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Kafka, en la Cataluña de Artur Mas
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Antonio Casado

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Kafka, en la Cataluña de Artur Mas

¿Y si al final descubriéramos que la absurda situación creada por ese absurdo líder solo responde a la necesidad de tapar su personal incompetencia política y la corrupción organizada en su partido?

Foto: El presidente de la Generalitat en funciones, Artur Mas. (EFE)
El presidente de la Generalitat en funciones, Artur Mas. (EFE)

La pretensión separatista es un sueño. Y todo lo que ocurre en los sueños es absurdo. Tratar de entenderlo es camino seguro hacia la tortura de la razón. Como en la obra de Kafka. Tal vez su espíritu esté sobrevolando el espectáculo con ocasión del premio literario que lleva su nombre, entregado hace unos días en Praga al gran Eduardo Mendoza. Material no le faltaría al escritor checo para cantar en un libro las embestidas del absurdo en la Cataluña de Artur Mas.

Nada tan absurdo como reclamar la colaboración del Estado en su propia voladura. Es la pretensión inconfesada de los nacionalistas, cuyo poder institucional tiene su fuente de legitimidad en ese mismo Estado, cuando acusan de “inmovilismo” a Rajoy porque el Gobierno de la nación no arrima el hombro en un proceso de ruptura extraño a la legalidad nacional y al derecho internacional. No solo esperan colaboración política bajo amenaza. También económica, faltaría más.

Es lo último del esperpento: pedir ayuda financiera al Estado cuya demolición proponen, a fin de evitar la quiebra económica de Cataluña. En eso consiste reclamar del FLA (Fondo de Liquidez Autonómica) los 2.500 millones de euros que el Govern necesita para pagar a las farmacias y seguir tapando agujeros, después de haber sido la comunidad más beneficiada en el acceso a estos préstamos de interés cero (el 34,86% de los 107.544 millones habilitados para distribuir entre las autonomías “según sus necesidades”, durante el periodo 2012-15).

Lo único lógico que se despacha en el minuto y resultado del “conflicto” es esa reunión de mesa y junta de portavoces que hoy celebra el Parlament

Pagar lo que la Generalitat debe a las farmacias, que no han dejado de prestar el servicio a los ciudadanos, no ha sido un gasto prioritario para el Gobierno de Artur Mas. O no lo ha sido tanto como financiar generosamente a los medios de comunicación públicos e inundar de publicidad institucional a los privados, pagarse excursiones a EEUU para conseguir la adhesión de tres senadores a la causa del “Catalonia is not Spain” o engrasar la financiación de CDC (Convergencia Democrática de Cataluña) con comisiones ilegales de empresas agradecidas.

Pero hay más en el señalamiento de situaciones de imposible racionalización. Por ejemplo, que los patrocinadores del brote sedicioso piensen presentarse a las elecciones generales del 20 de diciembre, en el marco de un orden jurídico-político malquerido y rechazado de antemano. Me limito a reflejarlo, dejando que cada cual administre su estupor. Los respectivos partidos de Artur Mas y Oriol Junqueras, parece que por separado, han decidido acudir a una fuente de legitimidad 'española' cinco minutos después de negarla y de comprometerse con el proceso constituyente de una legalidad 'catalana'.

No tiene sentido. Tampoco lo tiene que los actuales dirigentes del partido burgués, de orden y sed de centralidad que siempre fue CDC, estén tejiendo complicidades con un partido antisistema (CUP), cuyo mayor logro político consiste en “montar un pollo”. O que cesen al director general de Infraestructuras, Josep Antoni Rosell, empapelado por una justicia española (trama del 3%) que piensan reemplazar por la justicia catalana. ¿A qué viene tomarse esa molestia?

Lo único lógico que se despacha en el minuto y resultado del 'conflicto' es esa reunión de mesa y junta de portavoces que hoy celebra el Parlament (tramitación o no del brote sedicioso) pasándose por el arco del triunfo su propio reglamento. Puede ser premonitorio en la aplicación de una soñada legalidad catalana. ¿Y si aun en sueños alguien la impugnara por el mismo precio? ¿Y si al final descubriéramos que, efectivamente, la absurda situación, creada por ese absurdo líder que responde al nombre de Artur Mas, solo responde a la apremiante necesidad de tapar su personal incompetencia política y la corrupción organizada en su partido?

Entonces las cosas volverían a tener sentido y muchos dejaríamos de hablar solos.

La pretensión separatista es un sueño. Y todo lo que ocurre en los sueños es absurdo. Tratar de entenderlo es camino seguro hacia la tortura de la razón. Como en la obra de Kafka. Tal vez su espíritu esté sobrevolando el espectáculo con ocasión del premio literario que lleva su nombre, entregado hace unos días en Praga al gran Eduardo Mendoza. Material no le faltaría al escritor checo para cantar en un libro las embestidas del absurdo en la Cataluña de Artur Mas.

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