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Inmaduro líder del chavismo

Nicolás Maduro inició su escalada verbal contra España cuando decidió incluirla en un eje del mal, junto a Estados Unidos y Colombia. Por el artículo 33. O sea, el de su real gana

Foto: El presidente venezolano, Nicolás Maduro. (EFE)
El presidente venezolano, Nicolás Maduro. (EFE)

Con la “llamada a consultas” de nuestro embajador en Caracas, Antonio Pérez-Hernández, el Gobierno sube un escalón en la forma de expresar su malestar por vía diplomática. Hace lo debido frente a los intolerables ataques del presidente venezolano, Nicolás Maduro, contra el presidente Rajoy, el expresidente González, al que acaba de declarar persona "non grata", y el propio Gobierno español.

Este inmaduro líder del chavismo tambaleante inició su escalada verbal contra España cuando decidió incluirla en un eje del mal, junto a Estados Unidos y Colombia. Por el artículo 33. O sea, el de su real gana. Bueno, estaba en su derecho a procesar de tal modo las malas noticias que no dejan de amontonarse sobre su mesa de trabajo: la inflación más alta del mundo, el dramático problema del desabastecimiento, la corrupción, la inseguridad ciudadana (16.549 asesinatos en 2014), la caída del precio del petróleo y el distanciamiento de sus amigos cubanos, que han empezado a mirar hacia el norte.

Pero, en fin, tampoco íbamos a declararle la guerra. Bastaba con aplicarle ese aforismo tuneado que dice: el que calla no es que otorgue, sino que renuncia a hablar con un idiota. Pues eso. Pero la manía persecutoria del sucesor de Hugo Chávez fue a más, como también iba a más su ataque de contrariedad por el acercamiento de Cuba a Estados Unidos (eso obliga a revisar su pacto de petróleo por cooperantes con Raúl Castro y deja descolocado al chavismo en el tablero político de la región).

Las descalificaciones de Maduro se han centrado en Aznar, González y Rajoy. Les ha dedicado insultos impropios del primer mandatario de un país amigo

La noticia de que Felipe González se haría cargo de la defensa de los dos principales presos políticos venezolanos, hace un mes, y la posterior declaración reprobatoria del Parlamento español, le hicieron perder la chaveta. A ese cerebro averiado por su propia incapacidad para afrontar los pavorosos problemas internos se le ha ocurrido lo que se le ocurre a los regímenes ensimismados: fabricarse un enemigo exterior.

Las descalificaciones de Maduro se han centrado en Aznar, González y Rajoy. Les ha dedicado insultos impropios del primer mandatario de un país amigo. Lo último ha sido decir públicamente que el Gobierno español apoya el terrorismo. Y todo ello, solo porque la España política le afea la conducta por encarcelar a los discrepantes mientras empeoran día a día las condiciones de vida del pueblo venezolano. No toda la España política, precisemos, porque siempre le quedará un Joan Tardà(ERC) o un Juan Carlos Monedero (Podemos) para hacer la consabida apología del chavismo. En el caso del segundo, debidamente gratificada.

A la vista de los antecedentes, no lefalta fundamento a la teoría de que las impresentables reacciones de Maduro contra España se podrían estar produciendo bajo la inspiración de sus amigos españoles: Iglesias, Monedero, Errejón, Alegre, Montero, todos ellos vinculados a la CEPS, una fundación dedicada a la exaltación del régimen bolivariano. Y si no es así, siempre estarán a tiempo de desmentirlo mediante la condena pública de un régimen autoritario cuyo primer dirigente se atreve a descalificar el sistema constitucional español.

Con la “llamada a consultas” de nuestro embajador en Caracas, Antonio Pérez-Hernández, el Gobierno sube un escalón en la forma de expresar su malestar por vía diplomática. Hace lo debido frente a los intolerables ataques del presidente venezolano, Nicolás Maduro, contra el presidente Rajoy, el expresidente González, al que acaba de declarar persona "non grata", y el propio Gobierno español.

Nicolás Maduro