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Antonio Casado

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El ausente: Rajoy no se perdió nada

Tenía mucho que perder y nada que ganar después de cuatro años en el escaparate. En esa perspectiva, la de sus intereses y los de su partido, es evidente que ha acertado

Foto: De izquierda a derecha, Pedro Sánchez, Pablo Iglesias, Albert Rivera y Soraya Sáenz de Santamaría. (EFE)
De izquierda a derecha, Pedro Sánchez, Pablo Iglesias, Albert Rivera y Soraya Sáenz de Santamaría. (EFE)

Si don Mariano Rajoy, presidente del Gobierno y candidato a reengancharse cuatro años más en Moncloa, no intervino en el debate televisado de anoche, fue en justa y calculada aplicación del principio de conveniencia. Tenía mucho que perder y nada que ganar después de cuatro años en el escaparate (¿alguien cree que le conocería mucho mejor después de verle y oírle debatir con sus competidores?). En esa perspectiva, la de sus intereses y los de su partido, es evidente que ha acertado.

Nada tan evidente como la pequeña pantalla. Puro pleonasmo. Tratándose de la televisión, el primer impacto ha de ser visual. Y el último, también, si nos limitásemos a ver sin oír. De modo que si al debate de anoche le hubiéramos quitado el sonido, habríamos encontrado una foto cargada de futuro. Nada menos que el futuro político nacional.

Lo digo por la edad de los participantes, incluida la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, de la que antes o después acabaremos sabiendo si está encubriendo a Rajoy o era Rajoy quien la estaba encubriendo a ella en el penúltimo escalón del camino hacia el poder.

Nadie tan indicada como la número dos del Gobierno, el alter ego de Rajoy, pero con veinte años menos, para capear el triple acoso de los jóvenes renovadores

La imagen y el sonido de un sesentón con fama de indolente junto a tres pregoneros del 'cambio' hubiera sido absolutamente tóxica para la causa electoral del PP. Solo podía evitarse mediante la equiparación generacional de los cuatro. Y nadie tan indicada como la número dos del Gobierno, el álter ego de Rajoy, pero con 20 años menos, para capear el triple acoso de los jóvenes renovadores de la democracia española.

Y todo ello sin dejar de cumplir con los usos y costumbres de nuestra historia democrática en materia de debates entre los dos aspirantes creíbles a La Moncloa, por representar a las dos fuerzas políticas (PP y PSOE) con mayor presencia en las instituciones y en la mayoría de los sondeos electorales.

La coartada permite ponerse estupendos a los dos partidos emergentes, Podemos y Ciudadanos, en nombre del derecho de los votantes a probar el género antes de comprarlo, pero es formalmente irrebatible.

En cualquier caso, nadie ignora que el cara a cara Rajoy-Sánchez del lunes próximo también es un reflejo defensivo del cuestionado bipartidismo. “Ahí es donde se acabará jugando el partido”. El entrecomillado es de uno de los expertos consultados por Sánchez antes de acudir al debate de anoche. Aunque seguro que lo firma el presidente del Gobierno, consciente de que, para quien apela a la experiencia, no es lo mismo enfrentarse al novato conocido que a los dos novatos por conocer.

Por su parte, el líder del principal grupo de la oposición parlamentaria, Pedro Sánchez, es igualmente consciente de que tampoco es lo mismo enfrentarse solo a la derecha de siempre, como ocurrirá el lunes que viene, que enfrentarse a las dos 'derechas' (PP y Ciudadanos), mirando de reojo a su competidor por la izquierda (Podemos), que es lo que ocurrió anoche en el debate de Atresmedia.

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Si don Mariano Rajoy, presidente del Gobierno y candidato a reengancharse cuatro años más en Moncloa, no intervino en el debate televisado de anoche, fue en justa y calculada aplicación del principio de conveniencia. Tenía mucho que perder y nada que ganar después de cuatro años en el escaparate (¿alguien cree que le conocería mucho mejor después de verle y oírle debatir con sus competidores?). En esa perspectiva, la de sus intereses y los de su partido, es evidente que ha acertado.

Soraya Sáenz de Santamaría Mariano Rajoy