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Antonio Casado

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'Cercanía', divino tesoro

En Moncloa y Génova prende la consigna de “humanizar a Rajoy”. Puede más un paseo por Benavente o por Ataquines que el asiento vacío en un debate digital

Foto: Mariano Rajoy saluda a los asistentes al acto de campaña celebrado este viernes en Ávila. (EFE)
Mariano Rajoy saluda a los asistentes al acto de campaña celebrado este viernes en Ávila. (EFE)

Acaba de comenzar la campaña electoral más reñida de nuestra democracia. Nunca hubo tanto consenso entre los expertos sobre la influencia que, esta vez sí, va a tener sobre los electores y sobre el resultado.

También comienza la cuenta atrás hacia la España de las cuatro esquinas, enterradora del bipartidismo y las mayorías absolutas. Más inestable pero más creativa y más parecida a la política europea. Es lo bueno y lo malo de las alianzas electorales, inéditas en las relaciones de poder al sur de los Pirineos, a causa del 'turnismo' de dos partidos dominantes, PSOE y PP. Ambos pagan la factura de un bipartidismo convertido en chivo expiatorio del malestar ciudadano.

Un PSOE personalizado en la figura de Pedro Sánchez necesita tirar de inteligencia e imaginación para diferenciarse del PP en el terreno más favorable: el del cambio prometido por quien llega a la política con muy poco pasado. O sea, con muy pocas cosas de las que arrepentirse. Por razón de edad, claro.

El PP toma la salida en la 'pole position' con un Rajoy feliz de encabezar la resistencia frente al enemigo exterior (yihadismo) y el interior (separatismo catalán)

En sus recientes apariciones públicas, incluido el debate del lunes pasado con Rivera e Iglesias, se ha visto a un líder obligado a jugar en dos frentes. Por un lado, la batalla que le presentan las fuerzas emergentes, Podemos y Ciudadanos, sus competidores en la necesidad de lavarle la cara, y algo más que la cara, al régimen político alumbrado en 1978. Y, por otro, la desactivación de un argumento cada vez más utilizado por Mariano Rajoy. Consiste en prevenir a los españoles frente a gobernantes primerizos, “que ni siquiera han sido concejales”. Con 60 años de edad y 34 de historial político, el presidente se presenta ante los ciudadanos como el único gobernante capaz de afrontar sus problemas con experiencia y seguridad, frente a la bisoñez de Sánchez, Iglesias y Rivera.

El PP toma la salida en la 'poleposition', (todas las encuestas le dan por seguro ganador en las elecciones del 20-D) con un Rajoy feliz de encabezar la resistencia frente al enemigo exterior (yihadismo) y el interior (separatismo catalán). Es el telón de fondo nacional e internacional en el arranque de la campaña. No podía soñar Rajoy un escenario mejor cuando los ciudadanos se disponen a valorar sus cuatro años de Gobierno. Y quizás esa doble amenaza les ayude a olvidar tanto el coste social de la salida de la crisis como la corrupción asociada al partido de Bárcenas.

Los socialistas ya no hablan de “programa” sino de “contrato con los ciudadanos” y la izquierda mochilera prefiere escuchar a “la gente”

Un regalo inesperado, teniendo en cuenta que también el PSOE es un partido de Estado con legítimas aspiraciones de reconquistar la Moncloa y, por tanto, viene obligado a apoyar la política del Gobierno frente a esa doble amenaza. Un ejemplo imitado por el emergente Albert Rivera (Ciudadanos), alternativa al PP en el ámbito de la derecha. Pero no por el también emergente Pablo M. Iglesias (Podemos), alternativa al PSOE en el de la izquierda que, además, respecto a los tres partidos anteriores, marca diferencias sustanciales en la lucha antiterrorista y en el modo de encarar el reto secesionista de Cataluña.

Esos dos vectores, pues, van a dar poco juego. Prácticamente, ni tocarlos, salvo imperativos de la actualidad. Donde los cuatro partidos mejor colocados marcarán diferencias en la competición electoral que acaba de arrancar es en otros terrenos. Sobre todo el de la 'cercanía'. La palabra se ha quedado a vivir en el lenguaje de los asesores. Es el paradigma de la campaña del 20-D. “Mucha calle, mucha provincia, mucho contacto real con el votante, actos pequeños”, oyes decir estos días en los respectivos equipos. La misma cantinela en Génova y en Ferraz.

En Moncloa y Génova prende la consigna de “humanizar a Rajoy”. Puede más un paseo por Benavente, o por Ataquines (“Vente rápido, que está aquí tu jefe”, telefonean al alcalde desde un bar de carretera donde el presidente se detiene a tomar un café) que el asiento vacío en un debate digital.

Los candidatos han descubierto que los votantes miran menos los programas electorales que los de televisión. Los socialistas, de hecho, ya no hablan de “programa” sino de “contrato con los ciudadanos” y la izquierda mochilera prefiere escuchar a “la gente”. Pero la gente habla más de las camisas de Iglesias que de sus ideas, del desnudo de Albert Rivera robado a la hemeroteca y mucho más de las collejas de Rajoy a su hijo que de las últimas cifras del paro. Ya no importa el sesudo programa elaborado por un comité de sabios sino el que presenta Bertín Osborne, María Teresa Campos, Pablo Motos o cualquiera de las grandes estrellas del entretenimiento.

Así que no vale la pena que Pedro Sánchez abra en Getafe y cierre en Fuenlabrada por dar a entender que se reconoce en el cinturón rojo de Madrid gobernado por los socialistas. El mensaje siempre sucumbirá ante un nuevo paso de Sánchez por 'El Hormiguero'. No tanto de cara a sus más fieles votantes (“los más movilizados y los más integrados”, te dirán en Ferraz), sino pensando en esa cuarta parte del electorado que está en tierra de nadie al comienzo de la campaña electoral. Votos que vuelan y no acaban de posarse. Indecisos y pasotas que se rifan los candidatos. Pasto fresco de expertos en “procesos de refinamiento y depuración usualmente utilizados en lo que popularmente se conoce como cocina electoral” (perla expresiva que tomo de las fichas técnicas de Metroscopia).

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Acaba de comenzar la campaña electoral más reñida de nuestra democracia. Nunca hubo tanto consenso entre los expertos sobre la influencia que, esta vez sí, va a tener sobre los electores y sobre el resultado.

Mariano Rajoy Ciudadanos