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Antonio Casado

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Rajoy, solo ante el peligro

La matemática de las urnas deja a Mariano Rajoy solo ante el peligro. Suyo es el derecho y el deber de forjar una alianza estable sin morir en el intento (políticamente, se entiende)

Foto: El presidente del Gobierno en funciones, Mariano Rajoy. (Reuters)
El presidente del Gobierno en funciones, Mariano Rajoy. (Reuters)

No es la convocatoria de un congreso nacional del PP lo que hoy por hoy preocupa al presidente del Gobierno en funciones. Lo prioritario es superar la investidura. Así se lo dijo ayer tarde a José María Aznar, con rebote de conformidad en la intervención de Esperanza Aguirre ante el Comité Ejecutivo. El presidente de honor sigue impaciente por poner el partido a reflexionar. Pero su sucesor tiene otras cosas en la cabeza. La investidura y lo que viene después.

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La matemática de las urnas deja a Mariano Rajoy solo ante el peligro. Suyo es el derecho y el deber de forjar una alianza estable sin morir en el intento (políticamente, se entiende). Lo que toca, pues, es estar atentos a la pantalla. O sea, a Moncloa, en cuyo tejado ha caído la pelota. A su debido tiempo. Antes debe constituirse el Congreso (13 de enero) y luego vendrá la ronda de contactos del Rey con los líderes y el encargo al ganador de que forme Gobierno.

Como se ve, la cosa no es de hoy para mañana. Sin embargo el quinielismo se ha disparado en las horas trascurridas desde el recuento de la noche electoral. Una marea especulativa de escaso fundamento. Se agota en la arbitraria exposición de cuatro escenarios, de los que solo dos garantizan la estabilidad matemática (mayoría absoluta sobrada), aunque no la coherencia política. Uno, la gran coalición bipartidista PP-PSOE (salida a la alemana). Otro, una alianza de la izquierda a la “portuguesa”, con los nacionalistas (PSOE, Podemos, ERC, IU).

Hay un tercer escenario que no garantiza ni lo uno ni lo otro. Sin estabilidad matemática, porque sería un gobierno en minoría del PP con Ciudadanos como socio preferente. Y sin coherencia política, porque se mantendría con acuerdos de geometría variable, en función del grupo político (incluido el PSOE, claro) y del asunto a tratar (ejemplo, las reformas constitucionales). De momento, el escollo es la investidura de Rajoy (u otro, u otra, vaya usted a saber), que pasaría por la abstención sumada de socialistas y Ciudadanos.

El quinielismo se ha disparado en las horas trascurridas desde el recuento de la noche electoral. Una marea especulativa de escaso fundamento

Este tercer escenario se apunta como el más verosímil. Y el que más riesgos de italianización conlleva. La perspectiva sería de una legislatura corta, hasta que volvieran a repartirse las cartas en un adelanto electoral. En vía hacia esta fórmula de gobernabilidad lo inmediato consiste en mirar hacia Sánchez. Pasa a estas horas por un proceso de intenciones presente en los ámbitos político y mediático. Algo que molesta en Ferraz, cuyo discurso oficial nos recuerda que es a Rajoy al que le toca mover ficha y el PSOE está en actitud de esperar y ver.

En cuanto al sentido del voto en la sesión de investidura, el secretario de Organización, César Luena, precisaba ayer: “El PSOE votará no”. Pero servidor se permitiría añadir lo que parece elíptico en esa afirmación: “No”, aquí y ahora. Dentro de un mes, o dos, ya veremos. De momento, Pedro Sánchez no tiene la menor intención de echar una mano a Rajoy cuando salga el toro de la inestabilidad y vuelva a planear el fantasma de unas elecciones repetidas en la próxima primavera.

Por cierto, ese es el cuarto de los escenarios que estos días alimenta la voracidad de los analistas. La cuarta de esas arbitrarias hipótesis que nos entretienen. Puro caldo de cerebro en vísperas del apagón navideño. Después de la Navidad volveremos a las andadas.

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No es la convocatoria de un congreso nacional del PP lo que hoy por hoy preocupa al presidente del Gobierno en funciones. Lo prioritario es superar la investidura. Así se lo dijo ayer tarde a José María Aznar, con rebote de conformidad en la intervención de Esperanza Aguirre ante el Comité Ejecutivo. El presidente de honor sigue impaciente por poner el partido a reflexionar. Pero su sucesor tiene otras cosas en la cabeza. La investidura y lo que viene después.

Mariano Rajoy Ciudadanos