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Adiós al año tonto de la política nacional
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Antonio Casado

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Adiós al año tonto de la política nacional

Unas nuevas elecciones generales, cinco votaciones de investidura fallidas o cuatro rondas de consulta del Rey con los jefes de fila. El 2016 se despide como el más absurdo de la política nacional

Foto: El líder del PP y presidente del Gobierno en funciones, Mariano Rajoy, durante el debate de investidura. (EFE)
El líder del PP y presidente del Gobierno en funciones, Mariano Rajoy, durante el debate de investidura. (EFE)

Hoy termina el año tonto de nuestra reciente historia. El periodo más absurdo de la política nacional desde que este país calmó su hambre atrasada de libertades en 1978. Le cuadra una hilarante escena de la película 'Sopa de ganso', de los hermanos Marx, cuando Groucho se subía al sidecar y Harpo salía disparado, pero solo con la moto. “Nunca había viajado tanto sin moverme del sitio”, decía Groucho al tercer intento.

Así fue la política española en 2016. Un giro sobre su propio eje para llegar a lo que desde el principio era de “sentido común”, como dijo Rajoy por enésima vez en su rueda de prensa-balance posterior al Consejo de Ministros del viernes.

Hagamos memoria:

De las elecciones del 20D salió un mandato malversado por la clase política. El de avanzar pactando. Los españoles dijeron no a la mayoría absoluta del PP, aunque de entrada todos reconocieron su derecho a gobernar como ganador en las urnas. O a intentarlo en primer lugar. El mandato incluía abrazar lo nuevo (Ciudadanos y Podemos) sin dejar de apoyarse en lo viejo (más de la mitad del electorado apostaba aún por PP y PSOE). Por tanto, asomarse a lo desconocido sin saltos en el vacío.

Algunos escribimos entonces que antes deberían consumarse los respectivos intentos de formar Gobierno por parte de Rajoy y de Sánchez, sucesivamente, porque ambos tenían el derecho y el deber de intentarlo, aunque ambos estaban llamados a fracasar por imperativos de la aritmética. Y cuando la situación estuviera abocada a una nueva convocatoria electoral, veríamos cómo un ataque de responsabilidad en las fuerzas comprometidas con la Constitución (PP, PSOE y Ciudadanos sumaban 253 diputados) terminaría garantizando la puesta en marcha del nuevo Gobierno, que sería en minoría del PP y nacería por abstención de los diputados socialistas en la investidura de Rajoy, aunque fuese de penalti y en el último minuto.

Los españoles dijeron no a la mayoría absoluta del PP, aunque de entrada todos reconocieron su derecho a gobernar como ganador en las urnas

Así fue. No había otra. Pero casi un año después, pasando por unas nuevas elecciones generales (26 de junio), cinco votaciones de investidura fallidas (dos de Sánchez y tres de Rajoy), cuatro rondas de consulta del Rey con los jefes de fila, las teatrales escenificaciones de Iglesias, el obstruccionismo de Sánchez, la inmovilidad de Rajoy, un pacto inútil PSOE-Ciudadanos, una profunda crisis interna en las filas socialistas, el insufrible quinielismo que nos obligó a hablar en condicional a lo largo del año y el penoso espectáculo de una clase política incapaz de cumplir con su deber. “Siento vergüenza”, llegó a decir el exministro Ángel Gabilondo, cuando se vio que, cuatro meses después del 20D, íbamos de nuevo a las urnas.

El mismo temor se apoderó de los españoles cuando los meses posteriores al 26 de junio transcurrían sin fumata blanca. Hasta que, por fin, al borde del abismo, el sábado 29 de octubre, con la abstención socialista (excepto quince diputados insumisos), Rajoy obtenía la confianza de la Cámara. Así volvimos a la casilla de salida. La que muchos cantamos como inevitable desde la noche electoral del 20 de diciembre. Era la única forma sensata de desbloquear la situación.

El precio fue la guerra fratricida en el PSOE que terminó con el destronamiento de Pedro Sánchez y la aplicación del pasaje que compensaba el “no es no” en el mandato del Comité Federal. A saber: “El PSOE actuará siempre en coherencia con sus valores, con lealtad a los españoles y anteponiendo siempre el interés de España a cualquier otro objetivo”.

Por fin se había puesto fecha de caducidad al año tonto de la política española, aunque algunos quisieron prolongar la tontería y ahora acusan a la dirección interina del PSOE de haber favorecido un Gobierno de Rajoy. Como si en su mano hubiera estado el impedirlo mediante el “no es no”, que era camino seguro hacia unas nuevas elecciones de las que el PP hubiera salido aún más reforzado y el PSOE aún más hundido.

Hoy termina el año tonto de nuestra reciente historia. El periodo más absurdo de la política nacional desde que este país calmó su hambre atrasada de libertades en 1978. Le cuadra una hilarante escena de la película 'Sopa de ganso', de los hermanos Marx, cuando Groucho se subía al sidecar y Harpo salía disparado, pero solo con la moto. “Nunca había viajado tanto sin moverme del sitio”, decía Groucho al tercer intento.

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