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Antonio Casado

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Lecciones de solidaridad que España no se merece

Nuestro país no se merece que le den lecciones de solidaridad. Si Obama, Putin, Merkel y Cameron no tienen claro cómo actuar ante París, es un despropósito exigírselo a Rajoy

Foto: Imagen de archivo de una reunión entre Rajoy, Cameron, Obama, Merkel, Renzi y Juncker. (Reuters)
Imagen de archivo de una reunión entre Rajoy, Cameron, Obama, Merkel, Renzi y Juncker. (Reuters)

La canciller Merkel, lo más conservador que se despacha en la UE, se desplomó en las encuestas de popularidad por abrir las puertas de Alemania a los refugiados sirios. A las pocas semanas se disparó la facturación electoral del presidente francés, un socialista de toda la vida como François Hollande, por declarar la guerra al llamado Estado Islámico y prometer su aniquilación “sin tregua y sin piedad”. Eso no da para mirarse el ombligo, ni para reclamar la centralidad del mundo libre amenazado por el terrorismo yihadista.

Nos gusta reconocernos en la parábola de las tres colinas: la Acrópolis de Atenas, por la Democracia; el Capitolio de Roma, por el Derecho, y el Gólgota de Jerusalén, por el Cristianismo. Sin embargo, Europa no se aguanta la mirada ante el espejo de los días. Ese espejo que a la hora del telediario nos devuelve la imagen de los perseguidos en fuga y la de un club de países civilizados incapaces de ponerse de acuerdo contra esos bárbaros del siglo XXI que matan en nombre de Dios.

España se gastó este año 315 millones de euros en este tipo de misiones. Nuestras Fuerzas Armadas han desplegado a 5.694 efectivos, incluyendo a Afganistán

Los mismos bárbaros que hace 11 años tiñeron Madrid de sangre madrugadora. El saldo fue de 191 muertos y 1.850 heridos. Huyamos de torpes comparaciones con el grado de dolor causado a los franceses por los crecientes atentados de París. Pero sí viene a cuento recordar que después de aquel 11-M de amarga memoria, aquí se apeló al funcionamiento del Estado de derecho para perseguir, capturar y castigar a los culpables. Nadie declaró la guerra a nadie y al Gobierno de entonces no se le ocurrió reclamar la forja de una coalición internacional para machacar el huevo de la serpiente.

Ni lo pedimos ni se nos ofreció, aunque ya entonces, a raíz del primer gran zarpazo del terrorismo islámico, el del 11-S de 2001 en Nueva York, España se había alistado en el frente común del llamado mundo civilizado contra la barbarie, del que excluyo por razones de higiene la ilegal e inmoral guerra de Irak (2003), no inspirada en la legítima defensa del mundo libre sino en el caldo de cerebro de unos gobernantes insensatos.

A día de hoy, por si ustedes no lo saben, España está presente en numerosas misiones militares a lo largo y ancho del mundo. A saber: Irak, Malí, Senegal, Gabón, República Centroafricana, Somalia, Turquía, Operación Active Endeavour (OTAN) y una misión de seguridad cooperativa en Cabo Verde.

España se ha gastado este año 315 millones de euros en este tipo de misiones. Nuestras Fuerzas Armadas han desplegado a 5.694 efectivos, incluyendo Afganistán. Todas ellas responden de una u otra forma al esfuerzo conjunto, a la luz de la legalidad internacional, de una amplia alianza de paises contra el terrorismo islámico. Y ahí nunca dejó de estar la España dolorida y solidaria que sabe más que nadie del sufrimiento causado por la barbarie terrorista, la propia y la importada.

Así que lecciones de solidaridad, ni una. Y huelgan las presiones, también propias e importadas, sobre la supuesta indolencia del Gobierno para definirse, cuando indefinición y ambigüedad son precisamente los dos grandes escollos que, por culpa de intereses encontrados (cada uno los suyos), están amargando al presidente francés, François Hollande, en el intento de lograr una gran coalición de países “civilizados” contra la barbarie.

Si Obama, Putin, Merkel y Cameron no lo tienen claro (¿con Al Asad o sin él?, ¿destruir sin construir?, ¿guerra sin posguerra? Y además de las acciones militares, ¿qué?), me parece un despropósito exigir que lo tenga claro Rajoy, que ni siquiera ha entrado en la ronda viajera de Hollande.

La canciller Merkel, lo más conservador que se despacha en la UE, se desplomó en las encuestas de popularidad por abrir las puertas de Alemania a los refugiados sirios. A las pocas semanas se disparó la facturación electoral del presidente francés, un socialista de toda la vida como François Hollande, por declarar la guerra al llamado Estado Islámico y prometer su aniquilación “sin tregua y sin piedad”. Eso no da para mirarse el ombligo, ni para reclamar la centralidad del mundo libre amenazado por el terrorismo yihadista.

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