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Aire envenenado en vísperas del cónclave del PSOE
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Antonio Casado

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Aire envenenado en vísperas del cónclave del PSOE

Lo que ha ocurrido realmente en el Partido Socialista es una lucha entre Pedro Sánchez, que se afanaba en sobrevivir políticamente, y Susana Díaz, que quería destruirlo internamente

Foto: La presidenta andaluza y secretaria general del PSOE-A, Susana Díaz, durante la reunión de la Comisión Ejecutiva Regional de su partido en Sevilla. (EFE)
La presidenta andaluza y secretaria general del PSOE-A, Susana Díaz, durante la reunión de la Comisión Ejecutiva Regional de su partido en Sevilla. (EFE)

Sánchez sabía que la única posibilidad de sobrevivir era blindarse con el apoyo de los militantes. Por eso, al saber a mediados de septiembre que en Sevilla se cocinaba un golpe para destronarlo, se apresuró a convocar primarias y congreso. Con el tiempo justo para celebrarlos antes de unas nuevas elecciones.

Se trataba de utilizar el blindaje de la militancia como lanzadera en el intento de encabezar un Gobierno alternativo en complicidad con Podemos y los nacionalistas. Si llegaba a la Moncloa dejaba con un palmo de narices a sus adversarios. Y si no, se ratificaba como candidato a la presidencia del Gobierno y el liderazgo socialista por tres años más.

Quienes se la tenían jurada se dieron cuenta y desencadenaron el 'susanazo' por dimisión inducida de la mitad más uno de los componentes de la ejecutiva. El desenlace reglamentario debía haber sido la convocatoria urgente de un congreso extraordinario, pero sus enemigos se pasaron los estatutos por el arco del triunfo y, en el vergonzoso comité federal del 1 de octubre, provocaron el desenlace de facto: la dimisión de un secretario general acorralado y la creación de una comisión gestora llamada a derogar los planes de Sánchez y las condiciones para evitar un nuevo paso de los españoles por las urnas.

Ahí figuran los componentes del aire envenenado en vísperas del comité federal. Está cantado que ganará por mayoría la decisión de abstenerse en la investidura de Rajoy. Un mandato vinculante para los 84 diputados socialistas en la sesión de la semana que viene en el Congreso, que deroga el mandato también vinculante del no, vigente desde el 28 de diciembre.

Los partidarios de Sánchez recuerdan que hasta ese momento no se había oído la voz de ningún diputado contraria al no, excepción hecha de José María Barreda, cansado de defender la abstención a contracorriente en las reuniones del grupo. Los partidarios de la gestora, en cambio, te dirán que había muchos diputados incómodos en el no es no. Y que la opción de abstenerse ganará por goleada porque es la única forma de evitar las elecciones y dejar a Rajoy a los pies de los caballos frente a una mayoría parlamentaria hostil.

Es una piadosa descripción del ambiente previo al cónclave del domingo. La realidad es más dura. Los ánimos siguen caldeados y las palabras más hirientes (“ratas”, “insensatez”, “cambio de chaqueta”, “traición”, “aventurerismo”) vuelan como cuchillos. También contra quienes han sabido cambiar de bando con tanta facilidad. “Babeaban con Pedro y ahora babean con Javier, una vez pasados por San Telmo”, me dice alguien del entorno de Sánchez, donde se acusa al presidente de la gestora de haber regalado a Podemos el discurso de la izquierda y ser “un hombre de paja de Susana Díaz”.

La opción de abstenerse ganará por goleada porque es la única forma de evitar las elecciones y dejar a Rajoy a los pies de los caballos frente a un Parlamento hostil

A las dos cabezas visibles de la fractura socialista les traiciona el subconsciente cuando explican la crisis. Pedro Sánchez fue el primero en hablar de “bandos”, algo imperdonable en un líder político que ha de serlo para unos y otros. Y Javier Fernández dijo que si el edificio está dañado, “nos queda el solar”. Nada mejor para trasladar el mensaje de que el PSOE está para la piqueta y la explanadora.

¿Y dónde quedan las apelaciones a los intereses de la sociedad española como coartada de una abstención del PSOE orientada a evitar las elecciones? Solo en los discursos públicos. Las dos partes han buscado descaradamente el choque de trenes. Por motivos instrumentales propios de una descarnada lucha por el poder. Si para Sánchez su tabla de salvación era ser presidente del Gobierno, la estrategia de Susana Díaz consiste en asumir que el PP gobierne en España mientras ellas se prepara para cumplir con Andalucía y luego dar el salto a Madrid.

¿Y Sánchez, ahora? En las horas previas al cónclave socialista del domingo la pregunta del millón es si habrá reaparición del exsecretario general. En su entorno inmediato nadie responde. Los indicios me permiten anticipar que no asistirá al comité federal, como exsecretario general que fue, pero sí a la sesión de investidura como diputado que es y ha decidido seguir siendo. La duda, entonces, será si respeta la disciplina de voto según el mandato del comité federal, que es lo más probable, se mantiene en el voto 'no' o se ausenta oportunamente en el momento de la segunda votación.

En las actuales circunstancias, cualquier cosa que haga o deje de hacer tendrá contraindicaciones. Pero si, como creen en su entorno, no ha tirado la toalla, ha de escenificar la reaparición lo antes posible, so pena de que su actual sintonía con los militantes de bases se diluya con el paso del tiempo. De momento tiene alzada la bandera. Entrecomillo lo que una de sus personas de confianza me decía ayer mismo: “Creo que se va a presentar a las primarias y que lo va a anunciar públicamente”.

No parece que ninguna de las dos figuras que personalizan la fractura del PSOE dediquen lo mejor de su talento a recuperar la normalidad de la vida política en España o reparar los graves daños que la interinidad ha causado en la imagen de nuestro país. Nada de eso. Entre los adversarios de Sánchez, encantados con su destronamiento, te dirán que todos sus movimientos respondían a la necesidad de mantenerse políticamente vivo. Por su parte, los adversarios de Susana Díaz proclaman que todo el mundo la ha pillado con el puñal en la mano y sin dar la cara.

O sea, Pedro, un resistente, y Susana, una manipuladora. Nada de sofisticados debates ideológicos sobre la pérdida de identidad socialista o patrióticas reacciones por el vacío de poder. Es mucho más grosero todo. Lo que de verdad ha ocurrido es que el uno braceaba para sobrevivir políticamente, mientras que la otra quería destruirlo desde dentro. Y esa es la lamentable historia de estos dos últimos años en la vida del histórico Partido Socialista Obrero Español.

Sánchez sabía que la única posibilidad de sobrevivir era blindarse con el apoyo de los militantes. Por eso, al saber a mediados de septiembre que en Sevilla se cocinaba un golpe para destronarlo, se apresuró a convocar primarias y congreso. Con el tiempo justo para celebrarlos antes de unas nuevas elecciones.

Pedro Sánchez Susana Díaz
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