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La desintoxicación de Arantza Quiroga
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Antonio Casado

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La desintoxicación de Arantza Quiroga

¿Ha hecho bien la dirección del PP frenando el envite de Quiroga? Si nos atenemos a los principios, sí. Quedarse en el “rechazo” al terrorismo pero no en la “condena” sería una concesión al nacionalismo

Foto: La expresidenta del PP del País Vasco, Arantza Quiroga. (EFE)
La expresidenta del PP del País Vasco, Arantza Quiroga. (EFE)

La dimisión de Arantza Quiroga como presidenta del PP vasco es la consecuencia de su fracasado intento de reinsertar al partido de Rajoy en un paisaje dominado por los nacionalistas. Moncloa y Génova no quieren pagar el precio de tan pragmático empeño, después de unos malos resultados electorales (municipales de mayo). Según los dirigentes nacionales del PP, es cuestión de principios. Ahí me quedo, en lo que resulta de poner la memoria al servicio de la reconciliación en Euskadi.

La memoria es siempre selectiva, por supuesto. Allá cada cual. Pero si hablamos de principios con valor universal y permanente (reñidos, por tanto, con conceptos de oportunidad y conveniencia, vinculados al pragmatismo político), me ocurre con ETA lo mismo que con el franquismo. Dos formas de esquilmar la libertad y la vida en sus respectivos entornos. Malestar e irritación aparecen exactamente igual cuando me invitan a repartir culpas. Entre quienes pusieron la pistola y quienes pusieron la cabeza. Entre quienes defendieron la legalidad republicana y quienes alentaron la sublevación militar de 1936. Ni moral ni políticamente es equiparable la posición de unos y otros.

Semejante plantilla moral y política también sirve para encajar en la memoria el rastro de miseria, sangre y sufrimiento dejado en el paso de ETA por nuestra reciente historia (releamos 'Los peces de la amargura', de Fernando Aramburu). Siento lo mismo al ser emplazado, en nombre de la sed reconciliadora, a aceptar el relato más conveniente a ETA y el nacionalismo en el restablecimiento definitivo de la convivencia y la normalidad. Prefieren el término 'rechazar' y no 'condenar' (el terrorismo de ETA, se entiende). Y Arantza Quiroga lo apoyaba. En ese cepo ha quedado atrapado el PP con la consabida espantada de su presidenta vasca, que se va decidida a desintoxicarse de la política.

Prefieren el término “rechazar” y no “condenar” (el terrorismo de ETA, se entiende). Y Arantza Quiroga lo apoyaba. En ese cepo ha quedado atrapado el PP

La razón de la estampada es archisabida. Quiroga presentó una moción parlamentaria que los continuadores políticos de ETA, Bildu -que es ETA por las buenas-, hubieran firmado porque se hablaba de “deslegitimación” y “rechazo” del terrorismo, pero no de “condena”. Razón por la cual la dirección nacional instó a la retirada inmediata de una propuesta que permitía a Bildu pasar página sin condenar a ETA. En palabras del ahora vicesecretario general, Javier Maroto (PP alavés frente al PP guipuzcoano de Quiroga), se trata de “impedir que Bildu se blanquee sin condenar el terrorismo”. El fondo de la cuestión nos remite por enésima vez al debate sobre el motor de los nacionalismos: ¿al victimismo por los agravios o al engorde por las concesiones?, ¿mimos o collejas? Lo uno y lo otro.

Son los dos motores del nacionalismo en su natural pelea con la razón. Se argumenta contra Rajoy porque la imputación judicial de Artur Mas alimenta el discurso nacionalista, al darle ocasión de explotar el agravio. Pero el trato deferente será una prueba más de que la verdad está de su parte. Y de que su causa es tan verdadera como la religión del obispo de Solsona o la de aquel obispo Setién cercano al nacionalismo vasco.

¿Ha hecho bien la dirección del PP frenando el envite incluyente de Arantza Quiroga y provocando su fuga? Si nos atenemos a los principios, sí. Quedarse en el “rechazo” oficial al terrorismo pero no en la “condena”, en nombre de la “pacificación”, sería una concesión al nacionalismo. Pero la retirada de la moción de Arantza Quiroga señala el camino del PP hacia la irrelevancia en el País Vasco. Porque la política no es cuestión de principios.

La dimisión de Arantza Quiroga como presidenta del PP vasco es la consecuencia de su fracasado intento de reinsertar al partido de Rajoy en un paisaje dominado por los nacionalistas. Moncloa y Génova no quieren pagar el precio de tan pragmático empeño, después de unos malos resultados electorales (municipales de mayo). Según los dirigentes nacionales del PP, es cuestión de principios. Ahí me quedo, en lo que resulta de poner la memoria al servicio de la reconciliación en Euskadi.

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