Es noticia
Mala la hubiste, Iglesias Turrión
  1. España
  2. Al Grano
Antonio Casado

Al Grano

Por

Mala la hubiste, Iglesias Turrión

Con la moción de censura, el líder de Podemos buscaba visibilidad. Objetivo logrado. La tuvo, para mal. Volvió a reventar la doctrina Mafalda: “Conocerme es quererme”

Foto: El líder de Podemos, Pablo Iglesias. (Reuters)
El líder de Podemos, Pablo Iglesias. (Reuters)

Como aspirante a la presidencia del Gobierno que reclamaba la confianza de la Cámara, Pablo Iglesias Turrión quiso desgastar a Rajoy. Pero fue Rajoy, mediante la ironía y el desdén, quien acabó desarbolando a Iglesias Turrión con intervenciones demoledoras. Tanto como las del portavoz socialista, José Luis Ábalos, y el líder de Ciudadanos, Albert Rivera, hábiles en el uso del mismo argumento: “Usted es el responsable de que Mariano Rajoy siga en La Moncloa”.

La dura reprimenda de ambos al Gobierno, similar a la expuesta por Iglesias en lo tocante a la corrupción, no estuvo reñida con un severo reproche a Podemos. En el caso del PSOE, que se abstuvo en la votación final, por presentar una moción de censura que no era “creíble, eficaz ni oportuna” (Ábalos). En el de Ciudadanos, porque nunca podrá ser presidente quien concibe la política como un espectáculo y necesita que a España le vaya mal: “Salga usted del autobús y póngase a trabajar” (Rivera).

Además, Iglesias buscaba visibilidad. Objetivo logrado. La tuvo, para mal. Volvió a reventar la doctrina Mafalda: “Conocerme es quererme”. Los sondeos propios y ajenos (es el dirigente peor valorado de la política nacional) revelan que pierde posiciones si mejora su grado de conocimiento.

Los sondeos propios y ajenos (es el dirigente peor valorado de la política nacional) revelan que pierde posiciones si mejora su grado de conocimiento

Para todos los analistas era un lugar común que cuando Irene Montero (ha nacido una estrella parlamentaria) presentó como primera firmante la moción de censura, Podemos pretendía poner en apuros a un PSOE que, según sus análisis (que Dios les conserve la vista, como al que suscribe), estaría liderado por Susana Díaz. La iniciativa obligaría a los socialistas a retratarse, en pleno proceso de renovación interna, sobre la corrupción del PP, el problema de Cataluña, la continuidad de Rajoy, la política de alianzas, etc.

Ahí también tuvo Podemos el viento en contra. Afloró el discurso de una izquierda seria, responsable, reformista, que defiende la soberanía nacional, cree en el BOE y tiene vocación de Gobierno. En voz de un José Luis Ábalos, fue como la presentación en sociedad de lo que Sánchez llama “nuevo PSOE”, precedida por una durísima reprobación al Gobierno Rajoy y una no menos dura crítica al grosero tacticismo de Podemos al presentar esta moción de censura que ha resultado fallida.

A Iglesias le recordó Ábalos que eso se hubiera evitado con su apoyo al Gobierno progresista propuesto por Pedro Sánchez al Parlamento en marzo de 2016. Ahora no viene a cuento que los socialistas se sientan concernidos por esta iniciativa de Podemos. Sin dejar de reconocer que, por supuesto, el Gobierno se merece una moción de censura, aunque bien articulada, creíble y con posibilidades de salir adelante. Por la corrupción cosida al tejido organizativo del PP y por las políticas socialmente injustas de la derecha de siempre: “La austeridad y los recortes solamente son pretextos para aplicar una ideología que genera desigualdad y pobreza”.

Otro de los objetivos de la moción de censura, sustanciada ayer con la consabida derrota, era la reafirmación del liderazgo de Pablo Manuel Iglesias dentro del partido morado. Es dudoso que su mal paso, verificable de puertas afuera, le haya compensado de puertas adentro. La reiteración de argumentos, hasta el hartazgo, su ambigüedad en la defensa de su “España, nación de naciones”, su falta de respuesta a los emplazamientos de Rajoy, Rivera y Ábalos en no pocas áreas de la política nacional (la internacional quedó inédita), su aire de profesor condescendiente ante un hemiciclo de ignorantes, su dañina tendencia a confundir la política con el teatro (“teatro, lo tuyo es puro teatro, falsedad bien ensayada, estudiado simulacro”, canta La Lupe), etc., le fueron restando puntos a lo largo de las agotadoras jornadas del martes y el miércoles.

Para colmo, sale perdiendo en la incómoda comparación de sus intervenciones respecto a las muy celebradas de Irene Montero, dentro y fuera de Podemos. Por ahí fue Rajoy con esa pedrada brutal que quedó subrayada en mi cuaderno de notas: “Irene Montero es la mentira, pero usted es el aburrimiento”.

Como aspirante a la presidencia del Gobierno que reclamaba la confianza de la Cámara, Pablo Iglesias Turrión quiso desgastar a Rajoy. Pero fue Rajoy, mediante la ironía y el desdén, quien acabó desarbolando a Iglesias Turrión con intervenciones demoledoras. Tanto como las del portavoz socialista, José Luis Ábalos, y el líder de Ciudadanos, Albert Rivera, hábiles en el uso del mismo argumento: “Usted es el responsable de que Mariano Rajoy siga en La Moncloa”.

José Luis Ábalos Mariano Rajoy Irene Montero