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El grito de Cristina, contundente y creíble
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Antonio Casado

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El grito de Cristina, contundente y creíble

Si Cifuentes resulta creíble cuando pregona el principio de que la corrupción es incompatible con la democracia, es porque antes ya había predicado con el ejemplo

Foto: La presidenta de la Comunidad de Madrid y presidenta del PP de Madrid, Cristina Cifuentes, durante el comité ejecutivo autonómico del partido. (EFE)
La presidenta de la Comunidad de Madrid y presidenta del PP de Madrid, Cristina Cifuentes, durante el comité ejecutivo autonómico del partido. (EFE)

No hace falta ser una heroína para declarar la guerra a los corruptos, aunque sean compañeros de tu propio partido. La presidenta de la Comunidad de Madrid, Cristina Cifuentes, lo ha hecho y tampoco ha necesitado recurrir a sesudos y elaborados discursos sobre la moralidad de la vida pública para resultar convincente.

Si Cifuentes resulta creíble cuando pregona el principio de que la corrupción es incompatible con la democracia, como hizo en su discurso del pasado 2 de mayo, es porque antes ya había predicado con el ejemplo. Con hechos, no solo con palabras.

Los hechos precedieron a las palabras. Algo insólito en la clase política española. Incluido el partido de Cifuentes, por supuesto, que predica sin dar trigo o incumple en frío lo que firma en caliente, como ocurrió en Murcia hasta que su contraparte (Ciudadanos) le ganó el pulso.

Cifuentes primero ordenó una auditoría sobre la trastienda contable del Canal de Isabel II y luego trasladó a la Fiscalía las irregularidades detectadas

El viento también se llevó las palabras pronunciadas por Rajoy cuando, a principios de febrero de 2016, aseguró en el Congreso de Diputados que no iba a pasar ni una respecto a la corrupción. Justo cuando todos los colaboradores de Rita Barberá (d.e.p) en el Ayuntamiento de Valencia estaban imputados por financiación ilegal de su partido.

En el caso de Cristina Cifuentes (“qué negativa eres”, solía decirle su antecesora en la Puerta del Sol, Esperanza Aguirre, cuando aquella recelaba de Ignacio González), primero ordenó una auditoría sobre la trastienda contable del Canal de Isabel II y luego trasladó a la Fiscalía las irregularidades detectadas.

Para ser efectivo, con los resultados en materia de salud pública que están a la vista, ese proceder no ha necesitado de ninguna de las reformas legislativas tan aireadas por Moncloa y Génova como prueba de su compromiso en la lucha contra la corrupción.

Con estos antecedentes, el grito de la presidenta, lanzado en el marco festivo del pasado Día de la Comunidad, fue contundente y sonó creíble: “¡El tiempo de los corruptos ha llegado a su fin en la Comunidad de Madrid!”.

Cifuentes: "El tiempo de los corruptos ha llegado a su fin en la Comunidad de Madrid"

Ahora cabe esperar que su ejemplo se contagie y, con ayuda de quienes dentro del partido de Rajoy se han sentido “avergonzados” (el grito de Javier Maroto ante la insoportable acumulación de escándalos), haya un antes y un después en la forma de afrontar el problema de las manzanas podridas.

El argumentario oficial del PP sostiene que, a diferencia de lo que antes ocurría, no ha habido arropamiento de una figura principal del partido, como Ignacio González, al que se suspendió de militancia inmediatamente, sin que nadie denunciara una supuesta conjura del adversario y sin que nadie haya recurrido a la presunción de inocencia como gesto solidario con el compañero pillado en falta.

Al contrario, esta vez, dicen, “ha sido uno de los nuestros quien ha tenido el valor de denunciar a uno de los nuestros”, en palabras de un alto dirigente del PP en relación con la actitud de Cristina Cifuentes.

No hace falta ser una heroína para declarar la guerra a los corruptos, aunque sean compañeros de tu propio partido. La presidenta de la Comunidad de Madrid, Cristina Cifuentes, lo ha hecho y tampoco ha necesitado recurrir a sesudos y elaborados discursos sobre la moralidad de la vida pública para resultar convincente.

Cristina Cifuentes PP de Madrid