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Antonio Casado

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Pedro Sánchez, en un callejón sin salida

Cuanto más tarde en admitirlo, más caerá su bien ganada valoración como el líder que hizo todo lo posible por desbloquear la situación. El margen para repetir las elecciones se va estrechando

Foto: El secretario general del PSOE, Pedro Sánchez. (EFE)
El secretario general del PSOE, Pedro Sánchez. (EFE)

Nada que no supiéramos. En vísperas de la reunión a tres del jueves pasado, el PSOE había dicho en todos los idiomas que no rompería amarras con su socio preferente y su anclaje centrista, Ciudadanos no dejaba de repetir que jamás aceptaría a Podemos como compañero de viaje, y Podemos se hartó de pregonar un Gobierno “a la valenciana” donde no cabía el partido de Albert Rivera. Así lo ratificó por escrito (punto 20 de su documento) al plantear un “Gobierno de coalición” del PSOE con Podemos en sus distintas versiones e IU.

No se entiende el rasgado de vestiduras del portavoz socialista, Antonio Hernando, cuando el viernes se enteró con “indignación y sorpresa” de que Pablo Manuel Iglesias no estaba por la labor de sumarse al pacto previo PSOE-Ciudadanos. Bueno, en realidad se entiende por la necesidad de endosar a otros la culpa de una nueva llamada a las urnas o, en su caso, la de apostar por el continuismo del PP. De ahí la nada velada acusación contra Podemos de que prefiere a Rajoy en la Moncloa.

Los socialistas se sienten molestos porque Iglesias les acusa de haber quedado cautivos de Ciudadanos. Deberían agradecérselo por haber reventado así el insidioso discurso del PP que atribuía a Pedro Sánchez la intención de echarse en brazos de populistas y separatistas para ser presidente a cualquier precio. No parece, después de ver cómo unos y otros se han estrellado contra la alianza de centro izquierda forjada con Albert Rivera, aunque estuviera matemáticamente condenada a malograrse como alternativa de Gobierno.

Iglesias llevó a la mesa de negociación veinte “cesiones” en su mano tendida al PSOE. Ojo, al PSOE, no a Ciudadanos. Sánchez y Rivera habían advertido reiteradamente que lo que se iba a explorar no era una opción de pacto PSOE-Podemos, sino la ampliación del acuerdo PSOE-Ciudadanos, plasmado en las famosas doscientas propuestas. Si Iglesias no lo asumía, no había nada que hacer. Y no lo asumió.

Ni Iglesias pasó por el aro ni sus interlocutores, previamente sindicados, se tomaron en serio el presunto compromiso de Podemos en la causa de la gobernabilidad. Lo que Iglesias considera generosas concesiones de Podemos recuerda al esforzado ciudadano que corría detrás del autobús por ahorrarse los dos euros del billete. Alguien le aconsejó que corriese detrás de un taxi para ahorrarse mucho más. Una absurda parábola que refleja el espíritu de estas presuntas “cesiones”.

Es el tramposo juego de un partido que ahora se saca de la manga una superflua consulta a las bases y que pretende seducir con su falsa disposición al sacrificio

Por ejemplo, recortar en 100 euros mensuales, de 600 a 500, su propuesta de renta mínima para quienes viven por debajo del umbral de la pobreza ¿Y quién impide a Podemos elevar la propuesta a 1000 para rebajarla a 500, de modo que su ataque de filantropía se multiplique por cinco? Exactamente lo mismo puede decirse de su ofrecimiento de rebajar los 96.000 millones de expansión fiscal a solo 62.000. ¿Por qué no elevar la propuesta a 200.000 para que la concesión pueda ser aún mayor y todos acabemos alabando el sacrificio de Podemos en nombre de la gobernabilidad?

Es el tramposo juego de un partido que ahora se saca de la manga una superflua consulta a las bases y que pretende seducirnos con su falsa disposición al sacrificio programático, de modo que nadie pueda culparle luego de una eventual repetición de elecciones. Si se da el caso, será culpable de no haber facilitado el desbloqueo, aunque no será el único. Si hemos de ser justos, en ese dudoso honor le acompañaría Ciudadanos, pues ambos se han declarado incompatibles -afortunadamente, en mi opinión- con el quimérico proyecto “a 199” encabezado por el líder socialista.

También esa incompatibilidad se había reflejado en vísperas de la fallida mesa negociadora del jueves pasado. Me refiero a los agrios cruces dialécticos de Iglesias y Rivera en el Congreso. Fue la última señal de que la cita estaba condenada al fracaso. Ahora solo falta que Sánchez lo constate formalmente y renuncie a maniobras dilatorias que le quiten al PP el tiempo y la posibilidad de volver a entrar en el partido antes de que sea irremediable la repetición de elecciones.

El líder socialista se encuentra en un callejón sin salida. Cuanto más tarde en admitirlo, más caerá su bien ganada valoración como el líder que hizo todo lo posible por desbloquear la situación. El margen para repetir las elecciones se va estrechando. Sánchez no debería estrecharlo aún más con falsas expectativas. Me parece que ha llevado su voluntarismo más allá de lo razonable y creo que le ha llegado la hora de darse por vencido y no dificultar la posibilidad de que lo intenten otros.

Nada que no supiéramos. En vísperas de la reunión a tres del jueves pasado, el PSOE había dicho en todos los idiomas que no rompería amarras con su socio preferente y su anclaje centrista, Ciudadanos no dejaba de repetir que jamás aceptaría a Podemos como compañero de viaje, y Podemos se hartó de pregonar un Gobierno “a la valenciana” donde no cabía el partido de Albert Rivera. Así lo ratificó por escrito (punto 20 de su documento) al plantear un “Gobierno de coalición” del PSOE con Podemos en sus distintas versiones e IU.

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