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Tramo final: a la caza del indeciso
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Antonio Casado

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Tramo final: a la caza del indeciso

Quedan menos de 72 horas para celebración de unas elecciones que se revelan como históricas. Los partidos, nuevos y viejos, pelean estas últimas horas para enganchar a los que todavía dudan

Foto: El secretario general de Podemos, Pablo Iglesias, y el candidato a la Presidencia de la Comunidad de Madrid, José Manuel López (i). (EFE)
El secretario general de Podemos, Pablo Iglesias, y el candidato a la Presidencia de la Comunidad de Madrid, José Manuel López (i). (EFE)

Hablar los expertos de volatilidad y volverse loca la campaña fue todo uno. Desde la pública declaración de amor de la monja televisiva al presidente de la Generalitat, Artur Mas, hasta los amores que matan de Pedro Sánchez y Susana Díaz, al fin juntos anoche en Alcalá de Guadaíra, pasando por la promesa de añadir el hip-hop a los planes educativos, según la luminosa idea del aún presidente de Extremadura, José Antonio Monago.

En el tramo final de la campaña también reaparecieron síntomas de envilecimiento, por pérdida de las más elementales formas de respeto. Dicho sea por quienes creen que el ataque personal al adversario –sólo de palabra, claro– se ha convertido en recurso de última hora para ganarse la voluntad de los indecisos. Craso error. Más bien se vuelven en contra de quien lo utiliza. Pienso en las malas artes desplegadas en su canal amigo (Telemadrid) por la candidata a la Alcaldía, Esperanza Aguirre, contra Manuela Carmena. Ayer no se hablaba de otra cosa.

Estamos a menos de cuarenta y ocho horas de la jornada de reflexión. Momento de mirar a estas elecciones como excelente oportunidad de cambiar esas formas de hacer política basura. Aunque no solo eso. Muchos componentes del sistema alumbrado en 1978 piden a gritos una operación regeneradora a fondo. Nada de chapa y pintura. A los dos partidos emergentes, Podemos y Ciudadanos, hemos de reconocer su decisiva aportación al clima de cambio. Se expresa en la canalización del malestar hacia las urnas y el contagio regenerador a los dos grandes. Más al PSOE que al PP, es verdad, aunque ambos deben embarcarse en la tarea por puro instinto de supervivencia.

Ya en tramo exento de sondeos nos acercamos al inexcusable dictamen de las urnas. Esta vez va a quedar incompleto porque una cosa es el recuento de la noche electoral y otra la formación de gobiernos en 8.122 ayuntamientos y 13 autonomías. Todo dependerá de los futuros pactos. De ellos se ha hablado mucho inútilmente en función de unas urnas que están por abrir y muy poco en función de las que ya estaban abiertas en Andalucía (pretextos mil para aplazar la investidura de Díaz al reparto de cartas del domingo que viene).

Sin tener en la mano las cifras y los porcentajes, especular sobre posibles alianzas es hablar por hablar. En la España de las cuatro esquinas que se está configurando, ningún partido podrá hacer de su capa un sayo sin contar con uno de los otros tres, tanto en el ámbito autonómico como en el municipal. El resultado es una orografía electoral nueva marcada por el multipartidismo. No es mala noticia. Ese escenario favorece el diálogo, el pacto, la negociación y el compromiso, sin los inconvenientes de las mayorías que han generado vicios tan perversos como la política basura, el clientelismo y la corrupción.

Será inevitable y obligado descifrar los resultados del 24-M en clave nacional. Como una primera vuelta de las elecciones generales. La gran pregunta que nos haremos esa noche es si PP y PSOE han aguantado la irrupción de las dos nuevas fuerzas sin que se altere su histórico juego alternativo en el poder. Yo creo que sí, aunque eso no supone la pervivencia del bipartidismo tal y como lo conocemos ahora.

Hablar los expertos de volatilidad y volverse loca la campaña fue todo uno. Desde la pública declaración de amor de la monja televisiva al presidente de la Generalitat, Artur Mas, hasta los amores que matan de Pedro Sánchez y Susana Díaz, al fin juntos anoche en Alcalá de Guadaíra, pasando por la promesa de añadir el hip-hop a los planes educativos, según la luminosa idea del aún presidente de Extremadura, José Antonio Monago.

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