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En el PP de Rajoy nunca pasa nada
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Antonio Casado

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En el PP de Rajoy nunca pasa nada

Tras los resultados de las elecciones, en el PP no hay autocrítica, nada de catarsis interna ni tampoco un análisis de los fallos cometidos. Rajoy, en su línea, apela a la continuidad

Foto: El presidente del Gobierno y del PP, Mariano Rajoy. (EFE)
El presidente del Gobierno y del PP, Mariano Rajoy. (EFE)

La del PP fue una victoria sin balcones. Mejor así, porque el fin de fiesta hubiera quedado rebatido enseguida por los ritos de apareamiento de los perdedores. De modo que su indiscutible y amarga victoria matemática (esta vez no solo era cuestión de cifras) se celebró puertas adentro. De aquella manera.

Con caras largas pero inexpresivas cuando llegó el turno de palabra. Un leve comentario de Luisa Fernanda Rudi sobre el desgaste de la marca y fin de la reflexión conjunta en el Comité Ejecutivo del día después. Allí estuvieron todos los barones. Todos menos uno, Juan Vicente Herrera, todavía presidente de Castilla y León, justamente el que ha sido mejor tratado por las urnas. Ni pudo ni quiso asistir, según dice.

Herrera quiso y pudo formular sus quejas a través de un medio de comunicación (Onda Cero). Era su forma de escapar del aire viciado de las reuniones de partido, donde nunca pasa nada, nadie dice nunca lo que piensa y al final sólo se despacha marianismo en estado puro: “Ha sido una victoria incuestionable”, “Ahora toca ampliar la confianza que nos han dado los españoles y ganar las próximas elecciones generales”. Amén.

La solución a los males del PP, que ha perdido casi cinco millones de votos desde los comicios de noviembre de 2011, la tiene el espejo de Rajoy

Quien mejor lo ha expresado es Marisol Hernández, colega de El Mundo, en estas líneas: “El PP se encuentra atrapado en el cuerpo y el cerebro de Rajoy. Tan encerrado como en su día lo estuvo en el de José María Aznar y su defensa de la guerra de Irak”.

Por tanto, la solución a los males del PP, que ha perdido casi cinco millones de votos desde noviembre de 2011 (elecciones generales) y casi todo el poder territorial conquistado hace cuatro años, la tiene el espejo de Rajoy. Es la tesis de Juan Vicente Herrera. El presidente ha de mirarse al espejo, hacerse la pregunta ('¿debo dar un paso atrás o repetir candidatura a la Moncloa?') y responderse a sí mismo.

Por supuesto, nada de elecciones primarias. Ni siquiera para pasar el corte de Ciudadanos en la eventual formación de mayorías. ¿Primarias en el PP para elegir a sus candidatos? Qué disparate. Sería como pedirle el rosario en familia a los dirigentes de Podemos.

A la espera de que Rajoy consulte con el espejo, nada deautocrítica, nada de catarsis, nada de debates internos sobre los fallos cometidos. En todo caso, algunos pellizcos de monja. Nunca en casa, sino en la plaza pública de los medios. Si Herrera pide caras nuevas y mejora de la comunicación (hacia fuera y hacia dentro), Cristina Cifuentes denuncia falta de cercanía y de humildad”, Alberto Fabra pide cambio de “comportamientos y actitudes” yArantza Quiroga, capacidad de reacción frente a este “nuevo aviso de los ciudadanos”.

A otros barones cabizbajos del PP solo se les ha ocurrido emplazar a sus compañeros a “aprender de nuestros errores” (Bauzá) o buscar la complicidad del PSOE contra los populismos (Rita Barberá y Esperanza Aguirre).

El único que apela a la continuidad, divino tesoro, es el número uno. Su emplazamiento al PP es el de seguir trabajando por la recuperación de España. “Desde el Gobierno o desde la oposición”, dice. En el PP nunca pasa nada.

La del PP fue una victoria sin balcones. Mejor así, porque el fin de fiesta hubiera quedado rebatido enseguida por los ritos de apareamiento de los perdedores. De modo que su indiscutible y amarga victoria matemática (esta vez no solo era cuestión de cifras) se celebró puertas adentro. De aquella manera.

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