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La insoportable levedad de los sondeos electorales
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Antonio Casado

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La insoportable levedad de los sondeos electorales

C's y Podemos aparecen afectados por los procesos de evaporación por calentamiento (suben o bajan de un día para otro en la escala demoscópica), mientras que el PP y el PSOE se congelan

Foto: Mariano Rajoy y Pedro Sánchez, en el palacio de La Moncloa. (Foto: PSOE)
Mariano Rajoy y Pedro Sánchez, en el palacio de La Moncloa. (Foto: PSOE)

Los expertos ya no utilizan la imagen de los vasos comunicantes para explicar el trasvase de votos entre las distintas fuerzas políticas. Ahora prefieren la del alambique. El artilugio de origen árabe, usado en la destilación de bebidas alcohólicas, ayuda a entender mejor el fenómeno de la volatilidad del mercado político en la España de las cuatro esquinas esbozada en vísperas de las próximas elecciones generales.

Así, vemos como los dos partidos emergentes, Ciudadanos y Podemos, aparecen afectados por los procesos de evaporación por calentamiento (suben o bajan de un día para otro en la escala demoscópica), mientras que el PP y el PSOE, el bipartidismo que resiste, se congelan en la franja 24-28%, en procesos de condensación por enfriamiento, muy por debajo de aquellas cifras en torno al 40% que el uno o el otro solían facturar en las urnas de nuestra reciente historia.

Los vapores van y vienen de una a otra de las cuatro esquinas. Se alteran a diario por la temperatura de las mezclas y los efectos de la refrigeración. La realidad es cambiante y agitada. La agitación corre a cargo del brote sedicioso del Parlamento catalán. No solo. También colaboran la corrupción en la vida pública y el malestar social de una sufrida clase media (empleo escaso, precario y mal pagado). Todo parece estar alimentando la sospecha de que el mensaje de las encuestas es más volátil que la bolsa en tiempos de guerra. La volatilidad la ponen unos votantes desorientados en vísperas de unas elecciones que van a abrir la puerta a un tiempo político marcado por la necesidad de revisar el gran pacto constitucional de 1978, donde ningún partido podrá hacer ya de su capa un sayo (adiós a las mayorías absolutas).

“Encargar encuestas electorales es tirar el dinero”, dice César Luena, secretario de Organización del PSOE

En esas condiciones, “hemos decidido no encargar encuestas porque es tirar el dinero”, me dice el secretario de Organización del PSOE, César Luena. Entienden en Ferraz que no son lo bastante fiables como para compensar el gasto, puesto que, como los propios expertos reconocen, se limitan a recoger la foto de un momento determinado. La foto siempre llega descolorida al momento de la verdad.

Lo último es el barómetro trimestral del CIS (Centro de Investigaciones Sociológicas), que da ganador al PP (29,1%) con una ventaja de casi cuatro puntos sobre el PSOE (25,3%). Unas horas después de hacerse público el sondeo, uno de los jóvenes vicesecretarios generales del PP me confesó que si el “momento determinado” de hacer el trabajo de campo hubiera sido después del 27 de octubre (brote sedicioso en el Parlament), los resultados del PP hubieran sido peores. Sin embargo, todos los analistas estarían de acuerdo en que hubieran sido mejores si el “momento determinado” hubiera sido 48 horas después, cuando el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, ya aparecía liderando la reacción de los principales partidos de ámbito nacional contra la delirante pretensión de fundar una república catalana independiente de España.

Peor es cuando un momento determinado da lugar a dos, o tres, o cuatro, fotos diferentes. Es lo ocurrido en los sondeos publicados a lo largo de la semana que termina, donde hemos visto al PSOE de Pedro Sánchez como tercera fuerza (Demoscopia), como segunda (CIS) y como primera (revista 'Temas'). Lo cual supone la consiguiente movilidad de las otras tres fuerzas en el 'ranking' demoscópico del 20 de diciembre.

El PSOE empuja a Ciudadanos hacia la derecha (“tal para cual”, “es la marca blanca del PP”, etc), pero no demasiado, por si acaba necesitándolo como costalero

La consecuencia es una notable desorientación en los estados mayores de los cuatro partidos en el planeamiento de sus campañas. En este momento, los cuatro navegan en un mar de dudas sobre programas, debates y, sobre todo, futuros pactos. Los ataques al rival vienen modulados porque el adversario de hoy puede ser el socio de mañana. PP y PSOE aparecen unidos por un pacto no escrito de mutuo socorro en nombre del bipartidismo. Eso los lleva a alegrarse de la tendencia a la baja de Podemos, recelar de la tendencia al alza de Ciudadanos y presentar a Sánchez y Rajoy como únicos aspirantes creíbles a La Moncloa. Entre ambos trata de abrirse paso Albert Rivera porque, como siempre, la batalla se va a librar en el centro del tablero. Por eso el PSOE empuja a Ciudadanos hacia la derecha (“tal para cual”, “es la marca blanca del PP”, etc.), pero no demasiado, por si acaba necesitándolo como costalero. Y por la misma razón, el PP no insiste demasiado en denunciar una complicidad previa de Sánchez con Albert para echar a Rajoy de La Moncloa (“Votar a Ciudadanos es votar el PSOE”). Prefiere empujar al PSOE hacia la izquierda, donde habita el “populismo” de Podemos.

El caso es desalojar del centro a los rivales para ocuparlo con más facilidad. Y de eso no se libran ni quienes aparecieron hace un año por el extrarradio del sistema (Podemos) y ahora se evaporan por calentamiento, como en el alambique. Ya bastante refrigerados por contagio de la casta, aparcan su aversión al régimen del 78 y fichan militares de antigua obediencia debida a Carmen Chacón. Al final va a tener razón Pedro Arriola, asesor del presidente del PP, Mariano Rajoy, calificando de 'frikis' de mecha corta a los seguidores de Podemos cuando incluso llegaron a encabezar alguna encuesta a finales de 2014. Así es de insoportable la levedad de los sondeos electorales.

Los expertos ya no utilizan la imagen de los vasos comunicantes para explicar el trasvase de votos entre las distintas fuerzas políticas. Ahora prefieren la del alambique. El artilugio de origen árabe, usado en la destilación de bebidas alcohólicas, ayuda a entender mejor el fenómeno de la volatilidad del mercado político en la España de las cuatro esquinas esbozada en vísperas de las próximas elecciones generales.

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