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Obama irrumpe en la pesadilla del soberanismo
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Antonio Casado

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Obama irrumpe en la pesadilla del soberanismo

Al apostar por una España “fuerte y unida”, el presidente de EEUU irrumpe en las pesadillas del soberanismo y causa daños colaterales en sus filas

Foto: El presidente de EEUU, Barack Obama, y el rey Felipe VI. (Reuters)
El presidente de EEUU, Barack Obama, y el rey Felipe VI. (Reuters)

El minuto y resultado en Cataluña pasa por un telegrama de Washington. Sería extravagante y absurdo afirmar que Barack Obama ha entrado en la campaña electoral. Pero lo hemos metido y nadie lo va a tomar como una injerencia en asuntos internos. Si acaso, Artur Mas. Al apostar por una España “fuerte y unida”, el presidente de EEUU irrumpe en las pesadillas del soberanismo y causa daños colaterales en sus filas. Por tanto, corre el riesgo de sufrir la odiosa comparación con José María Aznar (odiosa para quien salga perdiendo en la comparación, se entiende, así que ustedes mismos) o quedar bajo sospecha de haber sido abducido por la ultraderecha españolista.

De esa sospecha no se va a librar Felipe VI, el principal testigo presencial de semejante apelación de Obama a las generales de la ley en una visita oficial, que es lo suyo en estos casos. El anfitrión se refirió al principio de integridad territorial del Estado legítimamente constituido que representa el invitado, mientras el Rey de España se limitó a hacer un canto al multilateralismo, la cooperación internacional y las tendencias globalizadoras como signo del tiempo que vivimos. Una apuesta incompatible con la creación de nuevas fronteras.

Ayer no se hablaba de otra cosa en los pasillos del Congreso y, por supuesto, en los actos electorales. Las declaraciones de Obama alimentan el discurso de las fuerzas no independentistas. A punto de alcanzar el ecuador de la campaña, esas candidaturas revisan sus discursos, se cruzan sondeos furtivos e insisten en pasear a sus líderes nacionales. Rajoy, Sánchez, Rivera e Iglesias compiten descaradamente en la carrera por la Moncloa y superponen sus actuaciones a los de sus respectivos candidatos catalanes, como si se tratase de una primera vuelta para las elecciones generales del mes de diciembre.

Las espadas están en alto. No hace falta que venga Duran Lleida a decirnos que el proceso se le ha ido de las manos a Artur Mas. Salta a la vista

La batalla se libra en el área metropolitana de Barcelona, al grito de que nadie puede quedarse en casa el 27-S porque estas son unas elecciones españolas. Así se lucha contra la “abstención diferencial” o el “voto dual” (en torno al millón de votantes habitualmente pasotas en elecciones autonómicas), cuyo reflejo en las encuestas viene dando un triple empate entre PSC (Iceta), Ciudadanos (Arrimadas) y Catalunya sí que es pot (Rabell), en torno a 18-19 escaños, con un PP (Albiol) al alza, aunque con cuatro o cinco escaños menos.

Las espadas están en alto. No hace falta que venga Duran Lleida a decirnos que el proceso se le ha ido de las manos a Artur Mas. Salta a la vista. Un previsible apagón en la carrera política del president hasta lo agradecería el interesado. Para él también será el fin de una pesadilla. Ese sueño que, según su exsocio Duran Lleida, se le ha ido de las manos. Vaya usted a saber. A lo mejor está contando los días para quitarse un peso de encima. Al fin y al cabo todavía es el líder de un partido burgués amante del orden y sediento de centralidad.

El minuto y resultado en Cataluña pasa por un telegrama de Washington. Sería extravagante y absurdo afirmar que Barack Obama ha entrado en la campaña electoral. Pero lo hemos metido y nadie lo va a tomar como una injerencia en asuntos internos. Si acaso, Artur Mas. Al apostar por una España “fuerte y unida”, el presidente de EEUU irrumpe en las pesadillas del soberanismo y causa daños colaterales en sus filas. Por tanto, corre el riesgo de sufrir la odiosa comparación con José María Aznar (odiosa para quien salga perdiendo en la comparación, se entiende, así que ustedes mismos) o quedar bajo sospecha de haber sido abducido por la ultraderecha españolista.

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