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Así es la fumata negra de la gobernabilidad
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Antonio Casado

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Así es la fumata negra de la gobernabilidad

Podemos salió del gallinero del hemiciclo y va camino del gallinero de la política. Eso empujará al PSOE hacia fuerzas que aporten credibilidad al funcionamiento del país

Foto: Pablo Iglesias vota no a la investidura de Sánchez. (EFE)
Pablo Iglesias vota no a la investidura de Sánchez. (EFE)

Nada nuevo. Y dos meses más, como máximo, con las espadas en alto. Mismas caras, mismo argumentos y un tono tan desapacible o más que en el primer acto de la investidura. Aun así, no cabe hablar de “fracaso de Pedro Sánchez” (tomar la iniciativa refuerza su liderazgo y mejora su facturación electoral), sino de una clase política incapaz de cumplir el mandato de las urnas: la gobernabilidad.

El intento de cumplirlo no merecía la injusta calificación de “sectario” que le dedicó Rajoy. Más descriptiva me parece la tesis expuesta por Sánchez y Rivera de que tampoco la culpa puede repartirse a partes iguales, pues en el arco parlamentario hay dos fuerzas extremas (PP y Podemos) bloqueando la situación y dos fuerzas centrales (PSOE y Ciudadanos) que hasta ahora han hecho todo lo posible por desbloquearla.

Se impone la ley de los números pero se dinamiza la situación. Al menos se han retratado unos y otros. No solo políticamente. En el plano humano el debate sirvió como pasarela moral de los líderes que nos han tocado en suerte (mejor olvidar lo del tal Rufián). Pero el balance aritmético del segundo y último acto de la fallida investidura no nos ha sacado de dudas. Un solo voto cambió de signo, pasando de la abstención al sí (CC).

Y así entramos en el nuevo escenario. Nada nuevo, en realidad, porque nos devuelve al punto de partida, marcado por una ecuación endemoniada: el PP no puede hacer nada sin el PSOE y el PSOE no puede hacer nada sin Podemos. Los términos de la misma siguen inalterables. Hasta que las cuatro grandes fuerzas políticas no demuestren con hechos su declarada fe en el diálogo, desmentida con un desapacible intercambio de descalificaciones, las cosas están como estaban hasta el recuento de anoche (un sí más, hasta 131, y los mismos 219 noes).

Pedro Sánchez fracasa en la segunda votación.

Vamos con los datos de la fumata negra. Por un lado, la negativa de Sánchez hace imposible el Gobierno XXL propuesto por Rajoy (PP-PSOE- Cs), aunque eso puede tener arreglo en nombre de los intereses generales, la amenazada unidad nacional, el miedo al desgobierno, el fantasma de una nueva recesión, la huida de capitales, la paralización de inversiones, etc. De ahí que todos se declaren contrarios a la repetición de las elecciones. Por otro lado, el izquierdo, las soflamas de Pablo Manuel Iglesias, esta vez suavizadas con un par de gracietas que no venían a cuento, reconfirman su nula voluntad de pacto con el PSOE, al que quiere dividir antes de confiscar, lo cual se compadece con la nula voluntad de pacto de muchos dirigentes socialistas. Les produce hasta malestar físico un eventual entendimiento con el caudillo chavista-leninista, que el miércoles pasado terminó de arruinar las ya muy escasas posibilidades que había. Iglesias nunca renunciará a una agenda social incompatible con la disciplina presupuestaria de Bruselas. Ni Sánchez admitirá jamás ese “derecho a decidir” que cuestiona la unidad de España, al convertirse en derecho a dividir la soberanía.

Iglesias seguirá creando las condiciones que hagan inevitable la nueva convocatoria electoral con la esperanza del dichoso sorpasso. Miente cuando habla de conseguir la gobernabilidad ofreciéndose al PSOE en un Gobierno de izquierdas con la abstención de los nacionalistas, “que no son monstruos”, decía ayer. Sabe, en fin, que un eventual acuerdo con el PSOE necesitaría de concesiones insoportables por ambas partes. Ni la izquierda mochilera ni los socialdemócratas de Ferraz están por la labor. Al admirador de ETA y Hugo Chavez, además, le viene mejor frenar a Sánchez y esperar su oportunidad de asalto al poder. Mejor con Rajoy en Moncloa, como Sánchez y Rivera le echan en cara.

Al menos se han retratado unos y otros. En el plano humano el debate sirvió como pasarela moral de los líderes que nos han tocado

Iglesias se ha instalado en la política basura por la forma y el fondo de unas arengas que se ahogan en su propio grito. Podemos salió del gallinero del hemiciclo y va camino del gallinero de la política. Eso empujará al PSOE hacia fuerzas que aporten seriedad y credibilidad al funcionamiento del país. Otra cosa es su grado de implicación en un eventual acuerdo con las derechas. Nunca de Gobierno compartido pero sí, tal vez, de investidura (por abstención) a un presidente o presidenta del PP, previo pacto sobre media docena de temas de Estado (unidad de España, lucha antiterrorista, estabilidad presupuestaria…) y algunos grandes objetivos del PSOE como la reforma de la Constitución, el blindaje del Estado del bienestar y la regeneración democrática. Todo ello para una Legislatura corta, incluso con su fecha de caducidad pactada ¿Por qué no, si las alternativa es repetir las elecciones o pactar con un partido gamberro que pone en duda la unidad de España y está más interesado en el control de TVE que en el rescate social?

Nada nuevo. Y dos meses más, como máximo, con las espadas en alto. Mismas caras, mismo argumentos y un tono tan desapacible o más que en el primer acto de la investidura. Aun así, no cabe hablar de “fracaso de Pedro Sánchez” (tomar la iniciativa refuerza su liderazgo y mejora su facturación electoral), sino de una clase política incapaz de cumplir el mandato de las urnas: la gobernabilidad.

Pedro Sánchez Mariano Rajoy