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El "sí, quiero" de Rajoy y la enmienda Trillo
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El "sí, quiero" de Rajoy y la enmienda Trillo

Cuando la cesta del pan se quede semivacía tras el recuento electoral del 24 de mayo y se imponga la reflexión recomendada por Núñez Feijóo, a Rajoy no le bastará un “sí, quiero” a la hora del desayuno

Foto: El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy. (EFE)
El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy. (EFE)

El presidente del Gobierno y del PP cabalga mientras otros ladran. De pronto se vino arriba. No daba la impresión de estar deprimido cuando ayer tarde en el Senado se estaba pegando con la socialista María Chivite. Ya no era el indolente Rajoy de las coplas. Mala noticia para quienes en su propia familia le muerden los tobillos. Buena para quienes empezaban a tener dudas antes de encontrárselo a la hora del desayuno pidiéndoles confianza “porque conmigo les irá bien”.

Estamos ante un frenazo a ese antimarianismo doméstico que había decidido de modo prematuro y artificial agitar la cuestión sucesoria. No sirvió de nada el reciente decreto verbal del jefe que, ante la aristocracia del PP, impuso una tregua hasta después de las elecciones de mayo. Pero ya se ha visto que para destronar a Mariano Rajoy no basta denunciar en un periódico el déficit de liderazgo y de rumbo (“¿Sabe el partido hacia dónde va?”, se pregunta Aznar). También conviene echarle un vistazo a los estatutos del partido.

Por ejemplo, lo que Esperanza Aguirre califica de “malhadada enmienda Trillo” (congreso nacional de 2008), que otorga al presidente del partido la inherente condición de candidato a la Moncloa en unas elecciones generales. Salvo expresa renuncia del interesado, se entiende. No es el caso ni lo ha sido en ningún momento desde que Rajoy recibiese el legado de Aznar en el otoño de 2003, incluida la dañina lista de boda de la tercera infanta. ¿Y puede serlo después de las elecciones territoriales del 24 de mayo, en las que el patrimonio político del PP va a sufrir un sensible recorte de poder municipal y autonómico? No. Pase lo que pase. Lo dijo con todas las letras en el cumpleaños de Europa Press.

Último recurso para frenar el ruido de sables y sentirse ajeno al proceso de renovación generacional que se está produciendo a su alrededor

En principio parece fácil gestionarlo: si el PP aguanta el tirón, miel sobre hojuelas en la recta final hacia las generales; y si hay desahucios sonados, como se temen los distintos candidatos, serán estos quienes deban darse por aludidos. Parece fácil, pero no lo será. Cuando la cesta del pan se quede semivacía tras el recuento electoral del 24 de mayo y se imponga la reflexión recomendada por Núñez Feijóo, a Rajoy no le bastará un “sí, quiero” a la hora del desayuno. Ni las apelaciones al optimismo como remedio frente a derrotistas y murmuradores.

Hombres de poca fe –y mujeres– que no creen en Rajoy y, como le ocurre en las filas socialistas a Susana Díaz y Zapatero respecto a Pedro Sánchez, no les importa que se sepa. A saber: Aznar, San Gil, Aguirre, Mayor Oreja, Cayetana, y esa derecha ilustrada que se retrata en FAES. Entonces puede verse obligado a desempolvar la enmienda Trillo. Último recurso para frenar el ruido de sables, que sigue latente, y sentirse ajeno al proceso de renovación generacional que se está produciendo a su alrededor (Sánchez, Rivera, Garzón, Iglesias, Felipe VI).

Va camino de convertirse en el anciano de la tribu, pero siempre tendrá a mano a uno de los novísimos, como Pablo Casado, para defenderle como “el mejor candidato del PP” (Las Jornadas de El Confidencial, ayer), precisamente por la experiencia acumulada en su paso por todas las instancias del poder.

El presidente del Gobierno y del PP cabalga mientras otros ladran. De pronto se vino arriba. No daba la impresión de estar deprimido cuando ayer tarde en el Senado se estaba pegando con la socialista María Chivite. Ya no era el indolente Rajoy de las coplas. Mala noticia para quienes en su propia familia le muerden los tobillos. Buena para quienes empezaban a tener dudas antes de encontrárselo a la hora del desayuno pidiéndoles confianza “porque conmigo les irá bien”.

Mariano Rajoy