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Antonio Casado

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Sánchez: ¿un armario en medio del pasillo?

Llegado el caso, aunque sea por penaltis y en el ultimo minuto, el PSOE impedirá que los españoles vuelvan a abochornarse con su clase política en diciembre

Foto: El líder socialista, Pedro Sánchez, durante el debate de investidura en el Congreso. (EFE)
El líder socialista, Pedro Sánchez, durante el debate de investidura en el Congreso. (EFE)

La fumata sigue siendo negra. Al menos ya corre “el reloj de la democracia”. Con dos meses por delante para cerrar, o no, el paréntesis más tonto de la política nacional abierto a finales del año pasado. Y con la mirada pública puesta en el PSOE, que nos deja un documentado dictamen negro sobre el cuatrienio de Rajoy (2011-2015) y la generalizada sospecha de que no hará nada por evitar unas nuevas elecciones.

Como reza el dicho feminista respecto al marido jubilado, al líder socialista, Pedro Sánchez, se le está viendo como “un armario en medio del pasillo”. Pero mi particular inmersión en los interiores del partido, que tantas pruebas ha dado de su compromiso con el Estado y los intereses generales, me permite insistir en que, llegado el caso, aunque sea por penaltis y en el último minuto, el PSOE impedirá que los españoles vuelvan a abochornarse con su clase política.

“El PSOE estará en la solución”. Es el mantra del exclusivo entorno de Sánchez, desde que lo lanzase en su arenga poselectoral sobre los tiempos

Vamos a ello.

Después del enésimo “no” de Sánchez a Rajoy “porque no es usted de fiar”, anoche en el Congreso, el augurio sale de la boca del caballo cinco minutos después de la fallida investidura de Rajoy en segunda votación: “El PSOE estará en la solución”. Es el mantra del exclusivo entorno de Sánchez, desde que lo lanzase en su arenga poselectoral sobre el respeto a los tiempos y el paso del río cuando haya puente. Sin embargo, las novedades no serán reconocidas como tales hasta después del 25 de septiembre, fecha de las elecciones vascas y gallegas. Entonces ya estarán listos los cuatro elementos del “nuevo escenario”, con el que especuló el líder socialista en su cruce parlamentario del miércoles con el candidato del PP.

Uno: Rajoy ya habrá probado, como él, el sabor del fracaso en una sesión de investidura. Dos: los comicios vascos y gallegos alumbrarán una nueva relación de fuerzas. Tres: con el desafío independentista en Cataluña al rojo vivo, el PSOE no podrá mirar hacia otro lado. Y cuatro: el ruido de barones socialistas, sin las caretas y los silenciadores de ahora, llevarán a la Ejecutiva a convocar un comité federal, que se celebraría seguramente el sábado 1 de octubre.

Si para entonces el candidato del PP no ha conseguido los seis votos afirmativos o las once abstenciones necesarias para ser investido como presidente del Gobierno, el PSOE cruzará ese puente y se ofrecerá a ser “parte de la solución”. Con un discurso que, a pesar de su actual escaso recorrido político y mediático, está marcando la controvertida estrategia de Sánchez y una parte de sus barones. A saber: “Es Rajoy quien juega a una nueva convocatoria de elecciones, convencido de que le llevarían a ganar quince o veinte escaños más”.

Si el candidato del PP no ha conseguido los seis votos o las once abstenciones necesarias, el PSOE cruzará ese puente y se ofrecerá a ser “parte de la solución”

Entonces sería el PSOE el que, frente a la presunta hipocresía de un PP que desea las elecciones mientras acusa al adversario de provocarlas, se erigiría como el partido de Estado que actúa “en coherencia con sus valores, con lealtad a los españoles y anteponiendo siempre el interés general a cualquier otro objetivo”.

El entrecomillado pertenece a la vigente resolución del Comité Federal del 28 de febrero de 2016, donde se decidió por unanimidad el “no a Rajoy y al PP “porque es el mandato de nuestros votantes y de la mayoría de los españoles”. Pero con la misma contundencia se expresa el compromiso de que “en las decisiones y en el comportamiento del PSOE primará siempre el interés de la sociedad española”. Ítem más: “En aras del interés general, por sentido común y responsabilidad, las nuevas elecciones deben ser la ultima opción, porque supondrían un fracaso colectivo”.

Son ingredientes del debate interno llamado a escenificarse en un comité federal que, en contra de ciertas conjeturas aparecidas en estas ultimas 48 horas, en ningún caso se convocará antes del 25 de septiembre, fecha de las elecciones vascas y catalanas. De dicho cónclave, ya ante un nuevo mandato del Rey a Rajoy para intentar la investidura por segunda vez, podría salir un cambio de la posición socialista. Del “no” a la “abstención”. En otras palabras: del obstruccionismo a la neutralidad que evite llamar a las urnas de nuevo a los españoles, en nombre de la razón de Estado y sin necesidad de abolir el actual discurso socialista de no apoyar “lo que se quiere cambiar”.

Ese cambio de posición pasa por dos condiciones previas. Una, de puertas afuera: que el PP deje de mirar al PSOE a cara de perro y haga algún gesto que acorte las dramáticas distancias visibles durante los cruces Rajoy-Sánchez del miércoles. Y otra de puertas adentro, donde un sector del partido se la tiene jurada al actual secretario general: la pacificación. Lo cual también exige que Pedro Sánchez se haga más comunicativo y deje de interpretar la apuesta de ciertos barones regionales por la abstención como una forma de destronarle.

La fumata sigue siendo negra. Al menos ya corre “el reloj de la democracia”. Con dos meses por delante para cerrar, o no, el paréntesis más tonto de la política nacional abierto a finales del año pasado. Y con la mirada pública puesta en el PSOE, que nos deja un documentado dictamen negro sobre el cuatrienio de Rajoy (2011-2015) y la generalizada sospecha de que no hará nada por evitar unas nuevas elecciones.

Pedro Sánchez