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El placer de vivir contra el "¡Viva la muerte!"
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Antonio Casado

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El placer de vivir contra el "¡Viva la muerte!"

Su vida a cambio de la muerte de los demás. He ahí su gran ventaja operativa frente a quienes en esta parte del mundo civilizado cultivamos el placer de vivir

Foto: Militares se despliegan en el asalto contra terroristas atrincherados. (EFE)
Militares se despliegan en el asalto contra terroristas atrincherados. (EFE)

Nos han metido el miedo en el cuerpo. Y eso quiere decir que van ganando quienes reinan en los medios de comunicación al grito de “¡Viva la muerte!”, de histórica resonancia en la memoria de los españoles. Su vida a cambio de la muerte de los demás. He ahí su gran ventaja operativa frente a quienes en esta parte del mundo civilizado cultivamos el placer de vivir.

“Oh, muerte, ¿dónde está tu victoria?”, se pregunta el salmista y se preguntaba Henri Daniel-Rops (1901-1965). Respuesta de cercanías, psicosis de atentado, esa es su victoria. Consiste en inocular el miedo en el reino del bienestar televisado que se siente -se sentía- invulnerable y seguro.

La psicosis se extiende por todas las ciudades europeas que los cazas franceses no pueden bombardear, aun sabiendo que la serpiente pone sus huevos en lugares tan poco exóticos como Bruselas, Londres, Barcelona, París o Melilla. Lo dicen sus pasaportes: los cuidadores del nido son compatriotas nuestros. No refugiados recién llegados de la periferia amurallada de la UE (apenas 150, dos meses después del acuerdo europeo para repartirse la acogida de 160.000).

Evacuaciones apresuradas, marchas de duelo prohibidas por razones de seguridad, patrullas militares por el centro de París y libertades congeladas hasta más ver. Reacciones primarias de François Hollande (“el combate será despiadado”) y Vladimir Putin (“”perdonarlos es cosa de Dios, pero mandarlos con Dios es cosa mía”). Marcha atrás de la Merkel poderosa que quiso asistir en Hannover al partido Alemania-Holanda por demostrar que no se acobarda. Así sucesivamente.

Los más sesudos expertos antiterroristas muestran un desasosegante escepticismo ante los bombardeos sobre el “Califato” como parte de una solución militar

Y ahora, también en la España conmovida por las estampas de dolor y sangre captadas en París. Porque Al Andalus sale en las amenazas del ISIS. Porque el sábado nos espera un Madrid-Barça de alto riesgo y porque el miedo es contagioso. Por todas esas razones y alguna más que no se cuenta, hubo colapso de tráfico por falsa alarma de atentado en la madrileña plaza de Cuzco, al norte de la capital, y seguimos en el nivel cuatro de alerta terrorista, en una escala de cinco, desde el mes de junio, a raíz de los atentados en Túnez.

Entretanto, los más sesudos expertos antiterroristas y los conocedores de la convulsa región muestran un desasosegante escepticismo ante los bombardeos franceses y rusos sobre el 'Califato' como parte de una solución militar, incluida la ocupación del terreno, rechazada en las cancillerías europeas.

No aboliría, se dice, ninguno de los tres vectores tóxicos que dan carta de naturaleza al conflicto de fondo. Uno, la guerra civil entre las dos grandes banderías religiosas del islam: chiíes y suníes. Dos, la endémica fragilidad de unos 'estados' creados artificialmente por Francia y Reino Unido hace 100 años. Y tres, el odio secular al Occidente blasfemo entregado al placer de vivir.

Nos han metido el miedo en el cuerpo. Y eso quiere decir que van ganando quienes reinan en los medios de comunicación al grito de “¡Viva la muerte!”, de histórica resonancia en la memoria de los españoles. Su vida a cambio de la muerte de los demás. He ahí su gran ventaja operativa frente a quienes en esta parte del mundo civilizado cultivamos el placer de vivir.

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