A Iglesias le da pena el Rey

El líder de Podemos ha decidido perdonarle la vida a Felipe VI: “No le envidio”. Por el acercamiento a la compasión. He ahí la moraleja que Pablo M. Iglesias ha obtenido de su repicadísima foto con el Rey. “Me da pena el jefe del Estado”, dice, por tener que soportar a diario “conversaciones intranscendentes” en un “ambiente cortesano”.

Otra vez la arrogancia del personaje. No parece haber asumido que ese rasgo de los dirigentes de Podemos es una de las tres causas de su caída en los sondeos, junto al caso Monedero y la afinidad chavista. Por ahí pierde los votos que gana en la frescura delgesto que escenificó en Bruselas, cuando entregó al Rey los vídeos de la serie de moda como los chicos de Wyoming entregaban las gafas del viejo CQC (Caiga quien caiga) a grandes figurones de la vida pública.

Algo más que un gesto simpático en un acto aburrido. Iglesias consiguió la foto en la primeras páginas de todos los periódicos de ayer (excepto en el monárquico ABC, hasta ahí no llegó la marea). Vale, objetivo cubierto. Además, contó con la sonriente complicidad de Felipe VI y la buena educación que le reconoce al Monarca. A cambio, el líder de Podemos podía haber valorado el episodio como prueba de convicción de que la figura de un Rey (en una Monarquía Parlamentaria, se entiende) está mejor dotada que un presidente de la República para el ejercicio la neutralidad en la Jefatura de Estado. No hubo tal.

A Iglesias se le ha vuelto a llenar su boca republicana contra la figura de un rey hereditario

A Iglesias se le ha vuelto a llenar su boca republicana contra la figura de un rey hereditario. Hasta el punto de hacer a Felipe VI la absurda sugerencia de pasar por las urnas, en la seguridad de que los españoles le votarían. Seguramente dice la verdad, habida cuenta de que lo tienepor persona simpática, educada y querida por los españoles. Solo una pega, mecachis:no ha sido elegido por los ciudadanos en una votación democrática.

Según él, eso aconseja apostar por una República que ponga en la cúspide del Estado a una persona elegida democráticamente. Me imagino algunos nombres. A saber: José María Aznar, Cayo Lara, Rodríguez Zapatero, Esperanza Aguirre o Juan Carlos Monedero. Todos ellos con una marca política e ideológica en la frente. Algo que no le cuadra a quien se ha profesionalizado en la tarea de representar al Estado por encima de partidos y banderías, a la luz de le legalidad emanada de una Constitución.

Dicho sea lo cual, justo cuando acabamos de celebrar un nuevo aniversario de la proclamación de la Segunda República española. Siempre es una ocasión excelente para ensalzar la memoria de los buenos españoles que defendieron la ley y la razón atropelladas en 1936. Pero no, a mi juicio, para crear problemas donde no los hay. Es decir, no para proponer la vuelta a una forma de Estado que solo reclama una minoría de españoles y no daría más de lo que ya tenemos en materia de libertades.

Porque, ojo, el problema no es de formas, sino de contenidos. Y si no, comparemos la República de Venezuela con el Reino de Suecia ¿Hay color, señor Iglesias?