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¿Quién quiere desenterrar a Franco?
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Antonio Casado

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¿Quién quiere desenterrar a Franco?

Por mucho que se haya intentado, la memoria de los vencidos jamás verá este lugar como símbolo de reconciliación ni de homenaje a todas las víctimas de la Guerra Civil. Jamás

Foto: Interior de la basílica del Valle de los Caídos donde está enterrado el dictador Franco. (EFE)
Interior de la basílica del Valle de los Caídos donde está enterrado el dictador Franco. (EFE)

Desenterrar a Franco para volverlo a enterrar en otro “lugar preeminente”. Es lo que, sin votos en contra, excepto el de una distraída diputada del PP, el Congreso reclama del Gobierno mediante una proposición no de ley. Al no ser vinculante, el Gobierno hará lo que le parezca. Por lógica marianista, dejará las cosas como están. Mariano Rajoy nunca hace olas con el mar en calma. Y si puede, impide que las hagan otros.

Por tanto, la iniciativa socialista reclamando la exhumación de los restos del generalísimo del Valle de los Caídos y su traslado a no se sabe dónde se agota en sí misma. Como tantas y tantas mociones o proposiciones no de ley que instan al Gobierno a hacer tal o cual cosa. Cartas de amor a la luna que se pierden en la inmensidad sin fronteras de las buenas intenciones.

En cualquier caso, el sugerido traslado carece de sentido y podría generar problemas mayores. Empezando por el hecho físico del desplazamiento. ¿Se imaginan a estas alturas de la película un aparatoso cortejo fúnebre organizado por franquistas, como el de José Antonio Primo de Rivera en noviembre 1939 entre Alicante y El Escorial, y veinte años después entre El Escorial y el Valle de los Caídos?

En cualquier caso, el sugerido traslado carece de sentido y podría generar problemas mayores. Empezando por el hecho físico del desplazamiento

Nada de homenajes públicos ni incienso político con carácter retroactivo, dirán ustedes. Vale. El Gobierno no lo permitiría. Ya, pero un eventual traslado clandestino sería casi peor. El culebrón estaría asegurado. Y no veo yo la necesidad de meterse en líos removiendo los restos de una figura histórica perfectamente acoplada al granítico monumento de Cuelgamuros.

Esa es la clave. El muerto encontró la postura en el Valle de los Caídos. Del bando vencedor, se entiende, aunque bajo la misma tierra descansen algunos del otro bando. Por mucho que se haya intentado, la memoria de los vencidos jamás verá este lugar como símbolo de reconciliación ni de homenaje a todas las víctimas de la Guerra Civil. Jamás. Eso ya no lo arregla el Boletín Oficial del Estado.

El paso de los años ha hecho de la figura de Franco y el faraónico monumento una unidad indisoluble. Uña y carne. Como la sartén y el mango, Ortega y Gasset, María Jesús y su acordeón. Con perdón por la 'boutade'. Quiero decir que la figura y el monumento son inseparables. Quitar a Franco y dejar el pedestal sería como llevarse al santo de mi pueblo dejando la peana. Fatal. Aunque solo fuera por preservar la estética de las cosas y el equilibrio mental de mis paisanos.

Déjese, pues, al muerto donde está. El significado no es el mismo para todos los españoles. Y no sería bueno desairar a los nostálgicos del franquismo

Déjese, pues, al muerto donde está. Se equivocaría el Gobierno de turno si impide desde el BOE que el monumento siga asociado a su creador y lo que siempre significó en la memoria colectiva. El significado no es el mismo para todos los españoles. La prueba, sí. Y no sería bueno desairar a los nostálgicos del franquismo. La Democracia es tolerancia y respeto a la libre circulación de las ideas. Pero tampoco sería bueno desnaturalizar la prueba ante quienes vemos el conjunto de muerto y panteón como la huella perenne de una página negra de la historia de España. Basta y sobra con darle la espalda.

Otra cosa es la obligación de cumplir las previsiones y mandatos de la Ley de Memoria Histórica, donde no figura la extravagante sugerencia del traslado de Franco a otro lugar. Reconocer el trabajo de presos políticos en la construcción del monumento y recordarlo en placas alusivas en puntos concretos del mismo, así como avanzar en la identificación de quienes reposan en la fosa común, es justo y necesario. Además es un mandato derivado del espíritu y la letra de la ley aprobada por el Gobierno Zapatero en 2007 y frenada por el Gobierno Rajoy en 2011, dizque por falta de dotación presupuestaria.

Desenterrar a Franco para volverlo a enterrar en otro “lugar preeminente”. Es lo que, sin votos en contra, excepto el de una distraída diputada del PP, el Congreso reclama del Gobierno mediante una proposición no de ley. Al no ser vinculante, el Gobierno hará lo que le parezca. Por lógica marianista, dejará las cosas como están. Mariano Rajoy nunca hace olas con el mar en calma. Y si puede, impide que las hagan otros.

Valle de los Caídos Mariano Rajoy José Antonio Primo de Rivera Memoria histórica