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Antonio Casado

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¿Tiene remedio lo del PSOE?

Recuperar los votos socialistas de toda la vida alejaría la sombra negra del 'sorpasso' que atonta a las mejores cabezas del partido. Es el reto apremiante de Pedro Sánchez

Foto: El secretario general y candidato del PSOE, Pedro Sánchez. (EFE)
El secretario general y candidato del PSOE, Pedro Sánchez. (EFE)

La campaña arrancó ayer bajo el influjo del macrosondeo oficial, un potente generador de estados de ánimo entre electores y elegibles. Casi 18.000 españoles que, bajo los efectos del cabreo por el prolongado vacío de poder y una costosa repetición de elecciones, se confesaron ante los encuestadores del CIS en el mes de mayo (del 4 al 22). Una vez procesadas sus respuestas, no queda otra: barba o coleta. Salvo que cambien las respuestas en los próximos 15 días. No lo descartemos.

Sin que se hayan registrado significativos corrimientos de voto (lo de Podemos-IU no es por desplazamiento sino por adición), con todo el pescado por vender a lo largo de la campaña electoral, con un tercio de votantes indecisos, con todos los expertos anunciado que esos indecisos dejarán de serlo en la última semana, sabiendo como sabemos que una encuesta no es una profecía sino la foto de un momento (dos semanas de mayo, en este caso), conviene no elevar a definitivas las conclusiones más pregonadas durante las últimas 48 horas.

La más aireada de todas ha sido el 'sorpasso'. Como desahucio del PSOE ante la irresistible ascensión de la izquierda radical y como blindaje del PP en Moncloa. Según se mire, según quien lo vea. Sin embargo, el 'sorpasso' no es ninguna novedad porque ya se había producido en las elecciones del 20-D. Entonces la suma del conglomerado de Podemos con Izquierda Unida superó al PSOE en unos 700.000 votos.

La diferencia es que ahora se enfrentan juntos a la ley D´Hondt y eso tiene premio en adjudicación de escaños. Aunque bajase la suma en votos, que hace seis meses fue de 6.113.000 y no se ven trazas de que vaya a aumentar el 26 de junio, por desgaste de la marca Podemos (su caída en las encuestas de abril precipitó el 'pacto del botellín' de mayo, no lo olvidemos) y malestar en un sector de votantes clásicos de Izquierda Unida.

Sí es novedad, en cambio, el estancamiento de la oferta socialista, tras el subidón experimentado en febrero, cuando Pedro Sánchez tiró del carro institucional desbloqueando la situación creada a raíz de las elecciones de diciembre de 2015. Un rédito malogrado luego en el candoroso intento de incorporar a Podemos al pacto PSOE-Ciudadanos. Desde entonces el PSOE no se ha movido de donde estaba: en torno al 22% de los votos, que se convierte en el 20% al aumentar el quesito de Podemos (Unidos Podemos, ya). Ni se moverá. Salvo que acierte en su objetivo de recuperar al millón y medio de votantes de Rubalcaba (noviembre de 2011) perdidos en la polvareda de las ambigüedades y las irresponsables reyertas internas de estos últimos años.

Siete millones de votos socialistas de toda la vida. Recuperarlos alejaría la sombra negra del 'sorpasso' que atonta a las mejores cabezas del partido. Es el reto apremiante de Pedro Sánchez. Y solo lo conseguirá si se dan dos condiciones. A saber:

Una es la remada conjunta y creíble de nuevas y viejas glorias del PSOE en orgullosa reacción frente a las trampas de un impostor, el 'nuevo socialdemócrata', Iglesias, y al propio reconocimiento de la “desmotivación” en las filas socialistas. La demoscopia se ofrece a echar una mano. El PSOE sigue siendo el preferido por los españoles como partido de gobierno y el que más simpatía despierta entre los votantes, según el reciente barómetro del CIS (ahí gana por goleada a Podemos-IU). Además, está en todas las encrucijadas de quienes aún dudan sobre el sentido de su voto, como es lógico en un partido centrado, junto a Ciudadanos, entre los extremos que ocupan el PP y Unidos Podemos.

La otra condición es que el votante en general y el votante clásico del PSOE en particular empiecen a percibir el conglomerado constituido en torno a Podemos y otras 15 fuerzas políticas, como un riesgo grave para la estabilidad institucional y la recuperación económica. En ese sentido, es imprescindible la aportación de los equipos electorales de Sánchez. No por la vía del insulto o la descalificación de quienes sueñan con echar del campo a un partido centenario. Mejor desbordarles en propuestas creíbles y, sobre todo, quitarles la careta. Se trataría de presentar siempre a los dirigentes de Podemos como unos grandes virtuosos del camuflaje, al hilo de las tendencias detectadas en los estudios cualitativos que maneja Ferraz, donde siguen creciendo los indicadores de la aversión que Iglesias y los podemitas suscitan entre militantes y votantes socialistas.

La campaña arrancó ayer bajo el influjo del macrosondeo oficial, un potente generador de estados de ánimo entre electores y elegibles. Casi 18.000 españoles que, bajo los efectos del cabreo por el prolongado vacío de poder y una costosa repetición de elecciones, se confesaron ante los encuestadores del CIS en el mes de mayo (del 4 al 22). Una vez procesadas sus respuestas, no queda otra: barba o coleta. Salvo que cambien las respuestas en los próximos 15 días. No lo descartemos.

Izquierda Unida Ciudadanos