sólo a Rajoy de todos los males del partido, y quienes prefieren a María Dolores de Cospedal como chivo expiatorio.

El discurso del jefe (“Hemos acertado en lo importante, aunque hemos defraudado en algunas cosas”) tampoco consuela a los dirigentes autonómicos y municipales amenazados de desahucio en las urnas del 24 de mayo. Mucha cifra, poca piel. En unas elecciones de cercaníascomo las que se avecinan, la prima de riesgo o el interés negativo de los bonos no hacen volver la cabeza a los electores.

Marianismo puro y duro en su intervención ante la aristocracia del partido. Para no dejar por mentirosos o desorientados a quienes desde medios afines vienen reclamando la jubilación anticipada de Mariano Rajoy, las obviedades no levantan pasiones. Por mucho que se solemnicen desde un atril.

 Basta el tirón de las siglas, la historia del partido y el trabajo bien hecho para que los españoles sepan que 'votar al PP no es jugar a la ruleta'

Esa fue la doctrina que, una vez más, defendió el sucesor de José María Aznar. A saber: primero, consolidar la recuperación económica, y después, ganar las elecciones. Obvio, sí, porque “lo obvio acaba siendo lo real”, sentenció. Lo demás es accesorio, accidental, irrelevante, en el frío discurso del presidente del Gobierno. De modo que no se perdió en llamamientos a la unidad y la responsabilidad de los dirigentes porque de lo uno y de lo otro van sobrados (ahí es donde algunos intercambiaron medias sonrisas y pataditas por debajo de la mesa).

Tampoco perdió Rajoy ni un segundo en proponer la forma dellegar al corazón de sus desalentados votantes. Es innecesario. Basta el tirón de las siglas, la historia del partido y el trabajo bien hecho para que los españoles sepan que “votar al PP no es jugar a la ruleta”. Fue un pellizco de monja a los emergentes, Podemos y Ciudadanos: “Nosotros no necesitamos buscar candidatos en las cafeterías”.Ahí se quedaron los recados a los partidos cuya irrupción pondrá fin a los días de vino y rosas vividos durante estos últimos cuatro años por los más de quinientos asistentes a la Junta Directiva del partido de Rajoy.

Y el de Antonio Sanz, delegado del Gobierno en Andalucía, al que ni Cospedal ni Rajoy dictaron su absurdo chispazo de anticatalanismo. El partido del portavoz parlamentario, Rafael Hernando, al que ni el número uno ni la número dos dieron la idea de asociar a Albert Rivera (Ciudadanos) con Naranjito. El partido de Esperanza Aguirre, que descarga un sartenazo en el bajo vientre de Rajoy (vuelve a la primera línea política porque el partido está mal y ella acude a salvarlo), pero no pidió la palabra para abrir el debate ideológico que viene reclamando en los medios de comunicación.

No pasa nada. Cada uno es cada uno, en pura doctrina marianista: “Somosmiles de militantes y cargos públicos, cada uno con su forma de ser”. Vale, pero esas formas de ser, la de Soraya frente a la de Cospedal, la de Cospedal frente a la de Arenas, la de Aguirre frente a la de Cifuentes o la de Rajoy frente a la de Aznar, son precisamente las que ensucian la banda sonora de un partido que, en contra de lo que dijo ayer el presidente, no está en forma ni mucho menos.

Lo previsto. Unos cuantos titulares, ninguna decisión y silencio total enel turno de palabra. Nadie cayó en la tentación asambleísta de los guardianes de las esencias. Pobre balance de la Junta Directiva del PP celebrada ayer. Suficiente para poner aún más de los nervios a la derecha ilustrada –el verdadero sensor de la crisis interna de la organización–, que se reparte entre los que culpan a Rajoy y sólo a Rajoy de todos los males del partido, y quienes prefieren a María Dolores de Cospedal como chivo expiatorio.

Mariano Rajoy María Dolores de Cospedal