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Antonio Casado

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Que Rajoy no se parezca a Daladier

Hoy se reúne la comisión interministerial. El objetivo es la integración de los refugiados. Y así debe ser, si de verdad creemos en la universalidad de los derechos humanos

Foto: El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy. (EFE)
El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy. (EFE)

Espero que Rajoy no sea Daladier. Aquel primer ministro francés trató como animales a los refugiados españoles (febrero 1939). No es una figura retórica. Es literal. Los policías senegaleses les fumigaban como si fueran rebaños de ovejas. El desdichado Édouard Daladier, socialista por cierto, también se previno del contagio político del republicanismo español después de haber claudicado ante Hitler en Munich.

Son estampas de dolor y muerte que marcan el recuerdo de aquellas generaciones. Reaparecen estos días en las redes sociales. Una parte muy amarga de nuestra memoria histórica que algunos no quieren remover por tener la fiesta en paz. Vale. Pero no se me ocurre una evocación más adecuada para calibrar la postura del Gobierno español, que se está forjando (la postura, no el Gobierno), ante el drama de los refugiados que llaman a las puertas de Europa.

Hoy se reúne la comisión interministerial creada al efecto. La presencia de los ministros de Sanidad, Empleo y Educación, significa que, al menos teóricamente, la acogida no se queda en el respeto al asilo. El objetivo es la integración. Y así debe ser, si de verdad creemos en la universalidad de los derechos humanos (España firmó el convenio en octubre de 1979).

El grito televisado de los refugiados, en desgarradora demanda de solidaridad, ya forma parte de la agenda electoral de nuestros políticos

Coordinados por la vicepresidenta, Sáenz de Santamaría, también están los ministros de Interior y Defensa. Es el contrapunto del debate: la seguridad. No todos están convencidos de su lógico e inevitable apareamiento con la solidaridad. Lo está el Gobierno. Y eso ya es mucho frente a quienes se refieren a esta pobre gente como quintacolumnistas del ISIS (Ejército Islámico).

No le conviene al Gobierno frenar el impulso generoso de los españoles con apelaciones a la seguridad. El grito televisado de los refugiados, en desgarradora demanda de solidaridad, ya forma parte de la agenda electoral. Y Moncloa quiere capitalizar esa espontánea reacción ciudadana oportunamente recogida por las sus gobernantes locales y autonómicos.

En cualquier caso, el problema nos transciende. Pone a prueba la peana virtuosa sobre la que se construyó la Europa unida después de la segunda guerra mundial, en base a valores de paz, libertad, justicia, humanismo y bienestar. El problema de fondo es de principios en un área de convivencia que se reclama tributaria de la Declaración de los Derechos Humanos.

Los hechos desmienten al presidente Rajoy cuando dice que aquí no se niega el asilo. La comparación entre peticiones y concesiones no deja lugar a dudas

Nada de cuotas, pues, porque no es cuestión de cantidad sino de coherencia con lo que se proclama. Y nada de amenaza a la norma de la libre circulación (Schengen), como se llegó a plantear ante las masivas concentraciones en la estación de Budapest. Al fin y al cabo eso no es más que un protocolo de funcionamiento en la UE. Protocolos así se echan de menos en la inexistente política común en materia de refugio y asilo.

Cada país va a la suya. Y en España, por ejemplo, a la espera de reglamentar la ley, los trámites afectan más al Ministerio del Interior que al de Asuntos Exteriores. Es decir, la seguridad prima sobre la solidaridad. Y, por cierto, los hechos desmienten al presidente Rajoy cuando dice que aquí no se le niega a nadie el asilo. La comparación entre peticiones y concesiones no deja lugar a dudas. Esperemos que esto cambie respecto a la parte que le toca a España en el ejercicio de la solidaridad frente a la pavorosa crisis de los refugiados a las puertas de Europa.

Espero que Rajoy no sea Daladier. Aquel primer ministro francés trató como animales a los refugiados españoles (febrero 1939). No es una figura retórica. Es literal. Los policías senegaleses les fumigaban como si fueran rebaños de ovejas. El desdichado Édouard Daladier, socialista por cierto, también se previno del contagio político del republicanismo español después de haber claudicado ante Hitler en Munich.

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