Otegi: el blanqueo de un aspirante a lendakari

La vía contencioso administrativa -estamos a punto de saberlo- respaldará la decisión de la Junta Electoral de Guipúzcoa, que hace unos días proclamó inelegible a Arnaldo Otegi, aspirante a lendakari en la coalición EH Bildu, por inhabilitación judicial para ejercer el derecho de sufragio pasivo. El próximo paso es un recurso ante el Tribunal Constitucional. Ya lo ha anunciado Íñigo Iruin, abogado del dirigente 'abertzale'. Y dentro de una semana, 24 horas antes de comenzar la campaña electoral vasca, sabremos si el alto tribunal tumba o respalda la candidatura del exetarra, expresidiario y líder de Sortu, enésima versión del brazo político de la hoy desactivada banda terrorista ETA.

Según la tesis de la Audiencia Nacional -tribunal sentenciador-, la inhabilitación está vigente hasta 2021. Pero se han escuchado otras interpretaciones técnicas (¿las penas accesorias van cosidas a la pena de cárcel?), no exentas de elementos políticos (¿conviene al Estado alimentar el victimismo de un enemigo del Estado?), que no lo tienen tan claro.

Tanto la dimensión jurídica como la dimensión política alentarán la última palabra del Tribunal Constitucional. Al fin y al cabo, no deja de ser una instancia política en su mejor acepción. A su fallo nos atendremos por las generales de la ley. Sin embargo, a mi juicio, el peso de los aspectos morales del asunto desborda a los demás e interpela la sensibilidad de las personas bien nacidas, si observamos la sangrienta huella de ETA y hacemos memoria del sufrimiento causado a los vascos y al resto de los españoles por una banda a la que Otegi perteneció.

Le cuadra más el cartel de “hombre de partido” que apuesta por la paz simplemente como alternativa técnica a la fracasada estrategia terrorista

El asunto tiene una triple dimensión: política, jurídica y moral. No deben mezclarse en los análisis. Y sí en las valoraciones, a la luz dominante de la dimensión moral, la que afecta a los principios, que son universales y no fungibles, que permanecen y no se desgastan con el uso.

Arnaldo Otegi, al que se atribuye una participación documentada en varios secuestros, podría obtener el respaldo legal para ser candidato a lendakari en las elecciones del 25 de septiembre. Pero un eventual fallo favorable, sumado a su participación en el adiós a las armas de ETA en octubre de 2011, no serviría para blanquear su pasado terrorista ni le convertiría de la noche a la mañana en un benefactor de la Humanidad.

El cartel de 'hombre de paz' le acompaña desde que salió de la cárcel de Logroño el pasado 1 de marzo, pero le cuadra más el cartel de 'hombre de partido' que apuesta por la paz simplemente como alternativa técnica a la fracasada estrategia terrorista. No abogó por el final del terrorismo por amor a la paz o porque le pareciese ilegal o inmoral, sino porque la banda había sido derrotada por las Fuerzas de Seguridad del Estado.

Otegi, que nunca ha pedido perdón por los crímenes de ETA, no ha renunciado al terrorismo como método por ser contrario a las leyes de Dios y de los hombres, sino porque se había convertido en una herramienta inútil para los fines políticos que perseguía. Y ahora se imponen otros métodos y otras herramientas.