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Ese Rajoy movilizador y mitinero
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Antonio Casado

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Ese Rajoy movilizador y mitinero

En la cuenta atrás de las elecciones generales quiere devolver al partido el tiempo que le quitó el Gobierno durante los últimos tres años y medio.

Foto: El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy (c), en presencia de la secretaria general del PP, María Dolores de Cospedal (i), preside la primera reunión de la nueva cúpula del Partido Popular. (EFE)
El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy (c), en presencia de la secretaria general del PP, María Dolores de Cospedal (i), preside la primera reunión de la nueva cúpula del Partido Popular. (EFE)

En la cuenta atrás de las elecciones generales quiere devolver al partido el tiempo que le quitó el Gobierno durante los últimos tres años y medio. Tiempo y motivación. A lo mejor es eso. A su alrededor comentan que no es nuestro Mariano, que nos lo han cambiado. Vuelve a presidir los comités de dirección del PP (ayer fue el día), no se pierde una sesión de control, deja el plasma en el trastero y está más comunicativo que nunca.

Desde la Legislatura 2004-2008 servidor no recordaba a un Rajoy tan mitinero ni tan agresivo con su principal adversario político, el jefe de filas del PSOE antes y ahora, con papeles cambiados. Entonces tronaba mirando a la Moncloa de Rodríguez Zapatero con aquellos “España se rompe” (reforma de estatutos), “España se rinde” (a Eta, claro, por las negociaciones), “España se divide” (memoria histórica) y “España se descristianiza” (matrimonio homosexual, divorcio express, aborto).

Ahora el destinatario es Pedro Sánchez y su presunta caída en los brazos de Pablo M. Iglesias, a pesar de haber renegado tantas veces del populismo de Podemos. “Usted carece de credibilidad”, volvió a decirle ayer en el Congreso. Con la misma convicción que defiende la política económica del Gobierno y se burla de la que eventualmentepodría diseñar el ex ministro socialista Jordi Sevilla, asesor de Sánchez.

Ahora son los recién llegados al estado mayor de Génova los que deben hacer lo que se conoce como ''tirar del carro''

En todo caso, favor que le hace a Sánchez, al colocar la pugna PP-PSOE en el eje de una campaña electoral en la que Podemos sólo será la excusa para el lógico intercambio de golpes entre los dos únicos aspirantes a la Moncloa realmente creíbles. Sin perjuicio de que aparezcan juntos, como ocurrió ayer, si Podemos califica de “problema trágico” un instrumento de la política antiterrorista como la dispersión de presos etarras.

Pero lo sorprendente no es el discurso de Rajoy, previsible por pura reiteración, sino su tono mitinero y movilizador. Donde no hay novedad hay viveza, pulso y ganas de pelea, Ya solo le falta ir a la tele a discutir con una monja. Justo lo que se venía echando en falta en la pirámide organizativa del PP (no lo de la monja, sino la motivación), cuando él esperaba que ese trabajo lo hicieran otros y otros esperaban que ese trabajo lo hiciera él (“tirar del carro”, según el argot político y mediático).

Vale. Una semana haciendo el camino que, a partir de ahora, han de hacer los recién llegados al rejuvenecido estado mayor de Génova: Casado, modernidad en la comunicación; Maroto, experto en cercanías; Maíllo, un organizador de provincias, y Levy, la dialéctica como herramienta política. Porque lo que no tiene sentido es la imagen de un presidente del Gobierno dando bofetadas al jefe de la oposición a todas horas y diciendo todos los días las mismas cosas (PSOE radicalizado, Sánchez sin credibilidad y recuperación divino tesoro), como viene ocurriendo desde la reunión del Comité Ejecutivo donde Rajoy anunció los cambios el jueves pasado.

En la cuenta atrás de las elecciones generales quiere devolver al partido el tiempo que le quitó el Gobierno durante los últimos tres años y medio. Tiempo y motivación. A lo mejor es eso. A su alrededor comentan que no es nuestro Mariano, que nos lo han cambiado. Vuelve a presidir los comités de dirección del PP (ayer fue el día), no se pierde una sesión de control, deja el plasma en el trastero y está más comunicativo que nunca.

Mariano Rajoy