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Rajoy y Sánchez: empieza la carrera
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Antonio Casado

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Rajoy y Sánchez: empieza la carrera

En las entrañas oficiales de la oca (el CIS) PP y PSOE vuelven a aparecer como los dos partidos hegemónicos en sus respectivos espacios de la derecha y la izquierda

Foto: El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy (i), recibe al nuevo secretario general del PSOE, Pedro Sánchez. (EFE)
El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy (i), recibe al nuevo secretario general del PSOE, Pedro Sánchez. (EFE)

Inestimable colaboración de Mariano Rajoy al reforzamiento de Pedro Sánchez como aspirante creíble a la Moncloa. La sesión de control de ayer en el Congreso fue un paso más. El pretexto (¿se radicaliza el PSOE?) es lo de menos.

Si reparamos en lo ocurrido con Esperanza Aguirre en Madrid, que se equivocó de estrategia al ignorar a su adversario natural (el socialista Carmona) y centrarse en la izquierda alternativa (el Ahora Madrid de Carmena), el presidente se hace un favor y se lo hace al PSOE. A pocos meses de las elecciones generales, su agresividad contra el líder socialista, por pérdida de centralidad, es una vela al bipartidismo y otra a la consolidación de Sánchez como indiscutible aspirante a la Moncloa.

Foto doble de la actualidad política. Por un lado, los inminentes cambios en el PP y en el Gobierno. Por otro, la “presentación de Pedro Sánchez como candidato a la Presidencia del Gobierno de España”. Así reza la convocatoria del acto, el domingo por la mañana en el teatro Circo Price. Empieza a escenificarse la batalla por la Moncloa, donde la izquierda alternativa liderada por Pablo M.Iglesias solo es una excusa en el intercambio de golpes entre las dos fuerzas centrales del cuestionado bipartidismo. Es la moraleja del durísimo cruce parlamentario entre Rajoy y Sánchez por cuenta del salto de la izquierda indie al poder municipal de grandes ciudades con apoyo del PSOE.

De la mano de Pedro Sánchez, por quien nadie daba un duro hace unos meses, el PSOE ha vuelto a meterse en el partido

Lo destacable de dicha escenificación es que, de la mano de Pedro Sánchez, por quien nadie daba un duro hace unos meses, el PSOE ha vuelto a meterse en el partido. Atrás quedan los augurios que le ponían camino de la irrelevancia (síndrome PASOK), los sondeos que le negaban la remontada, la irresponsable guerra de guerrillas interna, el activismo furtivo de Susana Díaz contra el joven líder socialista, los “tapados” y “tapadas” que se preparaban para destronarle en unas primarias y así sucesivamente.

El cuento ha cambiado mucho desde las elecciones del 24 de mayo. El PSOE ha recuperado poder, aparece a solo dos puntos del PP en el cómputo nacional de las elecciones municipales y los adversarios internos se evaporaron en la reciente convocatoria de elecciones primarias. Nadie ha querido o podido reunir los 10.000 avales necesarios para disputarle a Sánchez la candidatura a la Moncloa. Y el resignado asentimiento de la baronesa andaluza sabe a derrota del insensato pulso al secretario general de su partido.

Tanto los números de las recientes elecciones territoriales como los sondeos posteriores confirman a Sánchez como aspirante creíble a la Moncloa, junto a Mariano Rajoy. Ninguno más, a pesar de los climas de opinión creados con la eclosión de los llamados partidos emergentes.

En las entrañas oficiales de la oca (el CIS) PP y PSOE vuelven a aparecer como los dos partidos hegemónicos en sus respectivos espacios de la derecha y la izquierda. O sea, vuelven a revelarse como los verdaderos pilares centrales del sistema. Cualquiera de los dos puede ganar las próximas elecciones generales, según el resultado del último barómetro, que otorga un 25,6 % de voto estimado al PP y un 24,3% al PSOE. El margen de error es de un 2% arriba o abajo, lo cual permite trabajar con un escenario de 27,6% del PP frente a un 22,3 del PSOE, pero también con un 26,6% del PSOE frente a un 23,6% del PP.

Inestimable colaboración de Mariano Rajoy al reforzamiento de Pedro Sánchez como aspirante creíble a la Moncloa. La sesión de control de ayer en el Congreso fue un paso más. El pretexto (¿se radicaliza el PSOE?) es lo de menos.

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