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Antonio Casado

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El Congreso ya no será una franquicia de La Moncloa

El Congreso, con un 62% de primerizos, ya no será una dependencia del Ejecutivo. Lo impide su fragmentación, que es la condición necesaria del pacto entre partidos en nombre del interés general

Foto: El recién elegido presidente del Congreso, Patxi López (c., fondo), se dirige a los diputados del Congreso durante la sesión constitutiva. (EFE)
El recién elegido presidente del Congreso, Patxi López (c., fondo), se dirige a los diputados del Congreso durante la sesión constitutiva. (EFE)

El dogma civil de la separación de poderes (Montesquieu), muy castigado por los cuatro últimos años de mayoría absoluta del PP, se refuerza en la España de las cuatro esquinas. El Congreso de los Diputados constituido ayer, con un 62% de primerizos, ya no será una dependencia del Ejecutivo. Lo impide su fragmentación, que es la condición necesaria del pacto entre partidos diferentes en nombre del interés general.

El primer fruto de esa lógica impuesta por la aritmética y la política ha sido la constitución del gobierno de la Cámara, con un presidente, Patxi López, que no representa al partido ganador de las elecciones (PP) sino a su eterno rival y segundo en las urnas del 20-D (PSOE), gracias al saludable papel mediador ejercido desde la equidistancia por un adversario electoral de ambos (Ciudadanos).

Los buenos oficios de Albert Rivera han servido para forjar un reparto justo de los nueve sillones de la Mesa cubiertos ayer en una agotadora jornada inaugural. Un presidente, cuatro vicepresidentes y cuatro secretarios. Tres para el PP, dos para el PSOE, dos para Podemos y dos para Ciudadanos. Ninguno de ellos podrá controlar la actividad parlamentaria a su capricho.

Asimismo, el pacto entre diferentes será imprescindible para la formación de mayorías, tanto para impulsar como para bloquear cualquier iniciativa. Variables, si el banco azul es monocolor. O previsibles, si se acaba formando un Gobierno de coalición o un pacto de legislatura.

El pacto entre diferentes será imprescindible para la formación de mayorías, tanto para impulsar como para bloquear cualquier iniciativa

Cada día tiene su afán y ahora es el turno de Rajoy, que tiene el derecho y el deber de formar una mayoría de gobierno. No tiene sentido adelantar acontecimientos haciendo caldo de cerebro. Huyamos de ese absurdo quinielismo que tiene a periodistas y políticos hablando en condicional desde que supimos que la estabilidad de España ya no está en manos de dos partidos sino de cuatro.

¿En manos de cuatro? La jornada de ayer nos invita a pensar que, en realidad, va a estar en manos de tres. Podemos no ha tenido arte ni parte en el cocinado final de la Mesa de la Cámara. Por autoexclusión, en realidad, al sentirse desairado en su reclamación de cuatro grupos parlamentarios para cada una de sus cuatro marcas. Se hubiera ahorrado el disgusto de haber logrado en las urnas una mayoría absoluta como la de Rajoy en 2011, la de Aznar en 2000, o las de Felipe González en el siglo pasado. Los tiempos son otros.

Aunque otros lo hicieran en el pasado (la doctrina del Tribunal Supremo se remite en estos casos a la decisión de la Mesa), un gobierno plural de la Cámara, como el que se constituyó ayer, no ha querido malversar la letra y el espíritu del reglamento. A saber: “En ningún caso pueden constituir grupo parlamentario separado diputados que pertenezcan a un mismo partido” o “pertenecieran a formaciones políticas que no se hayan enfrentado ante el electorado”.

En el ataque de contrariedad de Podemos, la visible irritación de su líder, Pablo M. Iglesias, y su extravagante ocurrencia de amontonar al PP, el PSOE y Ciudadanos en el mismo “búnker del inmovilismo”, vimos ayer un avance de la legislatura que nos espera, donde el reto de la estabilidad, con las orejas del lobo asomando por Cataluña, acabará implicando a las mismas tres fuerzas políticas que ayer aceptaron el pacto como método para gestionar el mandato de las urnas del 20 de diciembre sin reabrir las urnas en primavera.

El dogma civil de la separación de poderes (Montesquieu), muy castigado por los cuatro últimos años de mayoría absoluta del PP, se refuerza en la España de las cuatro esquinas. El Congreso de los Diputados constituido ayer, con un 62% de primerizos, ya no será una dependencia del Ejecutivo. Lo impide su fragmentación, que es la condición necesaria del pacto entre partidos diferentes en nombre del interés general.

Patxi López